MARTES 30 DE MAYO DE 2000

El approach changarro: la diferencia

 

* José Blanco *

El aparato mediático completo de este país metido en la política performance, en la efímera imagen del instante con la pretensión de producir los hitos que engendren el futuro. La razón de ser de los medios de comunicación privados y de la mercadotecnia, principalmente de la televisión, impuesta en toda la línea sobre la política propiamente dicha.

Un debate para el look, para fabricar conscientemente una apariencia. Las actuaciones de los aspirantes mejoraron respecto a la versión 1.0 del debate, pero los resultados fueron los que dice el posdebate: lo que los medios, sus invitados y sus sondeos de opinión disponen; es parte misma de la creación de la apariencia.

Dice Jean Baudrillad: "ya no tenemos tiempo para buscarnos una identidad en los archivos, en una memoria, en un pasado, ni tampoco en un proyecto o en un futuro. Necesitamos una memoria instantánea, una conexión inmediata, una especie de identidad publicitaria que pueda comprobarse en el instante mismo". El martes una, el viernes otra.

"La imagen debe ser vendida" es el propósito coincidente expreso entre la mercadotecnia y la política de hoy. La "diferenciación" del producto es el leitmotiv de la actuación de cada cual.

Cuando los candidatos se aproximaron a los contenidos de un programa político resultó, para los expertos en imagen, un momento "aburrido", un momento contra natura: el entretenimiento no a toda costa, sino a costa de las ideas y del pensamiento. šMuera la inteligencia!

Si uno se abre paso en el juego de los abalorios, Ƒcuál es la diferencia de fondo entre las tesis de los tres candidatos? De fondo, no hay diferencia alguna: o la inserción internacional, o el petróleo y la electricidad en manos del Estado, o la importancia de la educación, o el resguardo de los fundamentals, o el combate a la pobreza, o el Estado y la escuela laicos, o la lucha contra la corrupción, o la batalla contra la inseguridad pública, y un largo etcétera, son alegato destacado por los tres candidatos de los partidos "grandes". La reyerta propagandística no es por la propuesta, sino por la credibilidad. ƑA quién le cree el elector?

Por otra parte, esa obvia coincidencia del discurso de los tres expresa, en una cierta dimensión social, valores democráticos positivos: los asuntos señalados conforman anchos consensos sociales, a partir de los cuales podrían crearse políticas de Estado: acuerdos de los partidos, principalmente en el Congreso, gane quien gane la Presidencia; por otra parte, la coincidencia machacona de los candidatos hará sentir a la sociedad, si no lo hizo ya, que su voto decide: los tres se desvivieron al decir, "yo sí te cumplo mi alma" en estos temas: mil años luz de distancia de aquellas décadas durante las cuales la sociedad no importaba: para los secretos aspirantes contaba, en el marco de la sucesión interna del partido casi único, sólo lo que el Presidente quería.

Pero los consensos predominantes en la sociedad no necesariamente configuran el mejor proyecto de nación. De hecho, no hay en la sociedad tal proyecto. O los partidos lo elaboran y convencen a la sociedad o no lo habrá nunca.

He ahí otra gran coincidencia visible entre los tres "grandes": no hay proyecto de nación. Hay propuestas para el crecimiento del PIB, o para los salarios, o para el gasto educativo, o para los apoyos al campo, o para varios otros rubros en los temas señalados, pero no hay visión estratégica de largo plazo: Ƒhacia dónde caminamos?

Hoy el proyecto de nación no puede consistir sino en la propuesta sobre la gran operación estratégica, política y económica, que permita incorporar cabalmente a la mitad de la sociedad excluida. Eso es algo muy distinto de una política para pobres.

Hay una diferencia visible entre los candidatos: el enfoque, visiones de Estado discutibles en las posiciones de Cárdenas y Labastida, una cándida o mentirosa mirada pequeño-burguesa en la de Fox: sin duda es necesaria una política adecuada para el "maravilloso mundo de la mediana y la pequeña empresa" que cautiva a Fox, un mundo repetidamente invocado por el señor de las botas, pero estirar esta tesis hasta visualizar un mundo feliz en el que cada pobre tenga su changarro, como Fox lo sueña, es una inocentada ignorante del populismo de derecha. Para Fox presidente los ciudadanos somos sus clientes; ya nos lo dijo, hace unos meses, cuando se recibió de licenciado. *