SABADO 13 DE MAYO DE 2000

ƑAutogolpe en México?

 

* Luis González Souza *

Calma, no aludimos a un golpe de Estado. No tenemos en mente ųal menos, no hoyų autogolpes o fujimorazos como los perpetrados en varios regímenes latinoamericanos que, aunque seniles y putrefactos, hacen todo con tal de no desaparecer.

Aludimos a otro tipo de golpe, acaso ųpero sólo acasoų "menos peor". Nos referimos al autogolpe que ya se cocina en México contra su mismísima capacidad para sobrevivir como nación. Simplemente como nación, para ya no decir nación democrática, nación próspera, nación digna.

Por acción o por omisión, directa o indirectamente, todos alimentamos ese autogolpe. Pero hoy por hoy es instrumentado por un staff desnacionalizador, también conocido como El Gobierno Mexicano, mismo que de todos modos "elegimos" ųo toleramosų el grueso de la ciudadanía. Y es un autogolpe que por lo pronto quiere desplegarse, y encubrirse, a través del "golpe definitivo" contra el EZLN, ya advertido así por la propia comandancia zapatista (La Jornada, mayo 12 de 2000).

En rigor, el autogolpe de México comenzó hace mucho tiempo. De hecho nacimos con él. Es el autogolpe del racismo. Inclusive quedó plasmado en nuestra acta de nacimiento (Acta Constitutiva de 1824) y en todos los intentos, fallidos, de renacimiento: Leyes Constitucionales de 1836, Acta Constitutiva de 1847, Constituciones Federales de 1857 y de 1917. En todos esos momentos (re)fundacionales de México desperdiciamos la oportunidad de reconocer, respetar y aprovechar la diversidad y la riqueza de nuestros pueblos indios.

Siempre abortada la semilla de una nación tan rica como multicultural, el quiste de la discriminación indígena se ha encargado de corroer más y más la matriz nacional. Ahora al punto de preparar el golpe definitivo ni más ni menos que contra el EZLN, es decir, contra la primera organización en la historia de México que ha sido capaz de colocar la cuestión indígena en el centro del debate nacional. Es como asesinar al único doctor en condiciones de extirpar el quiste racista para en seguida implantar la semilla pluriétnica en el vientre de México.

Y si somos honestos, la lucha de los indígenas zapatistas ha hecho algo más que detener el suicidio racista del país. Al oponerse al Tratado de Libre Comercio con la fecha misma de su insurrección, el zapatismo llamó la atención contra esa serie de autogolpes mejor conocida como el desangramiento de la soberanía nacional a cuenta y cargo de los gobiernos neoliberales. Aniquilar al EZLN sería un pasaporte hacia la extinción total de nuestra soberanía, incluyendo la subasta final de los estratégicos recursos que permanecen, bien resguardados, en los territorios zapatistas.

Al proponer una democracia genuina, una que comience con la inclusión de todos y con la ética del mandar-obedeciendo, los indígenas zapatistas le han dado un buen empujón, por decir lo menos, a nuestra tortuosa transición política. Incluso han ayudado a que partidos y candidatos electorales se "pongan las pilas" (si algunos no lo hacen, es porque sus pilas son de plano chafas). Así, el aplastamiento del EZLN equivaldría a descarrilar la transición a la democracia aun en su diminuto riel electoral. Y por supuesto equivaldría a abortar el germen de una democracia profunda, multicultural, nutrida desde nuestras raíces más sólidas, las indígenas.

Para abreviar, tan sólo la resistencia y la dignidad mostradas por los indígenas zapatistas nos ha devuelto la esperanza a muchos, dentro y fuera del país. Nos han recordado que mientras sus raíces sigan tan dignas y fuertes, México sí tiene futuro. Y a la humanidad le han confirmado que el humanismo vive, y que por lo tanto, aún es posible imaginar un mundo nuevo, donde quepamos y disfrutemos todos.

Lo malo es que ya se anuncia el golpe final contra el zapatismo. Con ello avanza el fujimorismo a la mexicana, obviamente mejor, más cruento, pues "como México no hay dos". Si en Perú quedó extinguido un Congreso incómodo, acá la extinción apunta contra la soberanía, la democracia, la esperanza y contra las elecciones mismas que tanto ocupan a tantos.

Si nuestro staff gobernante transitó del mercantilismo a la psicosis (Ƒo también negocio?) del suicidio nacional, no es el caso de la sociedad. Esta impedirá otra vez, como lo hizo en 1994, el exterminio del zapatismo. Nuestra apuesta es mil a uno (y en dólares, si ya no'más éstos nos gustan). *

 

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