La Jornada domingo 7 de mayo de 2000

Guillermo Almeyra
Tony, Ken y la izquierda posible

Anthony Blair (Tony, para sus íntimos, entre los cuales se cuenta Bill Clinton) acaba de sufrir una doble y previsible derrota en las elecciones municipales. Los conservadores, por un lado, aprovechando las abstenciones, superaron al New Labour, del cual programáticamente poco se diferencian y, por otro lado, el odiado Ken Livingstone y "su pandilla de trotskistas" (según la calificación de Blair) arrasaron en las elecciones londinenses. Como se recordará, Blair había conseguido expulsar del partido a Livingstone y la izquierda, de modo que el triunfo del ex alcalde de Londres, ya defenestrado por Margaret Thatcher, es un golpe del electorado a la política nacional de Blair y su izquierda de la derecha.

Se confirma así, después del caso español y del italiano, una tendencia clara: la llamada tercera vía, por neoliberal, aparece como la quinta rueda del carro y recoge sólo derrotas. Tony se agrega hoy a la lista de Felipillo el Pillo y de Massimo el Mínimo, pues pierde electores hacia el "partido de la abstención" y los pierde también hacia la izquierda radical, que venció al partido de los tecnócratas-burócratas "realistas".

El gran triunfo de Ken el Rojo, como lo califican la prensa conservadora y la derecha laborista, se basa en tres factores: 1) el recuerdo de sus capacidades como administrador eficiente, demócrata consecuente y organizador, en los límites que le consentía su mandato municipal, de la participación popular; 2) la militancia de las tendencias de izquierda, que privilegiaron siempre los movimientos sociales y no las elecciones y precisamente por eso pueden tener buenos resultados electorales y logran movilizar tras objetivos creíbles a vastos sectores que la política nacional laborista en otras ciudades empujó hacia la despolitización; y 3) una política radical antineoliberal, antibélica, antinuclear, por los derechos civiles y humanos y por las reivindicaciones sociales, sin olvidar -por el contrario- las del movimiento obrero. En una palabra, frente a la realpolitik de los de la tercera vía triunfó en Londres -šdonde reside la City, el Vaticano del capital financiero!- nada menos que una política marxista no ortodoxa, clasista y libertaria, que supo oponer a la modernidad y a la posmodernidad de la derecha el objetivo de una modernidad alternativa. El caso londinense, por lo menos, debería llevar a alguien más que un articulista a escribir un manual de sociología política.

En efecto, el resultado electoral muestra el papel que tuvieron en la transformación de la moral y de las conciencias las movilizaciones contra la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el FMI, contemporáneas a las manifestaciones en Seattle, las cuales dieron como subproducto un alud de sufragios "rojos" de gente que no es "roja". Asimismo demuestra cómo se pueden sumar subjetividades y reivindicaciones heterogéneas, así como la base de clase de las mismas, el papel de la cultura política y de las tradiciones sociales (o sea, de la conciencia profunda que el neoliberalismo da por inexistente) y la posibilidad de canalizar también la mayor parte del voto de repudio para la izquierda y no sólo hacia el populismo de derecha.

El triunfo del supuestamente "arcaico" Ken en su larga lucha contra el neoliberal Tony comprueba, en particular, que la mundialización, al debilitar y transformar a los Estados, refuerza como nunca el papel señero y precursor de alternativas anticapitalistas de las ciudades capitales. En éstas, en efecto, se concentran inmigrantes, desocupados y marginados, pero también información, comunicación, nueva socialidad, y en ellas aparece claramente una posible utilización alternativa del territorio, con la exigencia de soluciones no dictadas por el lucro que abarcan el problema ambiental, el del transporte, del agua, de la seguridad. Si en el Medievo los burgos fueron islas de alternativa social, con su democracia comunal, su burguesía en germen, sus repúblicas y sus luchas de clases, en este nuevo Medievo que nos prepara el capital financiero las ciudades capitales son terreno apto para la construcción de una democracia con contenido social y que mezcle importantes elementos de democracia directa (la llamada participación popular activa en el gobierno) con los tradicionales de la democracia representativa (a la que la mundialización vacía de contenido, pero que está lejos de haber desaparecido como campo de lucha).

Habrá que volver sobre esto.

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