MARTES 25 DE ABRIL DE 2000
Ť Una incógnita, el perfil real del nuevo nuncio que llegará el jueves a México
Sandri se topará con una "mayoría silenciosa" y con el grupo de Prigione
Ť Un reciente texto, la disputa del momento; otra divergencia, el apoyo al ex obispo Samuel Ruiz
José Antonio Román Ť En su tarea de nuevo nuncio en México, el argentino Leonardo Sandri se topará desde el jueves próximo --día en que arribará a territorio nacional-- con un Episcopado que no ha podido superar la división entre una "mayoría silenciosa" de obispos, aglutinados en torno de la presidencia episcopal, y un pequeño pero poderoso grupo encabezados por los cardenales Norberto Rivera y Juan Sandoval, el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, y Javier Lozano Barragán, único arzobispo mexicano en el gabinete del papa Juan Pablo II. Todos ellos con la extraña coincidencia de ser personajes "cercanos" al ex nuncio Girolamo Prigione.
La divergencia más reciente entre estos dos grupos fue la aprobación mayoritaria, casi unánime del documento Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos, texto con el cual el llamado "Club de Roma" no estaba de acuerdo. Un dato revelador: una hora antes de que se votará dicho documento --la tarde del pasado primero de marzo-- el cardenal Rivera abandonó inesperadamente la asamblea extraordinaria del Episcopado. Esta acción no pasó desapercibida para los obispos que, en los pasillos de la sede episcopal de Lago de Guadalupe, comentaron la notoria ausencia del arzobispo primado de México.
El documento quedó finalmente aprobado por una votación de 66 votos a favor y tres en contra. Incluso hay versiones "enteradas" de que existieron "algunos cabildeos" en Roma para intentar detener la publicación del documento días antes de la misa de presentación, misma que tuvo lugar el viernes 24 de marzo en la Basílica de Guadalupe, y a la cual asistieron 22 obispos y superiores de diversas comunidades religiosas, directivos de la Conferencia de Institutos Religiosos de México (CIRM), el vicario de la prelatura del Opus Dei, Rafael Fiol, y representantes de diversas organizaciones, tanto eclesiales como no gubernamentales, entre otros.
En la disputa por la presidencia de la CEM, Sandri será el fiel de la balanza
De aquí a noviembre, cuando se realice la segunda asamblea anual del Episcopado, estos dos grupos de la jerarquía eclesiástica estarán disputándose la presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), y el nuevo nuncio jugará un papel fundamental para inclinar la balanza para un lado u otro.
Sin embargo, con el voto mayoritario de los obispos a favor del reciente documento, del cual se han editado ya 30 mil ejemplares y en el que se analiza la realidad nacional, la actual presidencia del arzobispo Luis Morales Reyes se consolida para relegirse por el trienio 2000-2003, situación que permiten los estatutos.
Aunque la redacción y aprobación del documento episcopal ha sido la divergencia más reciente, otro punto de confrontación, tal vez el más importante, fue el gran apoyo que la presidencia del Episcopado brindó en los últimos tres años, a instancias del nuncio Justo Mullor, a los obispos de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz García y Raúl Vera López.
Mullor, "castigado" por sus serias diferencias con el grupo de Prigione
En un análisis que circula en forma restringida entre la jerarquía eclesiástica se señala que la llegada de Sandri a México se debe en gran medida a que Mullor "no desmanteló" el proceso de la diócesis de San Cristóbal de las Casas y tuvo "serias diferencias" con el grupo de obispos comandado por el ex nuncio Prigione.
Ante esta decisión del secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano, una comitiva de obispos mexicanos integrada por el actual presidente del Episcopado, Luis Morales Reyes, y dos ex presidentes más, el arzobispo Sergio Obeso y el cardenal de Monterrey, Adolfo Suárez Rivera, viajó a Roma a principios de febrero para solicitarle de manera personal al Papa que reconsiderara su decisión de trasladar el nuncio Mullor.
Los siguientes días fueron de reuniones urgentes y cabildeos para desarticular el nombramiento de un anciano nuncio, proveniente de los países ex comunistas, y detener el nombramiento de diez obispos de sedes vacantes o cuyos obispos habían renunciado, para ocuparlas con gente del grupo de Prigione, entre los que se encontraban el sucesor de Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas.
Según la misma versión, el arzobispo de Monterrey, cardenal Adolfo Suárez Rivera, retiró su renuncia que había presentado por "motivos de salud" hace dos años, pues le dijo al Papa que se sentía mejor. "Con esto les cortaba la carrera al cardenalato a dos ambiciosos personajes: Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec, y Emilio Berlié, arzobispo de Mérida, que ya se hacían arzobispos cardenales de Monterrey, ambos del grupo de Prigione".
En esta visita de principios de febrero entraron en contacto con el cardenal español Eduardo Martínez Somalo, quien además de ser el presidente de la Pontificia Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, es el camarlengo, un puesto de alta estima, ya que sobre él recae el gobierno de la sede vacante a la muerte del pontífice, anuncia el fallecimiento del Papa, supervisa los funerales y convoca a los cardenales para el cónclave. Es decir, una especie de Papa regente, que asegura que en la Iglesia no se produzca vacío de poder desde la muerte de un Papa hasta la elección de su sucesor.
Martínez Somalo, quien en términos reales es y sigue siendo el "tercero" en orden dentro del Vaticano, brindó amplio apoyo a la comitiva de la presidencia episcopal mexicana que viajó a Roma en busca de detener el traslado de Mullor. Estos mismos obispos, según la misma versión, constataron el malestar en el Vaticano por el protagonismo del secretario de Estado y su grupo de obispos.
Así, aunque a primera vista la designación de Leonardo Sandri vendría del cardenal Sodano, en realidad es una decisión papal en la cual jugó un papel trascendente el cardenal Martínez Somalo, hombre de toda la confianza de Juan Pablo II. Sandri es discípulo de Martínez Somalo, y éste tiene una gran amistad con el ex nuncio Mullor.
Las dos encomiendas del nuevo nuncio
En fuentes eclesiales de México y Roma ha trascendido que Leonardo Sandri tiene entre sus encomiendas para su nueva responsabilidad en México mantener informado al cardenal Martínez Somalo, que a su vez informará al Papa de primera mano sobre los movimientos de Prigione y su grupo de obispos, sobre todo en lo que más ha molestado al Papa, que son sus fuertes vínculos con el gobierno mexicano, pese a que el ex nuncio abandonó el país hace tres años.
De igual forma, monseñor Sandri --quien en 1993 vino a México como uno de los responsables de la exposición Los Tesoros del Vaticano que fue montada en el antiguo Colegio de San Ildelfonso, a poco de haberse establecido las relaciones entre México y la Santa Sede-- viene con la encomienda de fortalecer a la iglesia católica en América Latina desde México, país clave en la visión de nueva cristiandad del Vaticano, sobre todo por la frontera compartida con Estados Unidos. México es un puente de diálogo y negociación con todo tipo de expresiones sociales y culturales.
Además, en su antiguo cargo de nuncio en Venezuela, Sandri se desempeñó con tacto y mesura, en la difícil transición que vive hoy con el gobierno del presidente Chávez. Fue representante del Papa para la Cumbre Iberoamericana de 1997, y un paso más en su carrera es la codiciada e importante nunciatura de México.
Así, la nunciatura del segundo país más grande en número de fieles se ha concedido a uno de los hombres más cercanos al Juan Pablo II, quien tomará posesión en unos días más, según el análisis que circula en forma restringida entre la jerarquía eclesiástica mexicana.
No obstante, el perfil real del nuevo nuncio es aún una incógnita, y a partir de dicho perfil empezará a redefinirse la correlación de fuerzas entre los grupos existentes al interior del Episcopado, hoy aglutinados mayoritariamente en torno a la presidencia del arzobispo Luis Morales Reyes, debido, en gran medida, a la tarea del ex nuncio Justo Mullor, que en sus casi tres años de estancia en México sirvió de enorme contrapeso al grupo encabezado por los cardenales Norberto Rivera y Juan Sandoval.