VIERNES 12 DE MAYO DE 2000
* ECONOMIA MORAL
Revalorizar el trabajo
Julio Boltvinik
La economía moral es convocada a existir
como resistencia a la economía del libre
mercado: el alza del precio del pan puede
equilibrar la oferta y la demanda de pan,
pero no resuelve el hambre de la gente
No cabe duda que uno de los cambios más brutales impuestos al país en los últimos 18 años ha sido la desvalorización del trabajo. Con diferentes matices, todos los candidatos han hablado de enfrentar el asunto. La semana pasada (La Jornada, Economía Moral, 05/05/00) mostré la evolución de los salarios medios en algunas ramas de la actividad económica en las cuales el INEGI lleva a cabo periódicamente encuestas a empresas. Concluíamos, entre otras cosas, que desde 1982 los salarios promedio se han deteriorado entre 26 por ciento (maquiladoras) y 59.6 por ciento (ramas de jurisdicción federal), aunque el salario mínimo lo ha hecho en casi 75 por ciento. En particular, mostramos que durante el gobierno de Zedillo (cortando en 1999) los salarios reales se han deteriorado más de 20 por ciento en todas las ramas (con excepción de las maquiladoras, donde han bajado 6.4 por ciento). También mostramos que los ingresos medios por hora y por mes captados ya no en empresas sino en hogares, a través de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), muestra un deterioro similar. En efecto, entre 1994 y 1999 los ingresos mensuales medios de los ocupados en las 37 ciudades más importantes del país bajaron 23.5 por ciento.
Estas pérdidas son también consistentes con las captadas en la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de 1998 (ENIGH98), lo que mostramos hace dos semanas (La Jornada, Economía Moral, 28/04/00). Vimos ahí que 60 por ciento de los hogares con más bajos ingresos ha visto deteriorar su ingreso no sólo en el periodo de crisis de 1994-1996, sino también en el de recuperación y crecimiento de l996 a 1999. También notamos cómo la distribución del ingreso se deterioró entre 1996 y 1998. La evolución de los salarios y otros ingresos son el principal factor explicativo del aumento de la pobreza, de tal manera que las evidencias que hemos presentado en las colaboraciones precedentes se interrelacionan ampliamente y llevan inevitablemente a la conclusión de que durante el gobierno de Zedillo ha aumentado la pobreza.
Las cifras que hoy presento, resultado del procesamiento de las bases de datos de tres encuestas nacionales de empleo urbano (ENEU de 1988, 1994 y 1999), contribuyen a esclarecer aún más dicho panorama. Para hacer comparables los universos de las tres encuestas hemos mantenido las 16 ciudades de la primera al analizar las otras dos.
El cuadro 1 presenta el comportamiento de los ingresos mensuales y por hora durante el periodo 1988-1994 (gobierno de Salinas: GS), en el periodo 1994-1999 (gobierno de Zedillo: GZ), y en el conjunto de ambos: periodo 1988-1994. Empecemos por los ingresos mensuales. Mientras en el GS aumentan tanto la media como la mediana del ingreso mensual1, ambas disminuyen en el GZ. Como producto de ambos movimientos, la media permanece casi sin cambios en el periodo 1988-1999, mientras la mediana disminuye casi 11 por ciento. Esto significa que la mitad de los ocupados percibía ingresos mensuales menores a 2 mil 240 pesos constantes en 1988 y que en 1999 esta mitad se situaba debajo de los 2 mil pesos, mostrando su evidente empobrecimiento. Cuando hacemos el cálculo por hora, la situación es similar, sólo que las caídas en el GZ son más altas y el aumento de la media por hora en el GS es más bajo, como puede verse en el cuadro 1. Por ello, en 1999 la media del ingreso por hora de todos los ocupados es 5 por ciento más bajo que en 1988 y la mediana es 13.4 por ciento más baja. En 1988 la mitad de la población ganaba menos de 12.6 pesos de los de ahora (1999); esta cifra aumentó a 14.8 pesos en 1994 y cayó en 1999 hasta 10.9 pesos, un poco más de un dólar la hora.
El hecho de que la mediana haya aumentado mucho menos que la media entre 1988 y 1994 indica que hubo un aumento en la desigualdad de las percepciones de ingresos. Esto lo comprobamos al constatar el comportamiento de los ingresos mensuales por grupos de deciles (cada decil es 10 por ciento de los ocupados). Los deciles 1 a 5, que agrupan a la mitad de los ocupados con menores ingresos, aumentaron sus ingresos durante el GS en sólo 14.3 por cie nto comparados con más del doble (30.8 por ciento) de los deciles 6 a 9 (el siguiente 40 por ciento de los ocupados en orden de nivel de ingresos). El decil 10, los que obtienen mejores ingresos, aumentaron en casi 47 por ciento sus ingresos, más del triple que el primer grupo. Después, durante el GZ los ingresos medios de todos nuestros grupos se reducen en proporciones similares. Por ello, cuando evaluamos, como se muestra en el cuadro 1, la evolución de las percepciones medias en el conjunto del periodo 1988-1999, es decir durante los gobiernos de Salinas y Zedillo, resulta un descenso de 12.6 por ciento en los ingresos de 50 por ciento más pobre, los deciles intermedios quedan sin cambio, y el decil más rico aumenta en 7.2 por ciento sus ingresos.
Es decir, el crecimiento económico de los años de Salinas significaron un crecimiento de los ingresos de los ocupados, pero sobre todo de los mejor situados, lo que agudizó la desigualdad. En efecto, otra manera de ver la desigualdad la muestra el cuadro 2. En 1988 los ocupados del decil 10 percibían, en promedio, 6.8 veces el ingreso medio de los deciles 1 a 5. Esta relación aumentó a 8.8 en 1994 y luego descendió levemente para terminar en 1999 en 8.3. Si se compara el ingreso mensual medio del decil 10 con el ingreso promedio del decil 2, la relación pasó de 8.1 a 10.7 veces entre 1988 y 1994 para terminar en 10 veces en 1999.
En términos de clase social, la evolución tiene también una tendencia a mayor desigualdad que se hace más clara al considerar la evolución de la mediana de los ingresos mensuales. Los datos se presentan en el cuadro 3. En el GS el crecimiento en la mediana de ingresos de los patrones (32.2 por ciento) es más del doble que el de los asalariados (13.4 por ciento) y supera también con mucho el crecimiento de los ingresos de los trabajadores por cuenta propia. Aunque las disminuciones de la mediana en el GZ, cuando caen fuertemente en todas las clases sociales, son también mayores entre los patrones, el resultado para todo el periodo es que si bien la mediana del ingreso de los tres grupos disminuye, el impacto es muy pequeño entre los patrones (-3.7 por ciento) pero muy significativo entre los trabajadores por cuenta propia y los asalariados (-10.4 por ciento y -9.8 por ciento).
Los candidatos han declarado que buscarán la recuperación de los ingresos de la población trabajadora, aunque han puesto el énfasis en los salarios. Entre los tres candidatos principales quien más ha insistido en aumentar el ingreso de los pequeños patrones (y quizás de los trabajadores por cuenta propia) es Fox, con su idea de la banca social. Si el próximo presidente no encuentra la manera de revalorizar el trabajo tanto de asalariados como de no asalariados, no podrá revertir la pauperización de los mexicanos. Esta revalorización debería ser el eje central de una nueva política económica centrada, ahora sí, en el bienestar para tu familia.