VIERNES 12 DE MAYO DE 2000

* Los crímenes de Pita Amor /y III *

 

* Elena Poniatowska *

En el mismo año de 1949 en que se publica Polvo, Diego Rivera retrata a Pita Amor en homenaje a ese libro, desnuda y escribiendo su nombre en el polvo. Ya he hablado del escándalo que causó el desnudo, pero más alboroto se armó cuando se descubrió que Pita había escrito, provocativamente, en la parte trasera del lienzo: ''A las siete y veinte de la tarde del veintinueve de julio de 1949 terminamos este retrato, al que Diego y yo nos entregamos, sin límite de ninguna especie".

Tres años antes, en 1946, había fallecido su madre Carolina Schmidtlein de Amor y Pita, obsesiva, se sintió responsable de su muerte:

 

Mi madre me dio la vida

y yo a mi madre maté.

De penas la aniquilé.

Mi madre ya está dormida.

Yo estoy viva dividida

mi crimen sola lo sé

llevo su muerte escondida

en mi memoria remota.

 

šAy qué sanguinaria nota!

šAy qué morado tormento!

šAy qué crimen en aumento!

šAy qué recuerdo tan largo!

 

Qué recuerdo tan amargo.

 

Cuando murió su madre, doña Carolina Schmitlein, Pita gastó toda su herencia, absolutamente toda, en vestidos y maquillajes, trapos y fruslerías. Esas fueron las inversiones que otros acostumbran hacer en bienes raíces. Empezó a atormentarse como consta en uno de sus libros, Mis crímenes. Declaró que la había matado como más tarde escribiría que mató a su hijo Manuelito. Sin embargo eso no impidió que su vida siguiera siendo un torbellino.

Muy joven, Pita conoció a José Madrazo de 60 años ųdueño de la ganadería de toros La Puntaų, quien la cautivó. Tenían una relación muy libre y abierta, y fue quizá el único hombre a quien Pita quiso realmente. Su conducta escandalizó a sus familiares, pero Pepe Madrazo se convirtió en su generoso y desinteresado mecenas. Pita conservó durante muchos años su relación y continuó también con sus hábitos festivos: le gustaba provocar, no tenía límites en sus hazañas, su carácter osado y desvergonzado arrasaba con todo el mundo.

Acompañaba a Pepe Madrazo a los toros y varios toreros se enamoraron de ella. Si le preguntaban que cuántos hombres la habían enamorado, decía: ''Mira, toreros, cinco; escritores, seis; banqueros, siete; aristócratas, tres; pintores, cuatro; médicos, ocho" y así seguía pícara contándolos por decenas con los dedos de sus manos enjoyadas.

 

Un primer hijo a los 38 años

 

Después de doce años de cultivar su airada pluma, después de los halagos de sus amigos y de la fidelidad de un público tumultuoso, después del homenaje de sus fans, después de disfrutar de una vida social desenfadada, Pita Amor decide tener un hijo a los 38 años. Cuando se lo comunica, Pepe Madrazo le retira su pensión y no la vuelve a ver. Impaciente, Pita se instala en la clínica con mucha anticipación y su embarazo le produce una profunda crisis nerviosa lo mismo que la cesárea. Pita no soporta la idea de haber sido operada; siente que han profanado su cuerpo, ''estoy perforada, agujerada". De la maternidad, la llevan a su departamento en la calle de Duero. Pita sabe a ciencia cierta que va a ser incapaz de cuidar al niño y su hermana mayor, Carito, se hace cargo de Manuelito. Mimí recibe a Pita cuando es dada de alta y, para borrar todo rastro de su pasado, Pita quema y regala todas sus pertenencias. Un año y siete meses después el pequeño Manuel muere ahogado en casa de Carito y Raoul Fournier, al caer en una pileta con agua.

 

Maté yo a mi hijo, bien mío

lo maté al darle la vida.

 

A partir de ese momento comenzó su camino descendente. Pita vive sola, no quiere ver a nadie, nadie puede consolarla y sólo repite una y otra vez: ''A esta edad, a esta edad", refiriéndose al año y medio de vida de su hijo.

 

ƑPor qué estoy sola llorando?

ƑPor qué estoy sola viviendo?

ƑPor qué, pensando y rondando,

mi sangre voy consumiendo?

 

ƑQué no se oyen mis lamentos?

ƑQué no se oyen mis clamores?

ƑQué no, mis contentamientos,

tienen sabor a dolores?

 

Cuando nada me rodea,

pero todo me obsesiona,

cuando la dicha me crea,

pero el dolor me aprisiona.

 

ƑNo es de justicia un camino

aunque deba ser fatal?

ƑNo es menester que el destino

me libere de este mal?

 

Vida personal, silencio

 

De un día para otro, Pita se retiró. Escogió el aislamiento. Lejos de las candilejas, no volvió a aceptar un solo programa de televisión, que nadie la abordara en la calle, que nadie supiera de ella. Descuidó su aspecto físico, tiró a la basura todos sus maquillajes. Finalmente en 1972, después de diez años, aceptó dar un recital en el Ateneo Español y recitó poesía mexicana, desde Sor Juana hasta Pita, pasando por Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel González Montesinos, Alfonso Reyes, Enrique González Martínez, Renato Leduc, Xavier Villaurrutia, Ramón López Velarde, Roberto Cabral del Hoyo, y el recital tuvo un éxito enorme. No cabía una persona más en el Ateneo. Cuando terminó su último poema, duró 15 minutos la ovación. La sala entera se puso de pie. Algunos se limpiaban las lágrimas. Muchos jóvenes asistieron a su recital, entre ellos su sobrino, el niño Roberto Sepúlveda Amor por quien ella sentía predilección y a quien empezó a visitar continuamente porque le recordaba a Manuelito, su hijo.

 

Zabludowsky ''es monísimo''

 

Le concedió una entrevista a Jacobo Zabludowsky, para la televisión, ''porque es muy mono, monísimo". Zabludowsky la admiraba y siempre la ayudó porque, además de gustarle su poesía, Pita fue la primera mujer que se impuso en la televisión; Pita era su propio floor manager, dirigía las cámaras, ordenaba las luces, mangoneaba al staff y si no le obedecían los agarraba a patadas con su piecito de alfiletero; insultaba con su boquita de carretonero, hacía y deshacía a su antojo sin que trabajador alguno se atreviera a protestar. Su insulto más socorrido era: ''indio". Más impositiva que María Félix, más mala, todos la obedecían estupefactos. Y eso a Zabludowsky siempre le llamó la atención. Le parecía una diosa intemporal, rugiente e inmarcesible y se preguntaba cómo era posible que con esa vida disoluta pudiera Pita producir una obra tan hondamente angustiada.

Pita volvió a dar recitales en que la ovación duraba más que una vuelta al ruedo.

Pita Amor juraba y perjuraba que era superior a Sor Juana, ''porque ella está muerta y yo estoy viva"; muertos también los protectores que le granjearon su belleza, su talento y su desparpajo, como Alfonso Reyes y Manuel González Montesinos, no le quedó más que el autoelogio y decretar: ''Yo soy la diosa". Muchos le creyeron.

Nunca más volvió a hablar de su pasado. Si concedía una entrevista solía decirle al entrevistador:

ųNo tolero la estupidez. Si me va a preguntar sobre mi vida, mejor váyase.

Humillaba a quienes pretendían franquear la barrera.

Si estaba de buen humor respondía a las preguntas recitando a Quevedo, García Lorca y Elías Nandino.

Al final de sus días, la reacción de los espectadores ante su extraordinaria megalomanía era siempre una: la risa. En la Zona Rosa lo que solía imperar frente a ella era el miedo. Impactaban sus extravagancias y su temperamento desbordante, pero no era difícil descubrir en Pita Amor la imagen viva de los estragos que provoca la falta de autocrítica.

Al final, lo que pareciera un exceso de autoestima se convirtió en una egolatría desorbitada. En la Zona Rosa, entre las calles de Génova y de Amberes, Pita fue rescatada en varias ocasiones por el anticuario Ricardo Pérez Escamilla que la protegía y por Pedro Friedeberg y Wanda Sevilla que la invitaban a su casa. También la galería de Antonio Souza le dio albergue en el momento más crítico.

Año tras año solíamos celebrar la Navidad en casa de Carito Amor y Raoul Fournier, en San Jerónimo, y Pita llegaba con dos o tres bolsas de plástico de la Comercial Mexicana e iba repartiendo sus regalos: una pasta de dientes, un jabón, una crema de afeitar, una caja de Kotex que resultaban sumamente originales al lado de los regalos tradicionales de corbatas y marcos de Pewter. Al rato ya no hubo ni eso, sino unos dibujos hechos en cartulinas del tamaño de una baraja que ponía en nuestras manos como los sordomudos lo hacen en los cafés de banqueta.

 

Bastante hago con ser genial

 

Nunca trabajó. ''Trabajar es de criadas" ųprotestaba. Alguna vez se lo sugerí y me respondió: ''šOyeme, escuincla, bastante hago con ser genial!". Para sobrevivir, vendió la mayoría de sus cuadros a Lola Olmedo. En la Zona Rosa le dio por repartir a 20 y a 50 pesos esas pequeñas cartulinas con una cara garigoleada de colores (la suya), la mayoría francamente graciosas. La invitaban a cenar en algunos restaurantes del rumbo pero su forma altanera de ser y su soberbia la volvían temible. ''šCórranle, vámonos que allí viene Pita!". Se esfumaron enamorados y amigos. Con una rosa en la cabeza y su bastón en la mano, Pita era sin embargo parte de la Zona Rosa, un personaje único que todos buscaban en el primer momento para huir después de haberla tratado. Se enojó con Jesusa Rodríguez cuando comenzó a imitarla en El Hábito. Asidua primero al bar, donde ocupaba un sofá completo y se apoderaba del baño durante horas, no regresó jamás después de aquel sketch que consideró una afrenta a su estatura mitológica.

Otra gran imitadora de Pita Amor es Miriam Moscona.

Lo cierto es que Pita Amor era capaz de agotarle la paciencia al mismísimo Job. Beatriz Sheridan, Susana Alexander ųque le montó todo un espectáculoų, Jesusa y Liliana que le brindaron no sólo drinks como los llamaba Pita (y que van desde ''whisky on the rocks" hasta ''medias de seda") sino su amistad, Martha Chapa que hizo de ella dos excelentes dibujos y la alimentó durante meses, optaron por apartarse de ella en algún momento para poder descansar, tomar fuerzas y volver a enfrentarla. Carlos Saaib, joven poeta que sostuvo con ella una amistad de 20 años y que en el momento en que más necesitaba le brindó su casa y acudió a todos sus ''šCarlooos!" en el edificio Vizcaya, en la calle de Bucareli, un día no pudo más y se la devolvió a Mariana y a Juan Pérez Amor, quienes se hicieron cargo de ella hasta el fin de sus días. Patricia Reyes Spíndola, mujer fina, generosa y solidaria, si las hay, dio muestras de una lealtad a toda prueba y quería sincera y profundamente a Pita.

A veces, Pita era capaz de verse a sí misma con una extraordinaria lucidez:

''Entre las deficiencias de mi personalidad existe mi ocio. Desde muy niña rondé de allá para acá sin lograr disciplinarme ni en estudios ni en juegos, ni en conversaciones. De mi ocio brotaron mis primeros versos y es en mi ocio maduro donde he ido engendrando el acomodo de mis palabras escritas."

 

Polvo, Ƒpor qué me persigues

como si fuera tu presa?

Tu extraño influjo no cesa,

y hacerme tuya consigues:

pero por más que castigues

hoy mi humillada figura,

mañana en la sepultura

te has de ir mezclando conmigo.

Ya no serás mi enemigo...

šCompartirás mi tortura!

 

Pita es importante para las generaciones venideras porque rompió esquemas al igual que otras mujeres de su época que fueron catalogadas de locas y los casos de Nahui Olin y de Pita Amor son emblemáticos. El rechazo y la censura las volvieron cada vez más contestatarias y las dos hicieron del reto y de la provocación su forma de vida.

Michael Schuessler, su biógrafo, recogió uno de sus múltiples epitafios, pues pensando en su propia muerte hizo varios:

 

Es tan grande la ovación

que da el mundo a mi memoria

que si cantando victoria

me alzase en la tumba fría

en la tumba fría me hundiría

bajo el peso de mi gloria.