DOMINGO 14 DE MAYO DE 2000

* Anfitrión e invitados interpretaron Jackass en español y con arreglos de mariachi


Fin de la gira Beck-Café Tacuba con un palomazo transcultural

* Alaridos a la mexicana entre el público multirracial * Próxima parada, Latinoamérica

Patricia Peñaloza, especial para La Jornada, Los Angeles, California * En pleno viva el 5 de mayo, máxima fiesta chicana, el auditorio Greek Theatre celebra con alaridos a la mexicana cuando Beck, el angelino ganador de dos Grammys, y su banda invitada, Café Tacuba, interpretan Jackass, original del primero, en dizque español y con arreglos mariachescos: "šEsto ha sido lo mejor de la noche!", festeja el anfitrión, mientras el público aplaude la sentencia.

Y qué mejor escenario que Los Angeles para que los mexiquenses cerraran su gira como teloneros de Beck, y realizaran este palomazo transcultural, por primera vez en todo el recorrido beck-tacubo, justo en la ciudad gringa del neomestizaje por antonomasia, de la mexicaniza recuperando tierra que suya fue. Qué mejor que LA, sede freak de la American West Coast: hartos cruces interraciales y reinas extravagantes, pasareloides pretensiosos; bulevares infinitos; un territorio dementemente mayor que el del DF. El ambiente le venía a Beck como condón al ya-saben-qué, pues su discurso musical y lírico apuesta por el esquizoide collage que le genera vivir entre tanto Hollywood-freak. Su viaje sonoro deviene de lo folk (como el de Cafeta) al ponderamiento del mal gusto, a la reunión de lo aparentemente irreconciliable (íbid.), haciendo de todo ello una representación sonocósmica mucho más fiel a la actual superinformada e irónica vida (ir)real, que la de académico apego a la partitura (íbid).

La tarde del 5 de mayo, aniversario de la Batalla de Puebla, en el soundcheck, Beck trata de montar Jackass con un mariachi infantil, pero los chavitos no se saben más que su repertorio. El cantante-productor-pastiche se pone de malas, pero sale ganón el Café Tacuba, pues recurre a ellos. A tres horas del chou, ahí están ensayando en el camerino tacubo: trompetista y trombonista de Beck; Quique al guitarrón; Alejandro Flores, su talentoso y permanente invitado folclorista, al violín; Joselo en la guitarra. Nrü lucha por aprenderse en voz tercera, para hacer dueto con Beck, melodía y letra, escrita y quezque traducida, por el anfitrión: "Despierto, algien beck tacu BN2 arrastra mis juesos/ cabos sueltos enlassan a mi cabeza... invitacion estrano".

Aunque en todas las ciudades, comenta su mánayer Juan de Dios Balbi, le fue bien al Cafeta, parece que Vancouver fue donde más chido se puso. Y es que en LA la respuesta fue dispareja: su gente, acostumbrada a verlo y oírlo todo, se portó regular frente a ambas bandas el día 5 (Ƒasistió mucho poser mamón?), pero mucho mejor el 6, con gente más normalita. Con el combo de Naucalpan la audiencia gritó más cuando aquéllos realizaron su coreografía robotisurrealista sobre sus no menos surreales instrumentemas, y durante sus tecnofolclóricas rolas. Beck por su parte, frente a 5 mil, repitió a solas su sesión acústica muy a lo Dylan y, con sus puntualísimos y machines ocho músicos, el gustado numerito de la canción Debra, en el que sobre el tinglado desciende una cama con sábanas de seda roja, y después de cantar "quiero hacerlo contigo... y con tu hermana... creo que se llama Debra", Beck se arroja al colchón, emulando a Madonna en cuanto a escena y a Prince en cuanto a voz; acaricia la almohada, avienta choros seudo-sexies, el público se carcajea. Irónico, baila breakdance, y al final voltea de nuevo el escenario de cabeza, se cuelga cuanto encuentra a su paso, y sobre un estruendo disonante, sus músicos se arrojan entre sí, hacen volar bolsas de suero, piñatas en forma de ovni, atriles. El cantautor porta... šjeans con estoperoles a lo charro! En el aftershow del sábado, Sergio Arau, igual y cotidianamente ataviado, exclamaría: "šNo se vale, me copió!"

Tras el primer concierto, Beck, mucho más pálido que en las fotos, ofrece una fiestecita en un bar medio snob. Ahí arriban la actriz Drew Barrimore y Mike D, de los Beastie Boys. Le pregunto a Beck que cómo se sintió; dada la fresez de la audiencia, dice que tal vez fue la peor tocada de todo el tour, salvo por lo del palomazo con los tacubos, reitera. La novia de Beck, a su lado, es muy guapa, delgadísima como él, diseñadora de modas; pero es sangroncita y cuando los de la revista La Banda Elástica le quieren tomar una foto a su chavo, cuando ya él accedió, ella dice: "ƑPara dónde es la foto? ƑPara qué la quieren?" Y se lo lleva. (Los tacubos no asisten; unos prefieren descansar, y otros realizar su propia reunión en su hotel, contiguo al Highland Hotel, donde murió Janis Joplin). La fiesta de Hansen es tranquila y llena de músicos y personajes agradables, amigos cercanos. Beck es raro: aunque es amable y sencillo, suave en modos, es medio cortante, como si diera el avión a todos; inexpresivo, tipo zombie; cuentan que es neuras con sus músicos en los ensayos... El petit-comité acaba a las 2 am, y el celebrado se retira en un šLincoln Town Car, a pesar de su dura crítica al American way of life! Ni maiz. Hay parámetros gringos de los que no se puede librar...

Al terminar el segundo chou, Beck está más animado, y junto con su banda acude al tacu-camerino. Todos departen felices, se toman fotos, se abrazan, beben tequila. Repite por tercera vez que cuando tocó con ellos fue lo mejor y, copa levantada en mano, expresa, descafeinado cual es: "šPróxima parada, Latinoamérica!" Todos celebramos su grito, y anhelamos que no nos esté choreando, y de veras cumpla su promesa.