JUEVES 11 DE MAYO DE 2000
* Ofelia Medina relata su experiencia de caravanera
Los Loxicha, gran cárcel donde se respira un clima de represalia
Blanche Petrich * Las diversas caravanas solidarias que emprenden misiones de observación a comunidades acosadas por la represión dejan a su partida una sensación. "Como cuando uno visita a un preso en una cárcel. El habla, platica los abusos que se cometen tras las rejas. Cuando salimos, sabemos que se queda a merced de los carceleros, que le van a cobrar el pecado de haber hablado con uno. Así sentimos cuando dejamos las comunidades de San Agustín Loxicha, en la Sierra Sur de Oaxaca. Como si la región fuera una gran cárcel donde el que denuncia su sufrimiento a la gente que llega de afuera será irremediablemente castigado".
Ofelia Medina y Begonia Legorreta, participantes en incontables misiones de este tipo, están en pleno impacto, de regreso de su viaje a los Loxicha, del cinco al siete de mayo. La gente de las comunidades con las que se reunieron puede sufrir represalias. "Y una tiene que superar los atisbos del sentimiento de culpa. Tienes que repetirte una y otra vez: no es nuestra culpa si pasa algo. Al contrario, precisamente por eso es indispensable no dejar de hablar, denunciar, volver y dar seguimiento", dice Legorreta, colaboradora del Fideicomiso para el Niño Indígena (Fideo), que desde hace años dirige la actriz.
Esta misión, integrada por representantes de varias ONG de derechos humanos nacionales y oaxaqueñas y apoyada por varios padrinos de la fiesta de la mayordomía de Quelavé (el pintor Francisco Toledo y el secre- tario estatal de Ecología José Luis Bustamante, entre otros), fue culminación del plantón de tres meses organizado por mujeres de San Agustín, esposas de campesinos presos.
Tres autobuses con observadores --estudiantes, maestros, trabajadores-- y tres camiones de carga con 10 toneladas de alimentos y enseres, producto del acopio brindado al plantón de los Loxicha, partieron del Distrito Federal el cuatro de mayo; el cinco, ya en las inmediaciones de San Agustín, les fue cerrado el paso en un recodo.
Se les advirtió: si avanzan hay más adelante 200 hombres dispuestos a enfrentarlos. Atemorizados, los choferes estuvieron a punto de dar la media vuelta. Fue necesario pedir protección de la policía estatal, que se vio obligada a "negociar" con la autoridad de San Agustín el paso de la caravana condicionándolo a que nadie bajara en la cabecera municipal ni se tomaran fotografías. Vaya, que ni siquiera abrieran las ventanas.
El terror a flor de piel
Medina y sus acompañantes hicieron el trayecto al día siguiente. "Lo que vi a través de la ventanilla del vehículo al pasar por San Andrés es impresionante: la gente con la piel pegada a los huesos, la cara brillosa, cubierta con ese sudor que produce el miedo. Frente al palacio municipal, hombres armados". Llegaron a Quilové, unos kilómetros más adelante, en plena fiesta. "Encontramos una comunidad tratando de bailar, de comer festivamente su chivito. Pero había algo fantasmagórico en el baile, las miradas eran acechantes, las sonrisas trabajosas, los niños no reían. Cuando prendieron los cohetes del torito los niños empezaron a llorar y gritar. Eso no es normal, traen el terror a flor de piel".
Luego hubo reunión informativa. Los participantes detallaron lo que para una comunidad campesina significan los constantes operativos de las Bases de Operación Mixta (BOM): ya no hay tequio, cada uno trabaja su milpa solo, porque si hay cuatro en una parcela los militares llegan a disolver el grupo, muchos prefieren salir al campo de noche por temor a las patrullas.
Se habló del presidente municipal Lucio Vázquez, ex policía judicial al que le cargan buena parte de la cuenta de la situación en San Agustín, con 20 asesinatos y dos desaparecidos en sólo cuatro años, 200 presos políticos --87 de ellos aún encarcelados-- y 200 más con órdenes de aprehensión pendientes, y objeto de dos recomendaciones severas por parte de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Con la aparición de células del EPR en la costa oaxaqueña en 1996, algunos de ellos originarios de esa cabecera municipal, San Agustín fue marcado con el sello de la subversión. Desde entonces y a la fecha, su población es tratada como criminal.
La caravana prometió a los habitantes de Quilové denunciar la incomunicación y acoso en el que viven. "Les ofrecimos que antes de un mes y medio les donaremos su primer equipo de radiocomunicación. Lo hacemos público, pues cuando hemos donado equipos de este tipo a otras comunidades en Chiapas nos han acusado de apoyar a la guerrilla, cuando es obligación del secretario de Comunicaciones velar por que ni una sola comunidad viva en ese absoluto asilamiento."
A cierta hora de la noche, la fiesta se interrumpió. Entre los invitados se mezclaban dos desconocidos. Fueron llevados ante los mayores e interrogados. Ahí reconocieron después de muchos rodeos que no eran invitados, sino policías municipales enviados por sus superiores de la base más próxima para espiar e informar con quiénes hablaban los integrantes de la misión. Después del interrogatorio fueron encaminados a la salida del pueblo, donde pasó a recogerlos una camioneta de la Policía Judicial Federal.
De regreso en Oaxaca, parte de la misión fue recibida en el palacio de gobierno por el gobernador José Murat. "Lo escuchamos durante dos horas. Expuso prolijamente su versión, insistió en que es una situación que él heredó del gobierno anterior. Se quejó de que nunca le han reconocido el intento de dialogar con el EPR, propuesta que hizo al llegar al gobierno. Y dijo que los presos de Almoloya le contestaron que no. Tuve que interrumpir: le pregunté si entonces él asumía sin más que los zapotecos presos en Almoloya, quienes declararon bajo tortura, son efectivamente miembros del EPR."
Finalmente, informó Ofelia Medina, el gobernador Murat ofreció "que hablaría con Lucio Vázquez, presidente municipal de San Agustín, para evitar represalias después de la visita de la misión, y que no se exceda en sus funciones".