Guillermo Almeyra
La izquierda de la derecha/ II
ƑQué causó la evolución político-social que en un decenio ha inclinado Europa hacia la derecha? ƑQué hizo que los gobiernos supuestamente socialdemócratas se transformasen en gobiernos de centroderecha y que los partidos de la izquierda tradicional siguiesen el mismo derrotero?
No hay una sola causa, sino una combinación de presiones económicas, sociales, ideológicas. Económicamente, la mundialización (o sea, la depresión prolongada que dura ya casi un cuarto de siglo y es utilizada políticamente por el capital financiero para tratar de destruir a sus oponentes de clase) redujo el peso físico de los trabajadores industriales en los países industrializados y aumentó brutalmente la desocupación en todos los continentes, remodeló el territorio destruyendo los viejos lazos entre fuentes de trabajo y población, entre fábrica y barrio, provocó migraciones masivas que afectan brutalmente la unidad y la posibilidad de unión de los trabajadores, despobló el campo concentrando enormes masas marginales en los suburbios urbanos. El peso de las tradiciones y las microculturas políticas y sociales, como la de la izquierda, ligado al territorio, se redujo y, al mismo tiempo, las bases sociales de los antiguos partidos de clase (proletarios o burgueses) se pulverizan y estas organizaciones deben captar apoyos (y sufragios) en todos los sectores, en todo el territorio, sin que éste sea ya, como antes, el terreno privilegiado para la construcción de una conciencia particular.
Estas transformaciones económica y sociológicas, aunque determinantes, podrían haber sido, sin embargo, atenuadas si hubiese habido una resistencia política e ideal, que disputase la hegemonía al capital financiero y a sus turiferarios. Trotsky decía, en relación con la dirección anarquista que en plena Revolución española formó parte del gobierno catalán durante la República, que esos dirigentes eran "liberales con 40 grados de fiebre". Pero el problema va mucho más allá de ellos y consiste en que, como decía elogiosamente León Blum, el líder e ideólogo socialista francés, ex primer ministro, los socialistas eran, ya desde la Primera Guerra Mundial, "los médicos de cabecera del capitalismo", y los estalinistas, a su vez, no sólo eran los mejores conservadores del statu quo mundial (recordemos la "coexistencia pacífica"), sino que también compartían los valores y buscaban gozar de los mismos privilegios que los capitalistas, y estaban guiados por el mismo pragmatismo y por la misma realpolitik que les llevó a hacer primero el pacto con Hitler y después a oponerse a la independencia de las colonias de los aliados. Esa ideología común con el capital, la subordinación al Estado, la idea de que el poder era el gobierno y desde éste se podían hacer gradualmente las transformaciones en el sistema, la de la "compatibilidad" necesaria entre las reivindicaciones de las clases opuestas y la idea de la unidad nacional, la acción esencialmente electorera e institucional, la utilización de los movimientos sociales sólo para presionar en la negociación en las instituciones, la deseducación de los trabajadores por decenios en la delegación de su responsabilidad política y en el chauvinismo, el antintelectualismo de sus burócratas (porque el pensamiento es crítico) que les llevaba a desechar la lucha en el campo de las ideas científicas, filosóficas, artísticas, literarias, para subordinar todo a los úkases de los dirigentes semianalfabetos: esos son los factores que favorecieron la hegemonía cultural del capital financiero.
Los líderes de los partidos tradicionales privilegian desde hace decenios como lugar de la política las instituciones, no los cambios en la relación de fuerzas ni los movimientos. Buscan acuerdos de vértice, no entender las expresiones y direcciones confusas que la lucha de clase desprende. Aspiran a dirigir un gobierno de alternancia, no alternativo al del capital, y no buscan un cambio social sino un mero cambio político en el sistema. El resultado es la desmoralización de amplios sectores que, por el contrario, buscan preparar un cambio social, y el apartamiento de éstos de la política o su refugio en movilizaciones aisladas, puntuales. Por eso la izquierda debe ser refundada en y para la lucha de clases, contra las ideas y el régimen del capital y no en las instituciones y partidos de éste, si quiere estar preparada para la tormenta que seguirá a la actual bonanza, o sea, para cuando estalle la burbuja especulativa en Estados Unidos. Aún hay tiempo.