VIERNES 26 DE MAYO DE 2000

Encuestas y elecciones

 

* Jorge Camil *

Las elecciones están en la mente de todos. Y en los medios comienzan a proliferar las encuestas conforme se acerca la fecha fatal del 2 de julio. Las encuestas son siempre malas, tendenciosas, pagadas, ordenadas a la medida por los partidos políticos, influenciadas por el capital estadunidense o simplemente realizadas en áreas urbanas sin tomar en cuenta el voto rural. El caso es criticarlas cuando no favorecen a nuestro candidato.

Los mexicanos, "todólogos" empedernidos, comenzamos a discutir en los cafés y en la plaza pública con el lenguaje de los expertos en derecho electoral: comentamos las bondades del "voto útil", manifestamos conocer los peligros y flaquezas del "voto duro" y mencionamos a cada paso, como objetivo o como maldición (según el lado de la mesa en el que nos encontremos), la frase mágica de la "alternancia en el poder". Mientras tanto, entre la confusión, comienza a perfilarse un panorama que hemos vivido en otras ocasiones, aunque nunca tan definido ni generalizado como hoy: la posible derrota del partido oficial. En este sentido, los mexicanos no pudimos sustraernos a la actual tendencia latinoamericana: el firme convencimiento de que la verdadera democracia tiene que pasar por la derrota del partido oficial. Funcionó en Chile, con el apretado triunfo de Ricardo Lagos; fracasó en Uruguay, en contra del oficialista Jorge Batlle; se logró en Argentina, donde el pueblo votó por Fernando de la Rúa para acabar con la corrupción asociada al régimen longevo de Carlos Menem; y está colgando de un hilo de araña en Perú con la tercera relección de Alberto Fujimori en segunda vuelta. México está en el fiel de la balanza.

Es necesario comprender que la derrota a ultranza del candidato oficial no es un capricho inspirado por bajos instintos populares: obedece a la necesidad imperiosa de tener certeza jurídica; el convencimiento reconfortante de que la fuerza del Estado, el favoritismo, los organismos clientelares, las contribuciones políticas disfrazadas, las amenazas veladas y los trucos electrónicos fueron incapaces de derrotar el sufragio popular. Por eso, en varios países de América Latina, despojados de la camiseta, tirios y troyanos se han unido en frentes amplios, coaliciones, concertaciones y alianzas formales o de facto, a la voz de "todos a una", en contra del candidato oficial. En México, donde la alianza opositora formal fracasó por razones que no vale la pena mencionar, casi todas las encuestas comienzan a mostrar el grueso de las aspiraciones opositoras aglutinadas alrededor de Vicente Fox. Sin embargo, cada sistema tiene sus peculiaridades. Y, en el nuestro, es preciso recordar que el presidencialismo autoritario se comenzó a desmoronar con la mayoría opositora en el congreso. Para muestra, el inverosímil caso del Fobaproa.

Sin embargo, por lo precario de nuestras instituciones democráticas, al mismo tiempo que se perfila el panorama de la posible derrota del partido oficial, crece la preocupación por el reconocimiento de una posible victoria de la oposición. La pregunta "Ƒqué pasará el 2 de julio?" se ha convertido, paulatinamente, en Ƒtomará posesión un candidato opositor? šHe ahí la necesidad de la alternancia! Un experimentado participante, observador y testigo del actual proceso electoral, me confió en forma enigmática, en días pasados, que "el 2 de julio" podría convertirse en "el mes de julio": a buen entendedor, pocas palabras. Un mes de marchas y protestas callejeras, movimientos sociales, impugnaciones jurídicas, acusaciones de ilegitimidad y declaraciones tonantes de todos los partidos podrían ocasionar la delincuescencia del blindaje económico.

Por otra parte, si se confirman las encuestas, el México de agosto próximo podría ser un país totalmente diferente. Con un candidato opositor en la Presidencia, un congreso equitativamente plural, o mayoritariamente opositor, y un jefe de gobierno del Distrito Federal como Andrés Manuel López Obrador, uno de los más inteligentes y carismáticos operadores políticos del México contemporáneo. ƑTenemos instituciones para gobernar el país en esas circunstancias? Tampoco podemos descartar la victoria del candidato oficial: es otra de las posibilidades ciertamente apoyadas por las encuestas, por la nostalgia y por la inercia de los setenta años de gobierno. Pero aquí es donde surge el tema de la incertidumbre jurídica: Ƒqué tipo de victoria y con qué margen? Y, más aún: Ƒcon qué credibilidad de cara al pueblo?

Alejandro Toledo, el sorprendente candidato opositor de Alberto Fujimori, fuertemente apoyado por la comunidad internacional, declaró tranquilamente en una entrevista concedida a El País en días pasados (21/5/00) que el triunfo por autoproclamación o fraude de Alberto Fujimori (el "chinito" aparentemente inofensivo que gobierna con mano de hierro y hace campaña populista disfrazado de emperador inca, cholo, campesino y obrero industrial) sería necesariamente ilegítimo, efímero y sujeto al rechazo internacional: una "fuente permanente de inestabilidad". ƑSe podría aplicar ese vaticinio al caso mexicano? *