Mario Núñez Mariel
De cuervos y camaleones
Conforme se aproximan las elecciones presidenciales del 2 de julio, la sociedad se polariza y aparecen los camaleones políticos que buscan pescar a río revuelto y llaman al ejercicio del "voto útil" sin distinción de clases e ideologías. Esgrimen el tramposo argumento de que en última instancia no importa si el vencedor de los comicios es de derecha o de izquierda, pues el objetivo es acabar con el predominio hegemónico del PRI.
Desprecian, por tanto, el contenido de clases de las posiciones políticas y de los programas de gobierno; juegan a la demencia y al olvido frente al pasado histórico tanto de la derecha como de la izquierda: para poder meterlas en el mismo saco electoral.
Chantaje evidente al electorado de izquierda por parte de estos reptiles saurios que cambian de color de piel según sus necesidades de coyuntura en función de sus intereses personales de poder político y económico. Antes fueron neocardenistas, ahora son neopanistas y mañana podrían convertirse en neofascistas siguiendo el modelo austriaco.
En su obra clásica sobre herejes y renegados, Isaac Deutscher nos dice de este tipo de camaleones ideológicos que pasan de la izquierda a la derecha: "La legión de los ex comunistas no marcha en estrecha formación. Todos han abandonado un ejército y un campamento: algunos como objetores de conciencia, algunos como desertores, y otros como merodeadores. Unos cuantos se aferran serenamente a sus objeciones de conciencia, mientras que otros reclaman vociferantemente comisiones en un ejército al que se han opuesto antes de un modo encarnizado. Todos ellos llevan sobre sí pedazos y andrajos del antiguo uniforme, complementados con los más fantásticos y sorprendentes trapos nuevos."
Sin más argumentos que la razón pragmática de sus propias ansias de poder, los camaleones mexicanos pretenden que las diferencias abismales entre la derecha confesional y la izquierda histórica desaparezcan, cuando éstas no podían ser mayores y cada día más irreconciliables: la derecha mexicana representada por Fox y sus nuevos acólitos es el aceite de la quema de herejes y se distingue por mojigata, usurpadora del estandarte guadalupano de la Independencia, cristera, reaccionaria y memorable por todos sus desatinos plagados de ignorancia, racismo, exclusión y obsecuencia con el PRI en los momentos decisivos: quema de las boletas de 1988, IVA, Fobaproa, intento de eliminación de Andrés Manuel López Obrador de la contienda por el Gobierno del DF, entre otros atentados a la razón democrática.
En cambio, la izquierda histórica es el agua que refresca la memoria y es digna de recuerdo por sus militantes encarcelados, exiliados y mártires de la lucha por la revolución libertaria, la democracia, la plena independencia nacional y la justicia social en México. Para la izquierda, el Estado sigue siendo predominio de la clase dominante y de la oligarquía a la cual pertenecen los camaleones que buscan sorprender a la nación.
Los saurios de nuestra zoología política quisieran limar asperezas entre clases y partidos antagónicos, justo cuando son más radicales que nunca las diferencias entre opresores y oprimidos, entre explotadores y explotados, entre los que se benefician de la dominación del capital financiero y de la hegemonía neoliberal de Estados Unidos, sean panistas o priístas, y quienes sufren las consecuencias de la globalización acorralados en la miseria extrema, en la carencia de todo poder y en la desesperanza.
Se equivocan los relamidos asesores del zorro de Vicente -que bien debiera cuidarse los ojos de los cuervos-, ahora que encuentran su verdadera identidad política de neopanistas ilustrados, cuando se afanan en convencernos de la fineza de su nuevo gallo en detrimento de la campaña de su otrora jefe político, Cuauhtémoc Cárdenas, al cual traicionaron.
Los que seguimos aferrados al viejo uniforme de la izquierda histórica de México y del mundo, conscientes de nuestro propio pasado, sin esconder nuestras diferencias, pero cerrando filas ante los avances de la derecha, votaremos por los candidatos de izquierda: en abierto desprecio de las encuestas, de las terceras vías, del marketing político, de la ideología del fin de las ideologías. En afirmación de nuestro irrenunciable compromiso social y revolucionario, descamisado y antisolemne, armado y desarmado, con sentido del humor y clara antipatía por el candidato Marlboro.