DOMINGO 14 DE MAYO DE 2000

Subsidio financiero

 

* Antonio Gershenson *

DESPUES DE HABER GASTADO 123 mil millones de pesos en su "rescate", el gobierno federal vendió el banco Serfin en 14 mil 650 millones. Gastó ocho y media veces lo que luego recibió, o recibirá. Esto, no importa cómo se le quiera llamar, es un subsidio a uno o más bancos. Los que eliminaron el subsidio a la tortilla, a otros alimentos básicos, incluso el control de los precios de las medicinas, diciendo que se gastaba mucho dinero, ahora gastan muchísimo más en beneficiar a banqueros, cargando el costo a una deuda pública cuyo pago se nos extrae por la vía de los impuestos y de los altos precios de algunos bienes del sector público.

Será muy difícil convencer a la gente de que, para salvaguardar el sistema financiero del país, tenía que subsistir, por ejemplo, Banca Unión, y se le debían transferir miles de millones de pesos, cuando se pudo haber cerrado y transferido sus cuentahabientes a otro u otros bancos. Será muy difícil que el votante, el próximo 2 de julio, olvide todo esto, todo este saqueo de la riqueza nacional y del trabajo de los mexicanos, para beneficiar a unos cuantos, en no pocas ocasiones empresas extranjeras.

Si recordamos las raíces del problema, las devaluaciones de fines de 1994 y de 1995 dispararon las tasas de interés internas, incluso por encima de los porcentajes de devaluación. Esto puso en crisis el sistema de créditos que, además, había sido exageradamente promovido a fines del anterior sexenio como una forma de inflar el insuficiente mercado interno. Se creó una imagen de prosperidad eterna, que funcionó para lograr el resultado electoral que deseaba el gobierno pero no para un desarrollo real y sostenido.

Se planteó que la banca de desarrollo prestara a largo plazo y bajas tasas de interés a los deudores que no podían pagar las nuevas tasas, que simultáneamente se documentara el pago al banco comercial respectivo, y que de esa manera se liquidara, sin tanto gasto ni tanto lío, la llamada cartera vencida. El banco se quedaba sin el problema y el deudor también.

Sin embargo, la ideología de los banqueros, que no ha evolucionado en décadas, iba en el sentido de que la causa del problema no era la descrita, sino lo que se llamó "la cultura del no pago". Si se tomaban las medidas de que hablamos, según esto, se fomentaría esa cultura, y después nadie iba a querer pagar. Pero precisamente por eso, las veces que en la historia mexicana y mundial se han tomado medidas como estas, se han adoptado por única vez y sin que siente precedente.

Este razonamiento no explica cómo miles de personas, que en 1994 pagaban su tarjeta de crédito o los abonos de la compra del coche, adquirieron de repente esa nueva mentalidad y dejaron de pagar, casualmente en el momento en el que los pagos del coche pasaron de mil quinientos pesos a tres mil quinientos. Sin embargo, el gobierno, y especialmente su sector hacendario y financiero, hicieron suyo este razonamiento. Prefirieron dar todo este dinero a los banqueros, para que negociaran individualmente con cada deudor, sobre la base de las condiciones puestas por los bancos. Muchas personas y muchas empresas no pudieron cumplir esas condiciones. Otras más renegociaron la deuda, pero los intereses, aun rebajados por el subsidio gubernamental, seguían siendo muy elevados y al cabo de un tiempo nuevamente se quedaron sin poder pagar.

Así como si en una región los leones se comen a todas las gacelas, al rato se mueren ellos también de hambre, los banqueros, habiendo logrado un buen dinero exprimiendo hasta el final a muchos de sus clientes, en un momento dado se quedaron sin ellos. La mayoría de los bancos tronaron, fueron vueltos a vender, y buena parte de ellos pasaron a manos de bancos extranjeros. Lo peor: el gobierno, con esto, generó un déficit de mil millones de pesos, convertidos de hecho en deuda pública, que estamos pagando con un desarrollo lento, con una desigualdad creciente, y que nuestros hijos tendrán que seguir pagando. Las deudas de las tiendas de raya del porfiriato, heredadas también de padres a hijos, son una miseria al lado de los niveles del endeudamiento actual.

Estos son los resultados de no aplicar una fórmula que en similares ocasiones anteriores había funcionado. Son los resultados de las decisiones del gobierno anterior, que dejó bien puestecita la bomba de tiempo de la devaluación, y del gobierno actual, por manejarla como la manejó. *