Enrique Calderón Alzati
La consulta de López Obrador
CONFORME SE ACERCA LA JORNADA electoral del 2 de julio, la simpatía popular hacia Andrés Manuel López Obrador lo perfila como el triunfador de las elecciones locales del DF, siendo posible que la victoria sea semejante a la de Cárdenas en 1997, frente al candidato del PRI, haciendo esta vez el papel del gran perdedor, que habiendo estado en el primer lugar de las preferencias electorales, terminará quedando en el tercer lugar. La derrota del PRI, originada en la selección de un banquero como candidato a gobernar una ciudad castigada por la pobreza, y reforzada con pésimos aspirantes a las delegaciones políticas, les impedirá seguramente lograr siquiera el triunfo en una delegación. En esta ocasión parece que el carro completo les funcionará en reversa.
La estrategia del PRI de intentar descalificar a López Obrador, mediante una maniobra legaloide, a la vez que truculenta, le ha resultado fatal y condenada al fracaso, en tanto la existencia de fallos del Tribunal Electoral, en favor de candidatos con residencia en dos lugares (lo cual ni siquiera es aplicable en este caso, en virtud de la carencia de validez de los documentos con los que se pretende probar su residencia en Tabasco), la estrategia ha traído como consecuencia no sólo el apoyo multitudinario para Andrés Manuel, sino un motivo más de enojo hacia el PRI y sus candidatos, incluido Labastida, con el consiguiente disgusto del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido hacia sus líderes locales en el DF.
Por su parte, los cuadros cercanos a López Obrador, lejos de confundirse ante las maniobras del PRI, las vieron como una oportunidad para una movilización popular en torno de su candidato, de tal magnitud que les permitiera asegurar el triunfo. La consulta del domingo anterior forma parte de esa lógica, y constituye una muestra de lo que es posible lograr con imaginación y entusiasmo; en tan sólo quince días y luego de un impresionante mitin partidista, cerca de 6 mil mesas pudieron ser colocadas en toda la ciudad para recibir las respuestas ciudadanas, cuya sola existencia daba fe del respaldo logrado por López Obrador para su candidatura.
Para los ciudadanos que fuimos invitados a observar la consulta, la experiencia diría yo que fue útil y grata; útil porque ayudó a transparentar y dar credibilidad a la consulta, que siendo partidaria, corría el riesgo de ser cuestionada o invalidada por los partidos contrarios y quizás por algunos sectores de la misma sociedad civil. Al mismo tiempo me atrevo a pensar que para los militantes del Partido de la Revolución Democrática la observación ciudadana constituyó un motivo especial para esmerarse en la organización ordenada del evento, y evitar la comisión de acciones deslegitimadoras de la consulta misma.
La consulta resultó también una experiencia grata en varios sentidos. En primer lugar nos llamó la atención el espíritu de civilidad preponderante en la jornada y el alto número de mujeres a cargo de las mesas receptoras. Los aproximadamente 480 mil ciudadanos y ciudadanas que participaron con sus respuestas, constituyeron un testimonio elocuente de un compromiso político. Como observadores del proceso, nuestra participación era de naturaleza crítica y, en este sentido, encontramos aspectos que pueden ser mejorados.
El más relevante es el referente al número de mesas instaladas; a mi parecer las 6 mil mesas instaladas fueron mucho más de las requeridas. Se nos dijo que la estrategia obedecía a asegurar la existencia de mesas cerca del domicilio de los votantes; sin embargo, encontramos muchas separadas unos cuantos metros unas de otras. Poner más mesas de las necesarias no incrementa el número de participantes, pero sí los riesgos de desorganización, la sensación de poca afluencia de participantes, (alrededor de 60 por mesa en algunas delegaciones) y, sobre todo, dificulta la obtención y difusión temprana de resultados. Quizás estos puntos deban tomarse en cuenta en futuros ejercicios de este tipo.
En un buen número de mesas (15 por ciento del total) se permitió participar a personas sin credencial de elector, aunque se pedían otras credenciales, por ello es probable que en total hubiesen participado alrededor de 24 mil personas sin mostrar la credencial de votar (5 por ciento); no obstante, los responsables de las mesas sí tuvieron cuidado en evitar la participación de personas de otras entidades, ante el enojo explicable de éstas, que si querían participar, es porque ellos y ellas laboran y mantienen intereses legítimos en el DF. De hecho, en ellos se repite la experiencia de miles de ciudadanos que se sienten y están ligados a la gran ciudad global y capital de la República, que es la ciudad de México. Por lo demás, los reportes que tenemos de alrededor de 900 mesas observadas nos permiten afirmar que el proceso se realizó en forma ordenada y acorde a las reglas establecidas.