La Jornada martes 2 de mayo de 2000

Angel Guerra Cabrera
Elián y la ley del garrote

La extrema derecha cubana de Miami encabezada por la Fundación Nacional Cubanoamericana (FNCA) ha acelerado ella misma su declive final. Esta es la consecuencia política más visible de la aparatosa irrupción, en su reducto de La Pequeña Habana, de un comando de agentes federales de Estados Unidos que rescató de sus captores al niño náufrago Elián González.

Los extremistas se aferraron a la descabellada idea de secuestrar al pequeño como vía para arrastrar a Washington a una confrontación directa con La Habana aprovechando la circunstancia electoral.

Es el expediente utilizado siempre que han visto iniciar un relajamiento -por moderado que sea- de las tensiones con La Habana, por lo tanto, ven en peligro su control casi absoluto sobre la formulación de la política de Estados Unidos hacia la isla.

Ahora la novedad sería que después de 40 años de bloqueo y agresiones contra Cuba círculos muy influyentes de la élite del poder estadunidense habrían decidido cambiar esa política por ser contraproducente a su propósito de terminar con el régimen revolucionario.

Desde la firma de los acuerdos migratorios de 1994 por La Habana y Washington, el gobierno estadunidense ha dado pequeños pero sostenidos pasos hacia una relación menos conflictiva con el gobierno cubano. Aunque permanece el bloqueo, es creciente la demanda en Estados Unidos por una relación más normal con la isla.

Este proceso se vio interrumpido debido al derribo por cazas cubanos en febrero de 1996 de dos avionetas de la organización contrarrevolucionaria Hermanos al Rescate, provocación montada entonces por la FNCA con el objetivo de crear una crisis que llevara a una intervención militar directa de Washington en la isla.

Siguió la ola de atentados terroristas a instalaciones turísticas cubanas que buscaba, entre otros objetivos, impedir la visita del papa Juan Pablo II, temerosos de que ésta -como ocurrió- destrabaría el nudo creado por el incidente de las avionetas.

Tan pronto conoció que Elián estaba con vida después de naufragar, Juan Miguel, su padre, pidió al gobierno cubano que reclamara la más pronta devolución del menor a la isla. Era un caso de patria potestad tan claro como el agua que no podía ser objeto de segundas interpretaciones.

La administración Clinton comprendió perfectamente que tendría que rechazar las pretensiones de los extremistas de Miami, aunque buscó hacerlo de modo de minimizar el costo electoral que pudiera acarrear al candidato presidencial demócrata Albert Gore. Ceder a esas pretensiones implicaba vulnerar flagrantemente las leyes del país y el derecho internacional e ir contra la fuerte tradición de unión familiar presente en la cultura estadunidense desde los peregrinos fundadores.

La Casa Blanca fijó su posición diáfanamente, pero optó por la vía lenta en la solución del caso. En lugar de devolver al niño inmediatamente al padre -como era su atribución indiscutible- decidió dejar que los tribunales resolvieran.

Mientras tanto, los extremistas de Miami pusieron en marcha una serie interminable de maniobras leguleyas y políticas hasta asumir una flagrante actitud de desafío y desacato a las leyes y a las autoridades de Estados Unidos que acentuó su enfrentamiento con la opinión pública doméstica, favorable al regreso de Elián con su padre.

Tras semanas de infructuosas y estériles negociaciones con los secuestradores, que se negaban obstinadamente a cumplir la orden de entregar a Elián a su progenitor y viendo que la situación se le iba de las manos la administración, Clinton decidió hacer cumplir la ley por la fuerza, lo que ha contado con un sólido apoyo de los estadunidenses.

No estaba tratando con pacíficos ciudadanos como han pretendido hacer creer legisladores y candidatos a la caza de votos, sino con un sector que ha recurrido reiteradamente al terrorismo y no ha tenido empacho en hacer estallar en el aire un avión civil cubano repleto de pasajeros.

El rencuentro de Elián con su padre es la otra noticia feliz que ha producido esta triste historia desde que hace cinco meses el niño fuera rescatado del mar después de ver ahogarse a su madre Elizabeth Brotons.

Los extremistas de Miami ponen en práctica nuevas y desesperadas maniobras para impedir el triunfo de la justicia. Aún les queda todo su enorme poder económico y favores que cobrar a los políticos beneficiados generosamente por sus contribuciones.

Pero después de la venturosa reunión de padre e hijo el proceso judicial en curso debe marchar hacia su resolución definitiva a favor del derecho de patria potestad.

Error de cálculo que habrá de costar muy caro a un grupo que ha cifrado únicamente su supervivencia política a que se mantenga la ley del garrote contra Cuba.

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