Alberto Aziz Nassif
PRI: alerta roja
En los días posteriores al debate del pasado 25 de abril se han definido las estrategias de la fase final de la campaña por la Presidencia de la República. El resultado del debate dejó muy claro que Vicente Fox ganó y que Francisco Labastida perdió, de acuerdo con la mayoría de las encuestas y sondeos.
Las comparaciones con 1994 no son del todo exactas porque ahora la correlación de fuerzas es diferente: Fernández de Cevallos ganó el debate y Ernesto Zedillo ganó la elección, pero resulta que Diego se encontraba en un tercer lugar en las preferencias electorales antes de ese momento y Zedillo en primer lugar; en esta elección Fox y Labastida llegaron al día del debate con un empate técnico, según las principales encuestas.
El PRI está en peligro real de perder la Presidencia, por eso el aparato cambió de luz amarilla a roja y hoy se encuentra en alerta máxima. En los próximos dos meses estará en juego todo el poder del aparato para conservar la Presidencia.
Cada vez es más generalizada la opinión de que si Fox gana no se lo van a reconocer y que el PRI va a hacer todo lo que pueda para no perder. Estas opiniones son explicables. En la década de los años ochenta, cuando la oposición empezó a ganar municipios, se pensaba lo mismo con las gubernaturas.
En 1986 en Chihuahua ésa era una opinión común: se afirmaba que el PAN podría ganar, pero que el PRI no soltaría el poder. En efecto, el PRI no soltó el poder y para ello hizo un fraude masivo que le costó muy caro y tres años después tuvo que reconocer su derrota en Baja California.
La diferencia es que hoy existen otras condiciones políticas; por una parte tenemos reglas e instituciones confiables para la organización electoral, y por la otra, hay una sociedad civil que no aceptaría un resultado irregular. Además, el factor externo sería una presión muy importante ante cualquier posible conflicto poselectoral.
La alerta máxima del PRI y del aparato se ha dado en varios frentes, que ahora coinciden en una misma estrategia: ejercer una presión múltiple y poner en operación todos los recursos disponibles para conservar el poder. Lo que se ha visto hasta ahora es preocupante.
En primer lugar, están los resultados del tercer monitoreo de medios que realiza el Instituto Federal Electoral (IFE), el cual cubre del 12 de marzo al 8 de abril y, a diferencia de los dos anteriores (enero y febrero), ahora la cobertura del PRI se dobló prácticamente en radio y televisión y pasó de promedios de 30 por ciento a 50 por ciento; las oposiciones bajaron en términos generales. Esta estrategia se lleva con mayor intensidad en los estados que en el Distrito Federal. Es pertinente aclarar que el comportamiento de los medios no es homogéneo y que algunos mantienen un tratamiento más equitativo que otros. También hay casos extremos en donde la cobertura del PRI es completamente sin equidad (en televisión en: Baja California, Coahuila, Colima, Chihuahua, Hidalgo y Michoacán; y en radio en Coahuila, Chiapas, Durango, Hidalgo, San Luis Potosí y Tamaulipas).
En segundo lugar, tenemos el daño por la no transmisión de las campañas de difusión del IFE en los medios. Otra vez se quiere golpear a la autoridad electoral. La Secretaría de Gobernación curiosamente abdicó de su responsabilidad frente a la Cámara de la Industria de Radio y Televisión, por lo cual se dejaron de transmitir mil 842 mensajes del IFE en los últimos tres meses. En plena campaña de capacitación electoral no hubo mensajes al aire. En las próximas semanas vendrá la campaña del IFE en favor del voto libre y contra la compra y coacción del sufragio; esperemos que esta vez sí se transmita en los tiempos a los que tiene derecho el instituto por ser parte del Estado mexicano.
En tercer lugar, empezó la fase más cruda de la guerra sucia; el aparato está amarrando todas sus tuercas y la estructura del partido, a través de la línea de mando de los gobernadores, tendrá como objetivo hacer campaña en favor del PRI. Ya se sabe que esto significa presión, compra, coerción; los casos más grotescos están a la vista como en Chiapas con el interino del interino que ordenó a los medios decir que Labastida había ganado el debate.
En los próximos 60 días estará a prueba la capacidad institucional que tiene el país para procesar unas elecciones altamente competidas y con diversas señales de alarma.