Angeles González Gamio
En las losas del agua
"Iztapalli", vocablo náhuatl que quiere decir piedra plana, y "apan", sobre el agua, juntos componen "en las losas del agua", que se expresan en la palabra Iztapalapa, actual delegación política poseedora de una rica historia.
Fundada en el siglo VII por los colhua procedentes del norte de México, éstos se establecieron en las faldas del Cerro de la Estrella, parte en el lago de Texcoco y parte en tierra firme, lo que les daba una situación privilegiada.
Con el nombre de Culhuacán representaron, junto con Azcapotzalco, los centros de mayor poderío militar y económico de la cuenca. A la llegada de los aztecas, éstos se refugiaron en este sitio tras su pleito con los de Azcapotzalco, pero al poco tiempo fueron expulsados por sus bárbaras costumbres; sin embargo, al paso del tiempo, los colhuas se convirtieron en sus súbditos y una de sus obligaciones fue defender México-Tenochtitlán.
También debían proveerla de productos agrícolas que cosechaban en las fructíferas chinampas, además de los productos que obtenían del lago y los artefactos que elaboraban de tule.
Todas las poblaciones ribereñas y la propia ciudad mexica sufrían constantes inundaciones, lo que llevó a los aztecas a edificar, bajo la dirección del sabio Nezahualcóyotl, señor de Texcoco, un albarradón que partía precisamente del Cerro de la Estrella. Por ese sitio pasaba también la calzada de Iztapalapa, ahora calzada de Tlalpan, sitio en donde se encontraron por vez primera Moctezuma y Hernán Cortés.
Con una excelente traza rectilínea en sus calles y canales, Iztapalapa fue el lugar elegido por el emperador Moctezuma para establecer su jardín botánico, en donde se cultivaban plantas medicinales y de ornato. Asimismo contaba con estanques de peces y criadero de aves. En el Cerro de la Estrella, los mexicas establecieron un adoratorio para celebrar el Fuego Nuevo, importante ceremonia que marcaba la terminación de un ciclo de 52 años. Actualmente allí se lleva a cabo la famosa representación de La Pasión de Cristo, a la que asisten miles de visitantes.
Tras la conquista, Iztapalapa fue una de las seis ciudades asignadas a la ciudad de México. Los franciscanos establecieron en el rumbo dos templos: San Mateo Huitzilopochco y San Lucas Iztapalapa, además de pequeñas estancias en San Marcos, Santa Marta y Nativitas.
En los siglos posteriores tuvo relevancia por el llamado Canal de la Viga, formado por dos vías pluviales originadas en Chalco y Xochimilco, las cuales al unirse se convertían en el Canal Nacional, mismo que al cruzar la calzada Ermita Iztapalapa tomaba el nombre de Canal de la Viga, desembocando en el desembarcadero de Roldán, ubicado en el corazón del barrio de La Merced, sitio inmortalizado por una magnífica litografía del siglo pasado de Casimiro Castro.
Este canal se volvió, además de medio de abasto de las verduras, frutas y flores que se producían en el sur de la ciudad, un popular paseo para la población capitalina. Resulta increíble pensar que todavía existía en 1955, año en que fue entubado, transformándolo en un drenaje, junto con el Camino Real de la Viga, ambos convertidos en calzadas.
Evidentemente esto mató las chinampas que aún sobrevivían, pero en el rumbo todavía existen personas que fueron parte de todo ello y que conservan vivencias de gran valor que recoge el Programa de Historia Oral de los Barrios y Pueblos, que lleva a cabo el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México. Parte de esta rica información se publica en la revista del Consejo: Crónicas de la Ciudad de México, que sale a la venta trimestralmente en Sanborn's, Vips, Palacio de Hierro y las librerías Del Pórtico.
Allí podemos leer, entre otros, el testimonio de doña Victoria Valverde, quien a sus 102 años recuerda: "Trabajábamos la tierra junto al Canal Nacional. šEra bonito! Sembrábamos maíz, espinaca, alcachofa, rábano, cilantro y calabaza. Cargábamos nuestros chiquihuites con verdura para vender en Jamaica; también cambiábamos algunos productos por otros. Por ejemplo, si yo quería traer fruta, la cambiaba por verdura. Los llevábamos en chalupas".
Hace poco más de escasas cuatro décadas, aún existía ese mundo en la ciudad de México. ƑQué hemos ganado con la desecación y la urbanización incontrolada? Transitando por las avenidas congestionadas de tráfico, que fueron apacibles canales, atestados sus costados de construcciones apiñadas entre sí, muchas de gran vileza, resulta difícil encontrar una explicación racional. Conocer y recordar lo que fue, quizás nos sirva para evitar casos semejantes en el futuro, si no en un descuido, hasta desaparece Xochimilco, sitio único del que hablaremos en otra crónica.
Ya en el rumbo vale la pena hacer una parada en la cantina Berlín, situada en la calzada Ermita Iztapalapa No. 544, para tomar un copetín con rica botana y, si le apetece, jugar un dominó o cubilete y escuchar un romántico trío o un bullanguero conjunto jarocho.
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