Andrés Aubry
El legado de don Samuel
El primero de mayo, en la catedral de San Cristóbal, donde la primera consagración episcopal de la historia fue la de don Samuel Ruiz, tomará posesión su sucesor, don Felipe Arizmendi. Con ambos estarán los obispos y cardenales que se abstuvieron en el último momento, por táctica o disciplina, de acompañar al primero el 25 de enero; los estrategas de la Iglesia sabrán por qué.
En un mensaje del 22 de abril, el obispo saliente escribe: "Ha llegado el momento de despedirme formalmente" y también de "iniciar una nueva etapa de crecimiento (...) con el nuevo obispo". Allí "recorre la memoria de estos 40 años"; les dice: "He sido testigo de sus luchas" y "tengan la seguridad de que seguiré sus pasos y estaré a su servicio desde otros lugares" (pues se irá a vivir fuera de la diócesis).
Describe el trágico panorama de Chiapas: sufrimientos por "exclusión y marginación" y "tácticas de división de quienes se oponen al crecimiento de la toma de conciencia de su identidad como factor de unidad". Este punto había sido medular en su homilía del 25 de enero último al evocar "las tareas del proceso de paz" y destacar "el trabajo de contrainsurgencia (que) ha destruido ya en algunos lugares la identidad cultural, sin la cual no se puede dar el sujeto histórico".
Estas citas permiten identificar el principal legado de don Samuel, no solamente a su diócesis, sino también, más allá de la trinchera propia, a la conciencia de la humanidad.
Muchos, hasta entre quienes lo defendieron de ataques mal intencionados, concedieron a sus detractores una excusa: el polémico obispo, engañado por su ejemplar buen corazón y las trampas de su generosidad para con las culturas indígenas, hubiera caído en los excesos de la romántica tesis del buen salvaje.
Es mucha desinformación porque, cuando Chamula vino a ser noticia nacional por las expulsiones de protestantes y disidentes, don Samuel, sin romanticismo indigenista y con lucidez analítica, fue el primero, ya en los años setenta, en denunciar el caciquismo de su ayuntamiento cien por ciento indígena; en los ochenta, marcados por el refugio guatemalteco en Chiapas, había divulgado internacionalmente los crímenes de las indígenas Patrullas de Autodefensa Civil; en los noventa, tuvo claridad ante los paramilitares indígenas ya antes de que tuviesen la responsabilidad del crimen de lesa humanidad de Acteal.
Las diáfanas posiciones de don Samuel no son ideológicas ni teóricas sino solamente democráticas: el indígena no puede seguir siendo objeto ni blanco, aun siendo supuesto beneficiario (de estudios, del indigenismo, de la evangelización, del desarrollo, de la modernidad), sino el sujeto de su destino y de su historia.
Al despertar esta toma de conciencia de ser sujeto responsable, don Samuel le abrió espacio para ser, a la luz del día y ya sin esconderse, agente de sus propias transformaciones, actor y constructor del porvenir de Chiapas.
En los años sesenta, entendió que el nuevo espacio social de la selva invitaba a las comunidades indígenas a construir una sociedad campesina alternativa. En 1970, en el memorable encuentro de Xicotepec, Indígenas en Polémica con su Iglesia, convirtió a éstos en interlocutores de la jerarquía eclesiástica; en 1974, en el Congreso indígena de San Cristóbal les convirtió en actores de la construcción de otro Chiapas; en los campamentos de los ochenta, refugiados y anfitriones, ambos indígenas, con el acompañamiento del obispo, supieron superar la tragedia por sus propios medios; y desde 1994 les asoció a la transición hacia una democracia que no les excluya.
En las tareas de la reforma posconciliar, fueron también protagónicos. Sus ocho mil catequistas no fueron los talacheros de su diócesis porque les delegó poderes. Sus 400 diáconos permanentes son, en el contexto actual de la disciplina eclesiástica (que prohíbe el sacerdocio a casados), la única opción permitida para que entren en "las sagradas órdenes" (como lo hacen sacerdotes y obispos) como primera piedra de la Iglesia autóctona soñada en Vaticano II. La colegialidad conquistada en este concilio la aplicó también dentro del Colegio Presbiteral (sacerdotes) y del Consejo Pastoral (religiosas y agentes diocesanos). Pueblo Creyente y Comunidades Eclesiales de Base participan en la elaboración de decisiones. Los talleres de teología india (a partir del patrimonio conceptual de las lenguas indígenas y de la palabra antigua del pensamiento maya) va repensando catequesis, liturgia, institución y espiritualidad.
La diócesis de don Samuel no es una colonial y sumisa sucursal periférica de la Iglesia occidental, ya va construyendo una Iglesia "diferente" (Ad Gentes, no. 6) la que, con su derecho colectivo a la diferencia, "renueva la Iglesia Universal".
Esta no es vertical porque se proyecta como colegial, consensual, dialogante, incluyente y plural. La integran deliberadores, creadores, sujetos y actores, no rebaños; es lo que, en esta diócesis de "sujetos históricos", se llama "autoridad compartida", la cual, de práctica eclesial se ha convertido en criterio social.