JUEVES 18 DE MAYO DE 2000
* El domingo, canonización masiva de 27 mexicanos
Virtudes, martirio y milagros, los requisitos para ser un santo
* El dinero necesario, razón de que más religiosos que laicos lo sean
José Antonio Román * Para llegar al cielo se necesita mucho más que "una escalera grande y otra chiquita". La Iglesia católica exige a los mortales no sólo una vida de "virtudes" o el martirio a causa de su fe. No, para ser santo es necesario "comprobar fehacientemente" dos milagros: el primero, para ser declarado beato; el segundo, para ser colocado, con todo y zapatos, en los altares.
A todo lo anterior hay que añadir también, de manera indispensable, "importantes" recursos para pagar numerosos peritos, historiadores y expertos en las más diversas materias, cuya misión única es aprobar el juicio del presunto santo ante la Pontificia Congregación para la Causa de los Santos, instancia de la curia romana que funciona como tribunal donde se comprueba o no la santidad del candidato a los altares.
Quizá ello explique que el número de las causas de sacerdotes y religiosos sea mucho mayor que el de los laicos. Aquéllos cuentan con personal y respaldo económico de las diócesis, institutos o congregaciones que asumen los gastos y mantienen permanentemente un grupo de expertos en Roma.
El proceso de canonización viene a ser, en términos mundanos, un proceso judicial en el que un juez (el Papa) decide, y en el que participan abogados de uno y otro lado, tanto de quienes pretenden demostrar la "santidad" del candidato, como de quien hace de "abogado del diablo", cuyo deber es presentar objeciones y demostrar que no es merecedor a pasar el umbral de la santidad.
No obstante, la introducción de la causa no garantiza que el candidato llegue a ser canonizado. De hecho, hay cientos de beatos que se quedan como tales. Se dice que las canonizaciones no son un negocio para el Vaticano, pues las sumas invertidas, casi siempre por muchos años, se aplican sobre todo al pago de investigadores locales, que pueden ser laicos.
Y, aunque en 1983 el papa Juan Pablo II "facilitó mucho" el procedimiento para las investigaciones, reduciendo de tres a uno el número de milagros, México sólo cuenta con un solitario santo en los altares católicos, pese a tener fama reconocida de ser un pueblo de fuertes sentimientos religiosos.
San Felipe de Jesús, franciscano "martirizado" en Japón el 5 de febrero de 1597, fue beatificado en 1629 y canonizado por el papa Pío IX el 8 de junio de 1862, año de la invasión francesa, la lucha entre liberales y conservadores, y la guerra por el restablecimiento de la república. Entre la fecha de su muerte y la de su ingreso a los altares pasaron 265 años. Pero tres fueron sus milagros.
En un solo día, pasaremos de
tener un santo a contar con 28
Sin embargo, este domingo, un hecho histórico para la Iglesia católica en el país cambiará la situación significativamente. En un solo día, México pasará de tener un solo santo, a contar con 27 más; 25 son mártires de la guerra cristera y los otros dos son un sacerdote y una religiosa. Todos ellos serán canonizados por Juan Pablo II en una celebración religiosa en la Plaza de San Pedro que se espera sea multitudinaria.
De los 27, sólo tres son laicos, cifra desproporcionada, pues la mayoría de los combatientes en la guerra cristera fueron precisamente laicos. Según varios historiado- res, entre ellos Jean Meyer, autor de La Cristiada, los mártires laicos fueron cuando menos 200, quienes entre 1926 y 1929 "murieron inermes, sin defenderse y a causa de su religión, mientras que en ese mismo periodo cayeron unos 90 sacerdotes".
El milagro es indispensable para llegar a los altares. La Congregación para la Causa de los Santos es "sumamente rigurosa" sobre todo en este punto. Revisa minuciosamente todo expediente y prueba científica, además de las circunstancias en que obró el milagro, señala monseñor Oscar Sánchez Barba, postulador de la causa de los mártires y responsable directo de la oficina que en Roma lleva todos los casos mexicanos.
Definición contemporánea de
lo que constituye un milagro
ƑQué es un milagro? Aunque no es fácil definirlo, varios teólogos modernos han señalado que es "un hecho religioso insólito, sin explicación científica alguna, que supone una intervención especial y gratuita de Dios y es a la vez signo o manifestación de un mensaje de Dios al hombre y un llamado a la conversión", según el libro De América al cielo, de Miguel Angel y Carlos Villa Roiz, ya en fase final de edición.
El milagro que llevará a los altares a los 25 mártires mexicanos, encabezados por el sacerdote Cristóbal Magallanes, fue "colectivo" y en favor de María del Carmen Julio Cortés, quien padecía de quistes cancerosos en los senos; médicamente estaba desahuciada. En 1992, ella asistió a la beatificación de los 25 mártires en la Plaza de San Pedro, y al volver a México "quedó curada" tras haberse encomendado a todos ellos. Hoy, María del Carmen vive completamente sana en la ciudad de Guadalajara.
Así, inusualmente, la Pontificia Congregación para la Causa de los Santos aprobó, tras minuciosa revisión de expedientes médicos y de someter a otros tantos a la señora Julio Cortés, el llamado "milagro colectivo", luego de casi 70 años de iniciado el largo proceso de beatificación, y posteriormente, el de la canonización.
El mismo Juan Pablo II --quien en sus casi 22 años de pontificado ha canonizado a más de 300 beatos, cifra muy lejana de los 35 de Pío XII-- ha dicho que la Iglesia promueve la canonización de santos para ofrecer modelos a imitar que den testimonio de vida y muerte en la fe. Por ello, la Iglesia busca la actualización y modernización de estos ejemplos vivos. De hecho, hay dos caminos para llegar a los altares: la vida virtuosa en grado heroico y el martirio.
De América al cielo, obra de más de 400 páginas, llevó casi cuatro años de investigación y es con toda certeza la más completa en el tema, pues reúne en un solo volumen biografías y testimonios de todos los santos, beatos, mártires, siervos de dios y venerables de la Iglesia mexicana, desde los tres niños mártires de Tlaxcala y Juan Diego, pasando por los mártires de la cristiada hasta los hombres y mujeres de décadas recientes.
En su prólogo, el arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, destaca que el libro recoge los testimonios de hombres y mujeres de todas clases y condiciones sociales que no se resignaron a contemplar un México en formación, sino que aportaron al país lo mejor de sus vidas desde la perspectiva de Dios y del Evangelio, "llegando incluso a testimoniar y defender su fe en el martirio cruento, cuando la impiedad irracional pretendió apoderarse de nuestra patria, apenas en este siglo".
Escalera al cielo
(Los cuatro peldaños: siervo de Dios, venerable, beato y santo)
El Código de Derecho Canónico de 1917 estableció que se debe iniciar una investigación antes de proceder a la beatificación o canonización de un siervo de dios. Estaban previstos dos procesos: uno diocesano y otro apostólico. Hoy se considera una sola investigación en dos fases: diocesana y romana.
Siervo de Dios.- Cuando alguien es declarado así, da inicio la causa de canonización. Este nombre sólo puede ser otorgado por las autoridades locales a los que disfrutan de fama de santidad y que, por sus virtudes heroicas o martirio, sean susceptibles de ser elevados a los altares.
Venerable.- Este título se confiere cuando han sido decretadas las virtudes históricas, pero no equivale a un permiso para rendir veneración al siervo de Dios, ni es indicativo de que la beatificación esté próxima.
Beato.- Es el siervo de Dios a quien, mediante una declaración del Papa, se puede venerar en un lugar o ambiente determinado. Su culto es local. Para ser declarado como tal se requiere un milagro de Dios hecho por su mediación.
Santo.- Es necesario otro milagro. Esto incluye a los mártires luego de haber sido beatificados. Se permite su culto universal, y sus nombres se inscriben en el catálogo de santos de la Iglesia católica.