DOMINGO 30 DE ABRIL DE 2000

Ť EL ECO Y LA SOMBRA

Nostalgia de la vida

Las discusiones sobre poesía no me apasionan, Ƒno me interesan?, y curioso resulta que aquello a lo que me dedico puede pensarse las presupondría, aquí, por ejemplo, y en mi trabajo con el lirismo de otros -no siempre verso o arte, o puesto en arte; la poesía, nada más, que en suerte les tocó. Pero hablar de poesía, no discutir (y discutir, reconozcamos, es hablar), tiene su efecto. Punto de partida, y de llegada, si uno de tus temas la poesía es no debe ser tan malo tu vivir, tan apoético, vaya. No debe, pero pudiera ser. Pudiera ser que más que ante un tema de tu música vital estés ante un punto de la orden del día que quién sabe en qué cabeza cupo apuntar para hoy. Y que al tratar el punto se deje justamente ver el miedo a la materia de que trata mejor que el compromiso con ella o más sencillamente dicho el contacto con su -directo o indirecto, esto no es relevante- original decir. Que su abordaje constituya, sin misterio, ya mera alusión al, ya clara elusión del, precisamente, misterio. Ilusión. Pero de los ilusos tal vez se sirve Dios.

No puede ser que el que habla no hable desde sí. Nada difícil entonces que deje la impresión de llevar agua a su molino (en política algo muy utilizable por los rivales). Pero hablar de poesía parece tuviera como consecuencia ineludible desembocar (y ello en ocasiones con más visos de maldición que de premio) en la poesía. El hablar de poesía termina por llevar poesía a la propia poesía (la que en suerte le toca a cada cual), que al cabo si en efecto poesía será de todos, tierra de nadie en su terrible encantamiento.

Si uno habla de poesía lo más seguro es que a la poesía propenda y que directa o indirectamente ésta, que de alguna manera ya le habla al que de ella habla, termine dirigiéndose al hablante, allegándole agua a su molino, fenómeno, remarquemos, no siempre fácilmente soportable, entre otras razones debido al hecho de que en poesía lo esperado resulta por demás inesperado, cuando mejor de modo sumo. La poesía, se sabe, no perdona.

En una discusión sobre poesía la poesía es María Blanca entre pilares -ƑRomperemos alguno y la veremos? Ver, en poesía, es sentir. Y sentir la poesía es sentir su sentido. Y sentir su sentido, los poetas no pueden ignorarlo, exige alguna cuota de pérdida del sentido. Lúcido extravío. En una discusión sobre poesía, Ƒse alcanza tal estado? No por lo general. Mas una discusión sobre poesía es posible genere la atmósfera propiciatoria del misterio. Tal atmósfera puede disiparse y luego, inadvertidamente, acaso a deshoras, reaparecer. Por ocioso que parezca, discutir de poesía nunca es ocioso. Cuestión de saber aguardar y atender y a qué atenerse. La atmósfera de la condición del misterio puede llevar consigo ya la maravilla, que es dolor, la aflicción que da principio a una felicidad, el pasmo que nostalgia de vida -y no otra cosa sino esto, nostalgia de la vida, parece que la poesía sea.

Discutir de poesía podrá muy bien no hacer presente, aunque evidente sí, esa nostalgia, pero quizá regale un rastro manifiesto de inquietud por el dulzor de esa tan generosa rigurosidad, por la necesidad de comprender la su necesidad, donadora que dicen de tanta fuerza.

Ť Ricardo Yáñez Ť