Luis Linares Zapata
El video de Clinton
Clinton y varios de sus colaboradores más cercanos han filmado un video excepcional para la anatomía del poder. Actuado por el mismo presidente, lo secundan, entre otros varios más, figuras tan relevantes como el candidato demócrata Al Gore, un oficial de altísimo rango militar y su esposa Hillary. La intención que se trasluce en este documento que, sin duda, dará la vuelta al mundo y será juzgado con severidad por los notables de muchas naciones, es desacralizar, con gran y fino humor, algunos de los mitos y trágicas realidades que experimentan los políticos en sus fases terminales o que están perdiendo la estelaridad de que gozaban.
Recordemos que Clinton no sólo hereda el mando del único superpoder sobreviviente de la polaridad, sino que lo lleva a conducir el periodo de crecimiento y afluencia más prolongado y exitoso de la historia de ese país. Clinton, entonces, ha sido el líder indiscutido del mundo durante los ocho años de su mandato y sus conciudadanos lo reconocen como un político de gran calidad. Pero como una consecuencia de la no relección para un tercer periodo ha entrado en la recta final de su Presidencia y, por tanto, en la declinación de su capacidad de guía e influencia.
A este singular fenómeno se le ha dado en llamar como el del lame duck (pato herido) para dar a entender la erosión del mando, los límites adicionales a sus decisiones, el retiro de los reflectores de los medios de comunicación, la indiferencia de los demás poderosos que antes procuraban la mayor cercanía posible y hasta las defecciones de colaboradores que, en ocasiones, llegan a ser verdaderas traiciones.
La metáfora del solitario de palacio se va tornando una realidad tangible y dolorosa. Esto conlleva estados de ánimo lindantes con la depresión y, entonces, los reclamos se empiezan a lanzar, a diestra y siniestra, ante cualquier suceso que, desde la óptica del poderoso en decadencia, se juzgue como una ingratitud o falta de respeto y atención.
Clinton, sus cercanos y asesores le han entrado de lleno a la parodia de tan penosa situación y circunstancias. Y le han puesto sabor y mucho sentido del humor.
Vemos a Clinton, actor principal, solo entre oficinas vacías, buscando subordinados que no aparecen, salones de prensa donde duerme una conocida veterana, paseando en bicicleta por corredores desiertos, sujetos importantes que no quieren verlo y a un titular del Ejecutivo que no tiene nada que hacer y, para entretenerse, hace origamas, limpia su enorme automóvil blindado, corta el pasto, juega golf o contesta los teléfonos. Su misma esposa se retira para cumplir sus obligaciones de candidata dejándolo parado en el porche de la Casa Blanca.
Una escena notable sucede cuando encuentra a un desaliñado joven que trata de retratarse en una fotocopiadora. Reproducen, con bastante fidelidad las tomas de un exitoso comercial difundido por una empresa en línea para entrar, personalmente, en las bolsas de valores (ameritrade). Con el auxilio de este personaje trata, en la oficina oval ante una computadora portátil que el mismo Clinton teclea, hacer algunas inversiones.
Luego, los dos, se dirigen a buscar algo de comer en una máquina automática que, al negarse a darles los productos, es golpeada de manera atrabiliaria en repetidas ocasiones por un molesto presidente. Al obtenerlos, ambos se retiran abrazados por los hombros para finalizar la filmación.