Bernardo Bátiz Vázquez
Amigo de Fox
NO HACE MUCHO, tuve la oportunidad de ingresar a los Amigos de Fox (partido con más militantes que el PAN).
En efecto, un colega diputado primero y una diputada después, amigos ambos de Fox, pero también míos y antiguos correligionarios, me invitaron a platicar con el candidato de la mercadotecnia, y como no tengo por qué no entrevistarme con quien me plazca, acepté, no sin antes advertirles a los amables intermediarios que mi opinión sobre Vicente Fox, no de ahora sino desde que fuimos compañeros en la LIV Legislatura, no es buena, para decir lo menos, y que en varias ocasiones he escrito y hablado, contradiciendo al empresario metido a político, y señalando las que en mi opinión son carencias que le impedirían ser un buen presidente.
Les pedí también que la invitación se concretara una vez que hubieran leído mi artículo "Después del PRI, Ƒcualquier cosa?, que vio la luz en La Jornada el día 26 de abril. Leída, presumo, mi colaboración periodística por los embajadores foxistas, no volvieron a verme ni me llamaron para precisar fecha y hora de la reunión. Así perdí la oportunidad de expresar personalmente al candidato mis puntos de vista sobre sus cambiantes opiniones políticas, su pragmatismo, su patetismo y su falta de una doctrina política que sustente sus pretensiones presidenciales. En estos días, y por ello escribo estas líneas, supe de otras invitaciones similares, que confirman la estrategia de los expertos y técnicos de la campaña panista, consistente en tentar con ofertas de cargos públicos, vulgo huesos, a personas más o menos conocidas en el medio político.
Lo que a mí se me dijo, fue que Fox necesitaría en su futuro gobierno (dando por sentado que triunfaría) a los mejores hombres y mujeres de México, sin importar ideologías ni orígenes partidistas; que no era indispensable que Cárdenas declinara en favor de sus contrincante; que bastaría que otros políticos, de diversas fuerzas y orígenes, apoyaran a su candidato para que se lograra el gran objetivo: quitar al PRI de Los Pinos. Delenda est Pri, pensé. Relato este testimonio porque pone de manifiesto una estrategia inmoral en el fondo; todo se vale para ganar; "cultivar" al estilo peninsular a los ingenuos que se creen de halagos y palmaditas en la espalda y que ya se consideran entre los futuros secretarios, asesores o técnicos de lo "mejor de México" que busca el aspirante a caudillo.
Corromper con la promesa (que se cumplirá o no) de un cargo público y, por tanto, la certeza de unos años de pitanza segura; amenazar veladamente al dar por sentado que su candidato ganará y por tanto no será conveniente estar en su contra. Todo se vale para los estrategas y "amigos" del candidato, que llegan al extremo de convencer y emplear a embajadores de buena fe en sus intentos, y si bien no dan láminas, becas y despensas como lo hace el PRI, al menos insinúan cargos. Pero que no estén tan seguros y "optimistas" los amigos de Fox, los más optimistas del mundo, decía Chesterton, están en el manicomio y algunos se creen napoleones y otros césares; los votantes no son tan ingenuos; no fácilmente aceptarán la publicidad como sustitutivo de la verdad, y hay tiempo aún para que esta se abra camino hacia el 2 de julio.
Se puede encontrar el fondo (es un decir) de esta estrategia proFox, en los viejos manuales de los vendedores de seguros y en las obras seudocientíficas que dan recetas de cómo triunfar en la vida; libros de "superación personal", en los que se exalta la voluntad de triunfo por encima de la razón y la justicia. El voluntarismo tan extendido en Estados Unidos es empleado a fondo por un admirador del sistema de vida de ese país; cree Fox, que repitiéndose a sí mismo una y otra vez que ganará siendo "positivo" y optimista, sonriendo siempre y no admitiendo un no por respuesta, ganará las elecciones, aun cuando no sepa (o no diga) qué va a hacer al otro día del supuesto triunfo.
Está equivocado, menosprecia la inteligencia y el instinto del pueblo de México y sólo convence a capas más o menos inexpertas, más o menos asustadas de la clase media, que ni son mayoría y no le darán el triunfo.