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México, D.F. domingo 30 de abril de 2000
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Editorial

TRABAJO Y TRABAJADORES EN EL SEXTO AÑO

SOL Está por terminar el sexenio presidencial que comenzó con la oferta de crear un millón de puestos de trabajo anualmente y de asegurar el bienestar de las familias. Sin embargo, la realidad es otra: no sólo, en efecto, han aumentado de modo dramático la pobreza extrema y la desocupación real (o disfrazada de trabajo "esporádico" o "informal"), sino que también los pocos "privilegiados" con un salario o un empleo fijo han visto caer continuamente el poder adquisitivo de sus ingresos, lo cual les ha obligado a reducir sus consumos básicos, al mismo tiempo que los salarios indirectos o postergados (prestaciones sociales, servicios, jubilaciones y pensiones, educación pública) empeoran y se achican.

La calidad de vida y la seguridad en el trabajo son peores que en el pasado y a la caída de los salarios reales se agrega la desprotección sindical y laboral. Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo acaba de solicitar al gobierno "una explicación" de la negativa de éste a otorgar el registro sindical a los 18 mil profesores del Conalep, a los que las autoridades laborales mexicanas consideran "prestadores de servicio". O sea, una explicación de la negativa en los hechos a aceptar la libertad de sindicalización. Es común, por otra parte, que la mayoría absoluta de los trabajadores mexicanos desconozcan si están o no afiliados a un sindicato y cuáles son las prestaciones que les corresponden por ley, así como sus derechos legales. Cientos de miles de ellos ni siquiera saben que están afiliados a sindicatos fantasmas, "de protección", creados por las empresas y por "sindicalistas" que viven de los trabajadores. Otros, sobre todo en el caso de las maquiladoras, no pueden formar ni elegir el sindicato que desean pues a la represión patronal se une la denuncia y la agresión gangsteril de aparatos "sindicales" dependientes directamente de las empresas y del poder público. En este último año del siglo XX los trabajadores están, por con siguiente y en muchos sentidos, peor que en el último decenio del siglo XIX, pues enfrentan enemigos más poderosos en el campo nacional e internacional y no sólo deben crear sus propias organizaciones sindicales y sociales independientes ųlo cual ya es una tarea enormeų sino que deben, además, enfrentar a las seudo organizaciones y a los seudo líderes que quieren mantenerlos sometidos al capital y al Estado. Un índice concreto de la grave situación laboral lo da la magnitud de la emigración, que es una afrenta para el país, pues millones de mexicanos, muchas veces con sus familias enteras, deben enfrentar toda clase de penurias e incluso el peligro de muerte sólo para conseguir un trabajo que no les obligue a laborar de sol a sol para apenas sobrevivir.

Lejos de crear trabajo en México, el Tratado de Libre Comercio lo ha hecho en Estados Unidos, el campo está postrado y sin posibilidad de crear empleos en la agroindustria, y las industrias medianas y pequeñas luchan por subsistir, como el pequeño comercio, frente a la competencia de las grandes empresas, sobre todo extranjeras ųy estamos hablando de los sectores que mayor cantidad de empleos crean en el paísų, mientras que las maquiladoras ofrecen trabajos, pero tan mal pagados que no desarrollan sino en muy escasa medida el mercado interno y, con éste, la construcción, la vivienda, las obras públicas, las industrias derivadas. Bajísimos salarios reales, pésimas condiciones de trabajo, escasísima productividad, casi nula defensa del trabajador: esas son las condiciones reales en el campo laboral. Algunos candidatos presidenciales, sin embargo, han hablado de crear cientos de miles de puestos futuros: teniendo en cuenta la reciente experiencia, Ƒno sería bueno que dijeran cuándo, cómo, con cuáles recursos, a costa de qué o de quiénes?


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