Leonardo García Tsao
Llegaron los filmes difíciles
Cannes, Francia.- Aprovechando que mucha gente se ha marchado ya, el festival de Cannes ha puesto hoy en concurso dos de sus títulos más difíciles. El primero es Code inconnu (Código desconocido), producción francesa dirigida por el austríaco Michael Haneke, quien hace tres años provocó aquí mucha controversia con sus Juegos divertidos. En un estilo narrativo similar al de su anterior 71 fragmentos de una cronología del azar -estrenado hace poco por Canal 22-, el realizador describe de forma episódica cómo se cruzan las vidas de una actriz hipersensible, su esposo que es fotógrafo de guerra, el padre granjero de este, una inmigrante ilegal de Rumania y un joven negro de origen africano, entre otros seres infelices.
Si bien cada episodio está resuelto con un plano-secuencia de ejecución perfecta, el resultado final es demasiado abstracto. Haneke sostiene que la vida moderna -entre la falta de comunicación, la xenofobia, el racismo y otras lacras- es un asco, pero no llega a la concreción perturbadora de su obra previa.
Quien le ha ganado a Haneke en su propio juego de gélida misantropía es el poco conocido cineasta sueco Roy Andersson. Su cuarto largometraje Sanger Fran Andra Vaningen (Canciones del segundo piso, un título tan críptico como la película misma), es una serie de viñetas grotescas que describen actos extraños de decidido sabor apocalíptico. Cada secuencia está resuelta en un plano fijo, con una lente gran angular; sólo hay movimiento si la cámara está sobre un vehículo. Aunque las primeras viñetas recuerdan al finlandés Kaurismäki por su humor seco y excéntrico, la cosa se va poniendo cada vez más inquietante y menos graciosa. Este es el tipo de películas que sólo puede exhibirse en un festival como Cannes, pues es inconcebible que un espectador común pague dinero por verla.
Faltando un día del concurso -y el último par de películas en competencia--los pronósticos están muy divididos en cuanto a los premios. Ya hemos reportado la tendencia de algunos por favorecer a Dancer in the Dark, pero la verdad es que no ha habido un favorito por consenso, como lo fue Todo sobre mi madre el año pasado. Aunque muchos críticos -quien esto escribe incluido- señalan a Yi Yi, del Edward Yang, como lo mejor del certamen, es dudoso que se decida premiar a una producción taiwanesa de casi tres horas de duración sobre los avatares de una familia típica.
En cuanto a actuaciones la opción más clara podría ser la actriz sueca Lena Endre, por el sufrimiento bergmaniano de Trolösa; sin embargo, hay quienes candidatean a la gringa Anne Thomson por Fast Food, Fast Women, cosa incomprensible pues la marca de varias cirugías estéticas le ha dejado la cara como máscara.
Tampoco perdamos de vista el hecho de que cinco miembros del jurado, exactamente la mitad, son actores -Nicole García, Aitana Sánchez-Gijón, Kristin Scott Thomas, Barbara Sukowa y Jeremy Irons-, lo que generalmente se traduce en muchos disparates. Los otros cinco son tres directores -el francés Luc Besson, presidente, Jonathan Demme y Mario Martone- y dos escritores, la india Arundhati Roy y el francés Patrick Modiano. Ya veremos cuántos corajes pasaremos mañana en el Palmarés.
Por lo pronto, el triunfo indiscutible de Amores perros, de Alejandro González Iñárritu, en la Semana de la Crítica hacen especular sobre las posibilidades de que se lleve también la Cámara de Oro. Ese sería, francamente, el único premio emocionante.