VIERNES 26 DE MAYO DE 2000

La decisión

 

* Luis Javier Garrido *

El gobierno "de Zedillo" está decidido a imponer al candidato oficial Francisco Labastida en la silla presidencial porque es el único que garantiza la impunidad del grupo salinista, y a pesar del creciente repudio a este individuo, todo parece indicar que los ingenieros electorales del PRI podrán culminar su tarea con el aval de amplios sectores de la oposición.

1. La clave del proceso electoral de 2000 ha estado en el engaño monumental de hacer aceptar a los partidos políticos y a amplios sectores de la sociedad la tesis de que ya hay democracia en México, lo que tendrá graves consecuencias para el futuro.

2. Los aparatos de ingeniería electoral del gobierno tienen la plena capacidad de manipular el porcentaje necesario de resultados de casillas para imponer de manera fraudulenta el triunfo de Labastida y, lo que es más importante, para convencer a amplias franjas de ciudadanos por medio de las encuestas y de la propaganda de la "legalidad" de esa imposición, y a pesar de ello los partidos "de oposición" desatendieron esta situación y no pueden dar una explicación sobre esto a la ciudadanía. No tienen, igual que hace 12 años, mecanismos de vigilancia y de defensa del voto, ignoran la situación real del padrón o de la integración de las mesas, y carecen de mecanismos de resistencia civil para enfrentar el fraude.

3. El fraude electoral de 2000, en otras palabras, se está impulsando con los recursos del pueblo y, lo que es más significativo, contará con el consenso de amplios sectores de ciudadanos y de buena parte de los aparatos de los partidos "de oposición", para regocijo de Washington.

4. El régimen logró subordinar a los partidos políticos al abrirles espacios locales de poder, a la tesis de que ya no se debe cuestionar la legalidad de las elecciones y ahora están entrampados en ella. De ahí que nadie haya cuestionado el deplorable desplegado de 134 "intelectuales", encabezados por Carlos Fuentes, Eraclio Zepeda y Jorge Carpizo (muchos de los cuales son los mismos que avalaron de antemano la ocupación policiaco-militar de la UNAM), por el que estos desvergonzados exigieron el 12 de mayo a los candidatos de oposición que avalen de antemano el resultado fraudulento que se ve venir y que se comprometan a respetar los resultados oficiales.

5. No es de extrañar, por lo mismo, que los partidos hayan abordado la campaña sin propuestas programáticas claras ni sobre una posible transición política. Los candidatos presidenciales han recurrido a la invectiva y a la descalificación para ocultar que no tienen propuestas para el país ni existen entre ellos las divergencias que pretenden. México ha tenido la campaña electoral más cara de su historia, pero la más pobre en propuestas, porque candidatos y partidos han violado el principio consignado en el artículo 41 constitucional.

6. El caso más patético es el de Labastida quien, de acuerdo con muchos observadores, ha rebasado por mucho el tope legal de gastos y lo ha hecho para pagarse la campaña más vacía que hubiese llevado a cabo algún candidato presidencial priísta (lo cual ya es mucho decir). Como es evidente, no tiene nada que proponer a los mexicanos porque las políticas reales que aplicaría de llegar al cargo resultan inconfesables y por eso no hay en sus discursos más que retórica y sitios comunes, pero a pesar de ello sus asesores podrían haber realizado un esfuerzo mayor que el del libro titulado: Hace la gente el cambio (Océano, 2000), que es de tan pobre calidad y escaso interés que no hace más que evidenciarlo. A Labastida se le ha acusado de que durante su gobierno en Sinaloa floreció el narco, ha sido señalado como un hombre de confianza de Joseph-Marie Cordoba y un salinista vergonzante, pero en el libro no logra aclarar ninguna de estas imputaciones, como tampoco se refiere a los problemas que le generó al país ni a la militarización en Chiapas o a la crisis que por su mala fe llevó a la UNAM.

7. Las responsabilidades históricas de Labastida están ahí y los mexicanos no pueden olvidar que este nefasto individuo es uno de los principales responsables de las políticas de terrorismo de Estado en Chiapas y de que se haya cerrado la UNAM durante casi diez meses por el empecinamiento oficial de privatizarla. De ahí que no sorprenda que en su librito se olvide del principio constitucional de la gratuidad de la educación pública superior y de los arrebatos que ha tenido en su campaña (pp. 101-103).

8. La paradoja de 2000 es que quien dilapida las mayores sumas de recursos que vienen del pueblo, y además lo hace con el mayor cinismo en una campaña de estulticia, es quien representa los intereses del narcosistema y que pretende seguir aplicando una serie de políticas opuestas a los intereses del pueblo. En la supuesta "democracia mexicana" de la que habla Zedillo, el dinero de los mexicanos se utiliza a través del señor Labastida para tratar de engañar y envilecer a todos.

9. La voluntad de los mexicanos de incidir en el rumbo del país no puede reducirse a la decisión de escoger a un candidato o a un partido tras una de las campañas electorales más tenebrosas y antidemocráticas de la historia reciente, la cual no parece tener más objetivos que a) legitimar la imposición del candidato oficial y b) avalar al mismo tiempo la tesis de Zedillo de que el sistema de Partido de Estado ya no existe y de que vivimos en la normalidad democrática. Aún y cuando todo mundo sepa que nada de esto es cierto y que lo único que han hecho los tecnócratas es modernizar los mecanismos de imposición.

10. La vía del cambio para México, como lo han entendido muchas organizaciones sociales y como nos lo dicen aun con su silencio los campesinos indígenas de Chiapas, sí existe y está en manos de la sociedad: en su capacidad de resistencia civil, como han demostrado los estudiantes del CGH de la UNAM, los maestros de la CNTE, los deudores de El Barzón. *