DOMINGO 14 DE MAYO DE 2000
Terror
* Rolando Cordera Campos *
ES CLARO PARA TODOS que el país vive una especie de surmenage del que no se puede salir fácilmente. Todo lleva, más bien, a pensar que la violencia se vuelve a situar como la salida fácil y falsa de una circunstancia dominada por la ansiedad y la desesperación ante lo desconocido y lo que no se puede prever, pero se anticipa como peor que lo conocido.
Las elecciones y la democracia alcanzada no son remedio bueno para esta situación. La disputa presidencial se ha convertido en un torneo de tontería y patetismo, mientras la degradación social y cultural sigue su curso.
Desde estas páginas de La Jornada se ha escrito y documentado mucho de lo que arriba he tratado de resumir. Lo más reciente, me temo que no lo último, es la vejación inaudita de que fue objeto Gilberto Rincón Gallardo el viernes pasado en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, cuando presentó ante estudiantes y profesores sus ideas sobre la educación superior.
En las últimas semanas y meses, he asistido y resentido actos de violencia autoritaria por parte de una horda que se autonombra estudiantil y representante de los universitarios en huelga. Fui testigo del sabotaje a una conferencia de los maestros José Blanco y Castrejón Díez, en la Facultad de Economía, šsobre el futuro de la UNAM!, así como del intento de cierre de la dirección de esa facultad, con material de un salón de clases previamente demolido por los zapadores del terror, que como guillotina ambulante atenta a diario contra cualquier signo de cultura que intente salir del salón de clases. Y antier, viernes, fui agredido verbal y físicamente por desconocidos que reclamaban, para ellos, el monopolio de una palabra sin nombre ni apellido.
Pienso que sólo la entereza y el valor de Gilberto Rincón Gallardo impidieron lo peor. Pero ahí quedó la memoria y la vergüenza de muchas y muchos universitarios ante el horror de una violencia impune e injustificada, que ningún mexicano digno puede aceptar.
Quién sabe por qué las autoridades de nuestra universidad se empeñan en mantener la ficción de un diálogo que no lleva a ningún lado. Lo único claro hoy es que esos con los que se quiere conversar no representan a nadie y sólo portan el desgaste final de la institución, como mensaje lamentable de un gobierno omiso y arrogante que no supo valorar lo que la UNAM representa para México.
Nadie debería atreverse a justificar la majadería que se vive en la universidad, cada vez que la horda decide expresarse. Menos aún en los espacios tan duramente ganados para el ejercicio de la libertad como es La Jornada.
Junto con la convocatoria al pacto político, hecha el viernes por más de 100 escritores e intelectuales, se impone ahora una cruzada por la paz mental que ponga un hasta aquí a la violencia que se incuba en los prados antes maravillosos de CU. No hay estadística o especulación sociológica que pueda justificar la barbarie. Y es de eso de lo que, desgraciadamente, tenemos que hablar hoy, a pesar de la normalidad electoral alcanzada y usufructuada todavía por muy pocos.
No hay manera de inventarse una realidad a base de votos y códigos. Si la sociedad adulta de México decide olvidarse aunque sea por un rato de la degradación que ahora asoma su rostro corrosivo en la UNAM estará abriendo la puerta a una brutalidad mayor, de la que nadie estará a salvo.
No hay más que pena y vergüenza al constatar que las parrafadas de Marcos y sus epígonos sirven para arropar a los que, so pretexto de la revolución, buscan imponer un silencio que sólo puede vivir en el fascismo más corriente. *