La Jornada miércoles 24 de mayo de 2000

Luis Linares Zapata
Modernidad

MIENTRAS EN AMPLIAS zonas del subcontinente latinoamericano se arremete, hasta con ferocidad, contra la vida organizada y las aspiraciones democráticas, en México se enrarecen los aires en estos días previos a la que apunta ser una definición crítica de su presente como nación. A pesar del aceptable marco legal, el talante plural de la población y la solidez mostrada por las instituciones que rigen la contienda política, con reglas claras y contrapesos que aseguran aceptables márgenes de equidad, campea un ambiente rijoso, lleno de temores y en mucho prejuiciado dentro del cual se mueven actores y grupos destacados de la sociedad.

No se puede quedar aislado de los sucesos que afectan la paz en el Paraguay y sus tentativas de golpe de Estado y asesinatos de notables. O los disturbios ecuatorianos y bolivianos que, una vez más, ponen a prueba la habilidad de sus dirigentes para dictar medidas apropiadas que detengan el empobrecimiento generalizado de sus pueblos. Pero tampoco las tensiones, casi insostenibles, de los chilenos por llevar ante la justicia a un asesino de fama mundial y dar por concluida así su transición democrática son tan lejanas o ajenas. No hay que olvidar la cruenta lucha colombiana por alcanzar una elusiva paz y poner coto estricto al narcopoder que se extiende por rutas cercanas y hasta familiares. Menos aún quedar indiferentes ante los sacudimientos venezolanos que parecen entrar en una dañina espiral para afianzar la justicia y la soberanía que han vislumbrado sus líderes.

Y, para redondear lo afirmado arriba, se puede pasar una breve revista de acontecimientos dispares pero interrelacionados que van marcando la actualidad mexicana. La presencia en el país y sobre todo las opiniones de personajes como el escritor y activista Mario Vargas Llosa se transforman en un reactivo que mide, con aceptable precisión, el notable atraso mental de las cúpulas decisorias del país; sobre todo de aquellas de índole partidaria. "šQue se vaya!", clamaron de inmediato varios personajes. "Nada tiene que decir un entrometido, aunque buen novelista, de nuestro complejo proceso político. Menos aún que se bañe en el lodoso sistema electoral", aseguró un legislador avezado. "šQue la oxaqueña Gobernación le aplique el artículo 33!", aventuró otro de sus compañeros de banca senatorial. Y no se sigue, por decoro y vergüenza, la enumeración de las frases ofensivas a la cortesía y las consignas lanzadas contra el internacionalismo activo y real que no se puede detener. Ello confirma, con rigurosa precisión, el estado que guarda la salud de esa parte exclusiva de la nación que ha caído en las manos de altisonantes fóbicos. Hay obligación de condenar tales perlas idiomáticas que resonaron en el ámbito público durante la estancia del peruano-español después de su endoso, ideológico e interesado, al abanderado del PAN y la derecha de sus marcadas preferencias.

Pero las demás elites, ya sean culturales, empresariales o sociales mexicanas, quedan también expuestas ante la aparición de distintos fenómenos que las alteran y sobresaltan, permitiéndoles realizar o proponer acciones efectistas que descubren su tendencia a la alarma, al tenebroso cuidado de sus activos particulares o a los juiciosos llamados a portarse bien y obedecer lo establecido. La posibilidad de una disputa pareja por la Presidencia facilita, por ejemplo, la reunión de escritores, intelectuales, académicos o artistas de renombre, para firmar un desplegado en prevención de situaciones álgidas que pueden violentar la convivencia organizada. Este hecho de clamar por un reconocimiento de las reglas electorales ha sido interpretado, en numerosos foros y reuniones, de diversas maneras. Unos afirman que fue un endoso al PRI para que haga o deshaga, en la práctica cotidiana de las trampas y manipuleos, para que, al final, le sea levantada la mano por lo dolidos pero ya amansados contrincantes.

Otros dicen que fue un acto condenatorio anticipado contra los que, como Fox, han adelantado que no reconocerán triunfos ajenos si éstos se dan dentro de rangos menores a 10 por ciento de diferencia. A una oposición vigorosa como la del guanajuatense, alegan sus seguidores, la tienen que derrotar de manera aplastante para que acepte la realidad, porque si no es así, protestaremos, afirman con desparpajo.

El mismo desacuerdo para no celebrar, por decisión de los candidatos, el acordado debate, es una prueba fehaciente de la falta de respeto a la ciudadanía.

Ya se les cobrará los titubeos, las intransigencias, acusaciones y tonterías varias que se han vertido en los medios como defensa y ataque de posiciones irreductibles. Los estrategas de campaña tienen que aceptar la madurez cívica y someterse al escrutinio público, sin que criterios estrechos definan el horizonte para la exposición programática, el rendir cuentas y el cuestionamiento a la conducta personal de los candidatos.

La lucha abierta, racional y pacífica es la norma y no los caprichos y tácticas momentáneas. Ya se verá si en el transcurso del martes o miércoles a más tardar se vuelve al carril de los intereses democráticos o prevalecen las camarillas y las torpezas.