Iván Restrepo
El Canal Todo Americano
Cuando aún no se resuelve satisfactoriamente el embargo atunero, que Estados Unidos decretó de manera unilateral en 1991 (todavía no podemos exportar y vender ese producto con la etiqueta "libre de delfines"), ya tenemos otro problema en puerta. Esta vez a causa de un elemento básico para la vida en la frontera común: el agua del río Colorado, en especial, la que a través del Canal Todo Americano se utiliza para irrigar las tierras del Valle Imperial, en California.
Dicho canal mide cien kilómetros de longitud y prácticamente sirve de frontera entre ambos países. Con el fin de hacer un uso más racional del agua, California se dispone a construir un canal paralelo al actual, pero revestido de concreto.
Nada tendría de extraño que nuestro vecino realizara tal obra si no fuera porque existen acuerdos en los cuales se asienta que deben darse consultas recíprocas antes de emprender, en cada franja fronteriza, obras relacionadas con las aguas superficiales o subterráneas. Para tal fin existe la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), instancia a través de la cual México ha librado numerosas batallas diplomáticas y técnicas para impedir la imposición de los intereses imperiales.
Las consultas y acuerdos son necesarios en este caso, pues la nueva obra dañará seriamente la economía de miles de familias mexicanas. En efecto, por el actual canal, no revestido, se filtran al subsuelo de nuestro país unos cien millones de metros cúbicos de agua, misma que sirve para que 3 mil familias de la zona de Mexicali siembren cada año varios cultivos de exportación; el nuevo canal se los impedirá.
La parte mexicana en el CILA ha tenido ya reuniones con la delegación de Estados Unidos para resolver los problemas que habrá cuando el agua deje de filtrarse.
La solución podría consistir en darnos agua de mejor calidad, como parte de la cuota que nos corresponde del Colorado, o entregarla más cerca para evitar pérdidas por evaporación.
Hoy esa agua llega contaminada en parte por residuos agroquímicos y compuestos salinos causando problemas en el valle agrícola de Mexicali, el tercero en importancia de México.
Días antes de finalizar su periodo ordinario de sesiones, varios senadores de las entidades fronterizas con Estados Unidos sostuvieron una reunión con funcionarios de las dependencias directamente involucradas en la solución de los desajustes que traerá la mencionada obra. Destacó la asistencia del embajador Miguel González Félix y del ingeniero Arturo Herrera, de la CILA.
Aunque no trascendió a los medios lo tratado en la reunión, de la minuta correspondiente destaca la necesidad de que Estados Unidos compense a México por el agua que ya no recibirá por filtración.
Además de informar sobre el estado que guardan las negociaciones bilaterales en torno al nuevo canal, el Senado destacó un asunto de suma importancia: la necesidad de establecer una política bilateral que lleve al manejo sustentable del agua de la cuenca del Colorado, a fin de que los estados que la comparten hagan un uso sustentable del líquido y no lo contaminen.
Hoy no existe una política al respecto, a pesar de que reportes gubernamentales de ambos países y estudios de los centros de investigación coinciden en que el futuro de la frontera común estará determinado por el uso que se dé al agua.
No corregir los desequilibrios de todo tipo que ahora se observan tanto en el Colorado como en otro río fronterizo, el Bravo, llevará a una crisis regional, cuyas consecuencias se dejarían sentir en la población, la política, la economía y el ambiente en general, y generará presiones de todo tipo. Ahora mismo, granjeros del sur de Texas amenazan con demandar a México alegando que tienen pérdidas por miles de millones de dólares. El motivo: el agua que les corresponde del río Bravo no les llega en cantidad suficiente.
De ser cierto lo anterior, la causa radica en la sequía que azota a la región desde hace años. El agua, en pocas palabras, es cada vez menos; no obstante, brillan por su ausencia las medidas para evitar lo peor.