MARTES 30 DE MAYO DE 2000
Ť Autora de Adiós humanidad, novela de la que hablará en Casa Lamm
Si un texto no se lee en el original, más vale no abrirlo, dice Jacobs
Ť ''Cuando empecé a escribir ya conocía a los existencialistas encabezados por Camus y Sartre''
Ť Con Jean Austen es preciso no tener ninguna distracción para atender todas sus pausas, señala
César Güemes Ť La vida de Bárbara Jacobs puede establecerse a partir de los libros que ha dado a conocer -Doce cuentos en contra, Escrito en el tiempo, Juego limpio, Las siete fugas de Saab alias El Rizos, Vida con mi amigo y Las hojas muertas-, pero también por aquellos autores que la formaron y por la educación en castellano, inglés, francés e incluso latín que recibió. Adios humanidad (Alfaguara), su más reciente novela, en donde da cuenta de las peripecias anotadas de su personaje Cool Charlie, permite un acercamiento a la prosista mediante las líneas de pensamiento literario y valoraciones bibliográficas que ha hecho a lo largo de su vida como lectora.
La historia de los libros, en el caso de Bárbara Jacobs, viene de la casa paterna: ''El punto de partida fue mi padre, un gran lector. Casi podría decir que su profesión en la vida era leer. Pero él sobre todo se acercaba a la historia, a la política, y para decansar leía novela policial o de intriga. La intriga me daba mucho miedo, mientras que la historia en ese entonces me parecía muy densa. Así que aunque esos libros estaban a mi alcance, no eran los que yo frecuentaba. Empecé con la literatura. Desde muy joven me dediqué a la poesía de E.E. Cummings, que me pareció sensacional. Ahora lo entiendo más que antes: sus desafíos, sus propuestas tipográficas y conceptuales. Sin duda fue uno de los poetas que más me estimularon por los problemas de lectura que me planteaba".
Sin embargo, no fue la poesía lo que en principio la llevó a escribir. Otras posibilidades de formación en colegios donde las lenguas inglesa y francesa eran requisito, la hicieron, por ejemplo: ''Leer a Shakespeare desde muy chica y traducir a muchos autores franceses. Luego me fui a Canadá a estudiar el equivalente a la secundaria. Desde esa etapa enseñan el latín como lengua, no sólo como etimología. De modo que mientras aquí traducía a Victor Hugo, allá me tocaba, por ejemplo, traer al castellano a Horacio. Todo eso era muy estimulante. Leer en varios idiomas me hacía pensar doble y triplemente qué querían decir los autores. El ejercicio de la traducción simultánea a la lectura no sólo me enriquecía por el contenido natural de los libros, sino porque hizo formarme una estructura de pensamiento".
-De modo que desde muy joven la cantidad y la calidad de las lecturas casi te llevaban de la mano para que escribieras.
-Bueno, cuando comienzo a escribir ya conocía a los existencialistas, encabezados por Camus y Sartre, además de los beatniks. Y había acudido a cuentistas y novelistas de otro tipo. Uno de los primeros en apasionarme fue Salinger, sobre todo en sus cuentos. Y después, aunque ya lo había leído en el colegio, fui al Quijote y a textos de Quevedo. Desde luego eché mano de los rusos, Dostoievski y Chéjov. De éste último lo leí todo, yo creo, incluso su teatro. Luego pasé a Thomas Mann y a Flaubert, que es uno de los escritores a los que vuelvo con más frecuencia. De hecho hay una novela corta de Flaubert, Un alma de dios, que es un modelo al que tiendo constante y conscientemente. Es un libro que leo por lo menos una vez al año. Siempre pienso en ese trabajo como una meta, como algo que quiero imitar.
De Cortázar a Borges
-No has mencionado todavía a ningún mexicano.
-Sin duda quien más me interesó desde que descubrí su trabajo fue Efrén Hernández. Es un escritor maravilloso, escasamente leído, que recoge el ambiente de un México que yo no viví pero que supongo vivió mi mamá. Cuando deseo escribir algo sobre mi madre, me remito a Hernández, trato de que tenga esa atmósfera fascinante. Y entre los latinoamericanos cuento, claro, a Borges, aunque me interesa más Cortázar. De Borges me impacta su autobiografía, que hizo en inglés y apenas ahora se vierte al castellano.
-Tienes la ventaja de leer en inglés o francés, pero no todo está ahí. ƑAcudes a las traducciones?
-Aquí mantengo una diferencia con uno de mis maestros, Augusto Monterroso, quien sostiene que es necesario leer ciertos textos así sea en malas versiones castellanas. Y me atrevo a pensar que no, que si no lo puedes leer en el original, vale más ni siquiera abrir el ejemplar. Sé que sería un absurdo plantear que leyéramos todo en el idioma original, pero sólo hay mejores traducciones de varios autores al inglés o al francés que al castellano.
-ƑQué lugar ocupan las mujeres escritoras en tu mundo de lectora?
-Son muchísimas a las que admiro, de Virginia Woolf a Katherine Mansfield. También quiero mucho a una cuentista estadunidense, Grace Paley, viva, que no es muy conocida pero resulta fascinante. Y también leo con frecuencia a Natalia Ginzburg, que me parece de primer orden.
-ƑJean Austen, acaso?
-Sí, claro, pero con ella siento que necesito mucho tiempo. Es preciso no tener ninguna distracción para atender todas sus pausas y todo el detalle casi proustiano que le imprimió a sus novelas.
-ƑA qué se debe que por ahora no impartas clase?
-A una razón parecida a lo que me pasa con Austen: siempre necesito de más tiempo, de todo el tiempo.
(Mañana, a las 20 horas, en Casa Lamm, Alvaro Obregón 99, colonia Roma, Bárbara Jacobs conversará públicamente con Vicente Quirarte acerca de su novela Adiós humanidad.)