JUEVES 25 DE MAYO DE 2000

 


* Olga Harmony *

Dos nuevos autores

En estricto sentido, no se puede afirmar que Juan Trigos sea un nuevo autor, puesto que tiene más de una docena de textos publicados por la editorial Fontamara, pero en el medio teatral resulta desconocido. Por desgracia y a juzgar por Déjame que te mate para ver si te extraño, la obra que ahora sube a escena, se podría afirmar que así debiera haber quedado, desconocido, a no ser por los posibles lectores de sus textos publicados. En la solapa del libro que ampara esta obra, se nos dice que Trigos ųy obvio los elogiosos adjetivos que se le prodiganų estudió música en el Conservatorio y teatro en la ANDA y que su producción se enfoca hacia el teatro de horror; este texto dramático es calificado de tragicomedia, según lo que el autor ha aprendido de los géneros. Me temo que son los únicos datos que tengo del escritor y ante lo visto prefiero seguir ignorando todos los demás. Quisiera ser menos dura, sobre todo porque el productor ejecutivo de la escenificación es Eduardo Calderón, uno de los jóvenes y entusiastas socios de Gusal, la nueva promotora teatral a la que, sin embargo, le falta afinar su puntería en la selección de sus espectáculos.

Poco se puede decir de un texto que pretende ser poético, con metáforas poco afortunadas y que busca una intencionalidad algo blasfema que carece de fuerza para llegar a serlo del todo. El autor plantea una familia en una vecindad y un protagonista deforme e idiota, que se enamora de un borrego sacrificado en fiesta de cumpleaños. Hay que añadir una maestra, una comerciante y una sirvienta a la que siempre se le dice ''gata" ųlo que no deja de encrespar a los espectadores que no sean gente bonitaų. El lenguaje de todos recorre lo ''poético" y las groserías entre las que se extraña coger, sustituida por culear con que se intenta romper la solemnidad rampante de un texto en verdad muy pobre. La escenificación poco ayuda. El director Lorenzo Mijares hace que el borrego del cuento sea un muñequito de peluche, con lo que las escenas de fellatio que comete Jeremías con su peluchito producen la misma sensación entre risible e irritante que daría ver a Donal Crisp violar a Lassie. El tremendismo del autor (Ƒa esto llamaría teatro del horror?) naufraga en la ineptitud del texto y del montaje y la pretendida profundidad del cordero sacrificado y comido no remite al sacramento, no horrorizaría ni a un buen cura y produce un gran tedio.

En cambio, el sí novel dramaturgo y muy joven Edgard Chías resulta mucho más que una promesa. Con ƑUltimo round? muestra tres historias desencantadas de amor y de pareja y, con gran agudeza, elige el momento climático de cada una de ellas. Inicia con los tres monólogos de Beatriz, Perla y Lorena en tres áreas, para después narrar, con gran acierto dramático, las historias en que se ven envueltas las tres. Una voz en off se entrevera dando datos acerca del sida, el aborto, estadísticas sobre la pareja. Las tres mujeres son muy diferentes entre sí y están muy bien delineadas, las tres tienen una ocupación; Beatriz está casada con Arturo y vive confortablemente mientras hace una maestría; el que no se nos diga en qué rama y cuál es la ocupación de Arturo, es una debilidad en un texto tan bien armado. Perla es modelo de artistas, de gustos caros. Lorena estudia danza, es pobre y muy autodevaluada. Gerardo es un pobre diablo, tonto y apocado, empleado en algún lugar. Jaime, que estudia la maestría con Beatriz, es un alcohólico que no concluye ningún proyecto. José Luis es apenas una aparición para la historia de la cínica Perla. Antonio es el personaje masculino mejor delineado, más bien abusador pero no totalmente, puesto que sufre junto con Lorena. Entre estos personajes se dan las historias, no del todo misóginas como pudieran parecer pero tampoco de un feminismo esencialista.

Germán Castillo dirige la obra de quien fuera su alumno. En un espacio que se divide en cuatro, diseñado por el propio director, a quien se debe también la iluminación, mueve a sus actores en un trazo muy contenido, circunscrito al pequeño espacio de cada historia, que en la de Beatriz se divide en dos: un elegante sofá que es la casa suya y de Arturo, a la izquierda del espectador, y un escritorio que es el estudio de Jaime, a la derecha. La historia de Perla se da en una cama al fondo y la de Lorena en una banca del parque al frente. Una pasarela a otro nivel permite el tránsito del sofá al escritorio. La estrechez de trazo concebida por el director hace que la actoralidad resalte. Los también muy jóvenes actores, el autor entre ellos, logran excelentes resultados: Beatriz Luna como Beatriz; Moisés Arizmendi doblando personajes, Arturo y Gerardo; Mireille Anaya como Perla; Dolores Ovando como Lorena, y Edgar Chías como Jaime, José Luis y Antonio. Los muy recomendables texto y montaje se apoyan con la musicalización de Rodrigo Castillo y el vestuario diseñado y realizado por Pilar Boliver.