MARTES 23 DE MAYO DE 2000
Ť Comprobada, la participación de los brasileños
"Pacto de silencio" entre los miembros de Operación Cóndor
Ť Las izquierdas se habían unido y las atacaron de la misma forma
Stella Calloni, corresponsal/I, Buenos Aires, 22 de mayo Ť El destape sobre la participación de militares brasileños en la Operación Cóndor, la coordinadora criminal de las dictaduras castrenses que gobernaron el Cono Sur en los años 70 y 80, se inició hace poco menos de un mes, cuando la Corte Suprema de Brasil ordenó al gobierno del presidente Fernando Henrique Cardoso responder a la solicitud del juez argentino Claudio Bonadío, de investigar el secuestro y la desaparición de tres argentinos en el país, entre marzo y junio de 1980.
Sin embargo, ya muchos advierten contra un "pacto de silencio" entre los protagonistas de esa siniestra operación, aun cuando Cardoso, que hasta ahora apenas se ha referido al Cóndor, ordenó la búsqueda de material sobre ese plan en los archivos de las fuerzas armadas. El juez Bonadío pidió comprobar si hubo participación de militares argentinos en la desaparición de Mónica Pimus y Horacio Campligia, durante una escala en el aeropuerto internacional de Río de Janeiro, y de Lorenzo Ismael Viñas, en la zona fronteriza de Uruguayana.
Los jefes militares brasileños argumentaban que en sus archivos no figura nada sobre el Cóndor, pero en la investigación realizada para La Jornada desde enero de 1993 en los Archivos del Terror de Paraguay, descubiertos por el abogado paraguayo Martín Almada, había suficiente documentación sobre el tema. Asimismo, el pasado 14 de mayo el periódico O'Globo reveló que el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) de Brasil colaboró en la creación de la DINA, la siniestra policía política de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Un jefe de la CIA en Santiago, Day Warren, habría contactado a los brasileños con el ex director de la DINA, Manuel Contreras.
Según documentos desclasificados recientemente en Estados Unidos e investigaciones del periodista estadunidense John Dinges, había en Brasil tres campos de entrenamiento en técnicas de interrogatorios para prisoneros, incluyendo metodologías de exterminio, a la que acudieron militares sureños. El diario Folha de Sao Paulo, a su vez, divulgó hoy un documento en el que la policía brasileña acepta la colaboración de Uruguay para capturar a nueve "subversivos".
En cuanto a la colaboración de los militares brasileños con los argentinos, además de los tres desaparecidos mencionados por Bonadío, los argentinos Enrique Ruggia, Jorge Oscar Adur y el periodista Norberto Habegger, desaparecidos en 1974, 1980 y 1978, respectivamente, fueron reconocidos como tales por el propio Estado brasileno. Pero también existe un listado trágico de brasileños desaparecidos en Argentina.
El 8 de mayo pasado un alto militar brasileño, el coronel Carlos Alberto Ponzi, jefe del SIN en Río Grande Do Sul durante parte de la dictadura brasileña (1964-85), confesó al Jornal Do Brasil que su país intervino en operaciones conjuntas. Pero justificó esta actuación al sostener que las izquierdas del Cono Sur se habían unido y hubo que atacarlas de la misma manera: "Fue una guerra sucia y feroz. ƑNo debimos defendernos?".
El presidente Cardoso ordenó la apertura de los archivos cuando el ex gobernador de Río de Janeiro, Leonel Brizola, exigió que se investigaran las muertes, siempre sospechosas para él, de los ex presidentes Joao Goulart y Juscelino Kubistchek. A su vez, la Cámara de Diputados nombró una comisión para investigar el posible asesinato de Goulart, quien aparentemente murió por un ataque cardíaco el 6 de diciembre de1976 en Argentina.
Las dictaduras de ambos países prohibieron entonces que se realizara una autopsia al cuerpo de Goulart, quien fuera depuesto en 1964 por el golpe de Estado que instauró la larga dictadura militar en Brasil.
El Folha de Sao Paulo informó recientemente que el comandante del ejército brasileño en aquella época, Sylvio Frota, había solicitado la "detención e incomunicación absoluta" de Joao Goulart, sólo tres meses antes de la sospechosa muerte de éste en Buenos Aires.
Algunos de los informes que llegan a esta corresponsalía desde diversas fuentes mencionan el posible uso, en el caso de Goulart, del gas sarín. Este elemento que puede matar sin dejar demasiados rastros, es el que llevaron en un frasco de perfume a Washington el estadunidense Michael Townley y el militar chileno Armando Fernández Lario. Finalmente, no pudieron utlizarlo y asesinaron al ex canciller chileno Orlando Letelier, en septiembre de 1976, con una bomba colocada bajo su automóvil.