La Jornada martes 25 de abril de 2000

Alberto Aziz Nassif
Un debate rigurosamente calculado

Una de las novedades de la competencia política en México es el uso de formas antes impensables: el uso de las encuestas de opinión, la política a través de los medios, la autonomía de los organismos electorales y, por supuesto, los debates. Nuestra experiencia es reciente y la memoria es pequeña. El debate que tendrá lugar el día de hoy es el segundo de su tipo; el primero fue en mayo de 1994. Esta brevedad genera diversas expectativas sobre las posibilidades y limitaciones de un encuentro que ha sido rigurosamente calculado.

1. El formato. La posibilidad de tener una hora y media en red nacional por televisión y radio es, sin duda, una gran oportunidad para los candidatos. Además, el hecho de la simultaneidad ofrece oportunidades para destacar la personalidad y, de alguna forma, las propuestas. Sin embargo, el breve espacio de la televisión y el formato rígido de las intervenciones, sin temas fijos ni réplica, serán una camisa de fuerza para un debate abierto. Tanto Labastida como Cárdenas jugaron a la protección. La rapidez con la que veremos a cada uno de los candidatos --sólo 14 minutos para cada uno-- los obligará a cuidar cada frase que digan y a ser sintéticos porque fácilmente pueden perder la pista de aterrizaje. El hecho de ser seis candidatos y con tantas protecciones limitará las posibilidades de llegar a un intercambio con mayor profundidad.

2. Las estrategias. Cada candidato tendrá una orientación básica encaminada a conseguir más votos. Por los antecedentes habrá dos estrategias en los punteros: Labastida jugará a conservar su ventaja y Fox necesita arriesgarse para incrementar sus posibilidades. Los que van abajo están casi obligados a pegarle a los punteros; habrá que observar si los golpes van contra el PRI o el PAN, o contra ambos. Por los debates que hemos visto hay, al menos, tres ingredientes que arman las estrategias: la defensa, el ataque y la propuesta. Sobre estas posibilidades se pueden tejer los diferentes acentos que cada candidato desarrollará. Una parte del éxito del debate será la buena mezcla que se haga de estas posibilidades; al mismo tiempo, cada candidato podrá elegir una estrategia dominante: golpear a los punteros o sólo a uno de ellos; responder a los ataques; ausentarse de los contrincantes y dirigirse al público televidente; concentrarse en las propuestas; generar una imagen convincente. Tampoco se puede descartar completamente alguna estrategia sorpresa en la que algún candidato ponga sobre la mesa expedientes peligrosos para sus contrincantes. Lo complicado de las estrategias es que no necesariamente aseguran los efectos deseados.

3. La racionalidad democrática. Tal vez la parte más complicada de analizar sea la que se refiere a las distancias entre la teoría y la práctica. Mientras la teoría señala que en una democracia tiene que haber debate como una acción de convencimiento sobre propuestas de gobierno, en la práctica existen dos ideas dominantes: que los candidatos se dedican predominantemente a atacar a sus contrincantes, y que pueden intervenir factores ilegales en la contienda, como la compra y coacción del voto. A pesar de las limitaciones de tiempo y formato, el debate abre una posibilidad interesante para que los candidatos se ubiquen en las reglas de una racionalidad democrática, en la argumentación que va de las premisas a las conclusiones. No hay que perder de vista que se trata de un debate político y que lo importante será su carácter estratégico.

4. Tiempos y números. Dentro de la secuencia de un debate se pueden localizar tres tiempos: la preparación, que consistió en el acuerdo de las reglas y tiempos que tendrá el encuentro; el del debate mismo; y, en tercer lugar, y quizá el más importante, el posdebate, que se empezará a construir de forma inmediata en los grandes medios. La pregunta será: Ƒquién ganó el debate? Si no hay un ganador evidente, como sucedió en 1994, el posdebate será altamente especulativo y producirá una o dos semanas de discusión. Otra de las expectativas es que éste sea sólo el primero y que dentro de un mes tenga lugar un segundo debate sólo entre los punteros; pero no hay ninguna certeza de que habrá otro encuentro, sobre todo si las preferencias siguen en proporciones de empate con Fox hacia arriba y Labastida hacia abajo (Reforma, 24/IV/2000). Si éste va a ser el único debate, entonces será una oportunidad para que el sector de indecisos defina lo que hará el próximo 2 de julio. Finalmente, el mejor efecto del debate será reducir incertidumbre entre los votantes.