José Agustín Ortiz Pinchetti
El plan C del PRI
La incertidumbre política ocupa cada vez más el horizonte. Nos impacta la falta de certeza de quién podría ganar las elecciones presidenciales. Se trata de un hecho nuevo y una ruptura. Nos habíamos acostumbrado a que cada sexenio ascendía un nuevo tlatoani, designado por su antecesor y "ungido" por elecciones injustas pero válidas. La incertidumbre que hoy vivimos no es la que se viviría en cualquier país donde hubiera ya la normalidad democrática. Es un fenómeno mayor porque implica un cambio de régimen. La sustitución de la presidencia imperial por una república democrática.
A pesar de grandes resistencias tanto de la elite como de la parte más atrasada y conservadora de la población empieza a abrirse paso la imagen de que el PRI puede perder. Que su candidato designado por el Presidente no es invulnerable.
No hay duda de que la derrota de Francisco Labastida se está volviendo posible y quizás se vuelva probable en las próximas semanas. Si no fuera así, Labastida no reorganizaría con precipitación su equipo de campaña. Está eliminando a los elementos "liberales" como Esteban Moctezuma y ha incorporado a políticos entrenados en la manipulación y el fraude electoral. Con eso ha destruido la precaria ilusión de que el PRI se "renovaba". En realidad le ha dado la razón a Jorge Castañeda, que afirma que el único lugar en donde puede obtener sus votos es en el viejo PRI.
A finales de 1999, cuando se le preguntó a Diódoro Carrasco, secretario de Gobernación, si podíamos imaginar una victoria de la oposición, contestó que "el escenario de la derrota no había sido ni siquiera contemplado". En aquel momento la declaración del señor Carrasco combinaba perfectamente con los cálculos de una nueva derrota de la oposición que no había sabido aliarse. Pero Ƒqué sucedería si al acercarse el 2 de julio empezara a materializarse la posibilidad del triunfo opositor?
La respuesta del PRI ante esta difícil circunstancia podría ser la aplicación del "Plan B", en esencia una escalada cada vez más brutal que implicara la utilización de recursos ilegales y hasta criminales para ganar las elecciones. Tácticas de publicidad terrorista para provocar el voto del miedo. Una gran campaña de coacción del voto en las zonas más pobres y menos vigiladas. Así hasta llegar a medidas verdaderamente audaces y violentas. El "rediseño" de la campaña de Labastida y su alianza con los caciques "duros" parecerían apuntar en ese sentido.
ƑHabría un "Plan C"? Consistiría en la aceptación de la derrota electoral, si ésta se produce, y en una retirada táctica en buen orden. Un Dunquerque de la política. El PRI derrotado aceptaría su derrota y se replegaría para reorganizarse y volver a luchar por el poder en un sistema distinto.
Se duda de la posibilidad de este plan por la idea catastrofista de que si el PRI pierde las elecciones presidenciales simplemente se desmoronaría. Pero en realidad el PRI tiene condiciones estupendas para sobrevivir a una derrota electoral, aunque fuera con la pérdida de la Presidencia de la República. Para empezar tiene activos inmensos. Ninguna otra conformación política cuenta con el soporte formidable de la nomenklatura, es decir de los grupos de interés que concentran los grandes negocios y que incluyen por supuesto las redes de tráfico de drogas y de lavado de dinero. De hecho el PRI no es sino una faceta de este conjunto de intereses. En los últimos 20 años estos grupos han crecido de modo exponencial. Ningún presidente de la oposición podría barrer con ellos sin provocar un desastre social. Tienen un poder de presión que seguirán ejerciendo esté quien esté en el gobierno.
Otro activo es la clase de los administradores públicos: cuando menos 250 mil cuadros, que pertenecen al menos nominalmente al PRI, son los que hacen operar el aparato estatal en México. Entre ellos hay gente corrupta pero en su gran mayoría son gente limpia y de alta calificación. ƑQuién podría sustituirlos de la noche a la mañana sin hundir la operación gubernamental? También tendríamos al Ejército, cuyos más altos rangos están vinculados con la clase política. Y a la legión de investigadores, profesores, universitarios muy cercanos al sistema y dependientes de él, y los intelectuales orgánicos incrustados en todas las esferas de la vida pública. El nuevo gobierno tendría que negociar con ellos y concederles espacios.
Al día siguiente de la derrota el PRI tendría 20 gubernaturas con sus respectivos Congresos locales y toda una organización política, la única de cobertura completa hasta el último rincón de la nación. ƑPor qué no poder creer que con todos estos activos el PRI, quizás cambiando de nombre, de colores, de insignias, podría reconstituirse como un partido de oposición? Si no llega a un acuerdo con el nuevo gobierno podría presionarlo y combatirlo tan rudamente como combatió al primer gobierno democrático en el Distrito Federal.
El PRI se habría relegitimado al reconocer la derrota. Por primera vez sería creíble su renovación. Podría purgar a los elementos más dañinos, establecer alianzas con grupos reformistas y volver a levantar banderas de justicia social de las que había claudicado. Mientras que el "Plan B" podría conducirlo a la autodestrucción, el "Plan C" le daría otra oportunidad de triunfo en otro escenario histórico.