La Jornada domingo 30 de abril de 2000

Rolando Cordera Campos
Inseguridad y angustia: y no es bolero

En las últimas semanas, tanto el BID como la Cepal han lanzado un grito de alerta a la región latinoamericana sobre la grave circunstancia que vive éste nuestro "Extremo Occidente". Sobre advertencia no hay engaño, dice el refrán, pero a la luz de nuestra lamentable experiencia social no sobran reiteraciones.

Primero fue el Banco Interamericano de Desarrollo el que puso sobre la mesa la magnitud y la intensidad que ha adquirido la pobreza en América Latina. Inmediatamente antes de iniciar su Asamblea Anual de Gobernadores, y en un marco estimulante de conferencias y debates sobre la nueva economía, las tecnologías y la educación del futuro, Enrique Iglesias, presidente del BID, constituyó un Foro de la Equidad para retomar reflexiones anteriores y en curso que den respuesta a cuestiones pertinentes y decisivas para el futuro de la estabilidad y el cambio estructural, logrados por la región a un costo social alto en extremo y ya reconocido hasta por los más fríos soldados de la revolución neoliberal.

Las deliberaciones del foro, presidido por Eduardo Aninat, ex ministro de Hacienda de Chile y hoy vicedirector gerente del Fondo Monetario Internacional, tuvieron como punto de partida tres textos importantes. Uno de Nora Lústig, economista del BID y por ahora corredactora del informe del Banco Mundial sobre la pobreza en el mundo; otro de Dani Rodrick, destacado profesor de Harvard y uno de los más lúcidos estudiosos de la globalización y el cambio económico; y uno más de Joan Nelson, reconocida estudiosa de los aspectos políticos y sociales de las reformas económicas emprendidas en el mundo al calor del cambio globalizador.

Una fue la preocupación que ordenó el intercambio de ideas y experiencias: la estabilidad alcanzada se acompaña de inseguridad económica persistente y generalizada, macro y micro económica, comunitaria y nacional, y frente a ella urge diseñar una macroeconomía con respuesta social, así como una política económica que pueda poner en acto con eficacia y oportunidad acciones y reacciones en favor de los más pobres y vulnerables.

Por su parte, la Cepal, en su 28 periodo de sesiones realizado en México, arriesgó de nuevo su voluntad de hacer honor a su propia historia, la que forjaron Prebisch, Furtado, Noyola, Urquidi, Pinto y tantos otros, y fue al corazón de la actualidad latinoamericana. De lo que se trata, como hace diez años lo plateara en su documento sobre la transformación productiva con equidad, en el que con tanto entusiasmo e ingenio participó Fernando Fajnzylver, es de erigir para el continente un nuevo curso que le permita convertir en realidad dinámica las promesas de la globalización, de una manera tangible y medible: a través de una efectiva expansión de la ciudadanía y de una reducción pronta y duradera de la pobreza extrema y la desigualdad inicua que hoy nos caracteriza. El título de su informe es expresivo: Equidad, desarrollo y ciudadanía.

Nada de lo dicho en estos textos y coloquios es populismo ni regresión: es simple realismo histórico, el único que puede nutrir unas racionalidades que vayan más allá de la ramplonería instrumental que llegó a imaginarse pensamiento único. Se dice fácil, pero alertar de esta manera desde la banca regional multilateral y la tan vapuleada Cepal que fundara Prebisch es en verdad relevante. Hay que valorarlo, en vez de tratar de hacerlo a un lado desde la soberbia tecnocrática.