LATINOAMERICA: MISERIAS DE LA DEMOCRACIA
A una semana de la segunda vuelta presidencial en Perú, las expectativas sobre un proceso confiable de expresión de la voluntad popular han sido remplazadas por un callejón sin salida aparente, tanto para el régimen de Alberto Fujimori -quien pretende buscar, el domingo próximo, su segunda relección-- como para las oposiciones, unificadas en torno a la candidatura de Alejandro Toledo, quien el jueves pasado, ante los numerosos indicios de que se prepara un fraude monumental, anunció su retiro de la contienda.
El bochorno político de unos comicios con un solo candidato puede ser perfectamente tolerable para Fujimori, personaje caracterizado -entre otras cosas-- por su nulo pudor democrático. Pero para la realización de una elección que sería un verdadero soliloquio hay obstáculos más sólidos: en lo interno, la posibilidad de una insurrección civil, encabezada por Toledo, y en lo internacional, un repudio de organismos regionales y gobiernos que esta vez -a diferencia de lo ocurrido cuando el mandatario de origen japonés acabó, por medio de un golpe de Estado presidencial, con la institucionalidad democrática-- podría traducirse en sanciones económicas y otras medidas de aislamiento más sustanciales que las meras expresiones de rechazo.
Las cosas no se presentan más fáciles para Toledo y el movimiento Perú Posible. Los llamados de la oposición al abstencionismo difícilmente conseguirían un respaldo total, en parte por la campaña de terrorismo electoral instrumentada por el régimen -mediante advertencias de multas y obstrucciones administrativas a quienes se abstengan--; bastaría con que una porción significativa de los partidarios del aspirante presidencial opositor se presentaran a las urnas para legitimar, y hasta facilitar, resultados que el oficialismo podría presentar como una victoria.
En términos generales, la actual crisis política peruana es la expresión más grave de los conflictos por los que atraviesan las formas democráticas en diversos países de América Latina. En Venezuela, los comicios programados para el mismo día que en Perú -28 de mayo-- están marcados por la sospecha de una cercanía excesiva del Consejo Nacional Electoral (CNE) con el presidente Hugo Chávez, quien aspira, igual que Fujimori, a relegirse. Ciertamente, a diferencia del caso peruano, tales sospechas no alcanzan las dimensiones de escándalo por un evidente andamiaje de fraude, pero son ejemplo de las distorsiones causadas por el sometimiento de las instituciones republicanas a la presidencia omnímoda y omnipotente que Chávez ha venido construyendo desde que fue llevado al poder por una votación masiva que expresaba no sólo su simpatía con el ex militar golpista sino su exasperación ante una clase tradicionalmente corrupta, frívola e incapaz.
Los referidos no son los únicos hechos preocupantes para la perspectiva de una praxis democrática robusta y sólida en la región. Cabe mencionar, también, el fracaso en la negociación del debate televisivo que habría debido realizarse mañana en nuestro país entre los candidatos presidenciales; con todo y lo insatisfactorio que resulten esos encuentros, constituyen, a fin de cuentas, oportunidades para que la ciudadanía se haga una idea de los contenidos -o de la falta de ellos- en el discurso de los aspirantes. Finalmente, no puede pasarse por alto el desastre de elección que tuvo lugar ayer en Haití, y que puede resumirse en dos datos: 15 políticos -candidatos a diversos puestos y cuadros partidistas-- asesinados en el curso de las campañas y una desorganización monumental que impidió el funcionamiento normal de una gran cantidad de casillas.
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