MARTES 30 DE MAYO DE 2000

* Probado, que rebasó las fronteras del Cono Sur


La Operación Cóndor se instaló antes de los regímenes militares

* Se trató de una "internacional del terror" bien coordinada

Stella Calloni, corresponsal, Buenos Aires, 29 de mayo * La coordinación criminal entre dictaduras sudamericanas conocida como Operación Cóndor, comenzó antes de que se instalaran los regímenes militares, y su experiencia se trasladó más allá de las fronteras del Cono Sur. A Martín Ciga Correa le llamaban mayor Mariano Santamaría en los tiempos en que, desde sus bases en Honduras, la contra nicaragüense atacaba y asesinaba en la Nicaragua sandinista.

Pero este argentino era todo un veterano en las lides de la guerra sucia, ya que había sido clave dentro de la parapolicial Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), organización responsable de por lo menos 2 mil asesinatos entre fines de 1973 y 1975.

Hace unos días se supo que Ciga estaba detenido aquí por orden de la juez María Servini de Cubria, quien investiga el asesinato en Buenos Aires del general chileno Carlos Prats y su esposa Sofía, el 30 de septiembre de 1974.

A fines de aquel año, bajo el gobierno de Isabel Perón y con la Triple A en plena actividad, Ciga fue jefe de seguridad del entonces rector de la Universidad de Buenos Aires, el nazi confeso Alberto Ottalagano. Durante el tiempo que estuvieron en la Universidad, ambos hicieron los listados de estudiantes que usó la dictadura militar que asumiría en 1976.

No es casual que Ottalagano, ya fallecido, haya sido el abogado defensor de ex agente chileno de la DINA (policía política de la dictadura chilena) Enrique Arancibia, detenido desde 1996 también por Servini, por la causa de Prats.

Arancibia había llegado a Buenos Aires tras ser acusado en Chile por el asesinato del general René Schneider, en 1970. En 1978, en plena dictadura argentina, cuando el tema de la soberanía sobre el canal de Beagle amenazó con destacar una guerra con Chile, Arancibia es detenido por espía. Pero al tratar de defenderse de esa acusación, reveló a los militares argentinos que en realidad era un hombre de la DINA que estaba en Buenos Aires para otras acciones: detectar chilenos opositores.

Confesó entonces la coordinación de la DINA con la Triple A en algunas "operaciones", como la Colombo, para tratar de engañar a los organismos internacionales sobre la desaparición de 119 chilenos, detenidos y asesinados después del golpe de Augusto Pinochet en 1973.

La Triple A

En uno de sus informes a los jefes de la DINA, fechado el 16 de mayo de 1975, Arancibia explicaba que la Triple A estaba dividida en tres grupos: uno bajo el comando del entonces jefe de Interpol en Argentina, aunque el ejecutor directo era un comisario Ramírez, otro bajo la dirección de "los gremialistas", y José López Rega, un ex policía que se convirtió en secretario de Juan Domingo Perón cuando el ya anciano ex militar regresó a Argentina en 1973, para más tarde asumir como ministro de Bienestar Social.

Arancibia atribuía a este último grupo no tener "ninguna formación ideológica... Actualmente es el grupo más peligroso porque no sabe distinguir lo que hace, la mayoría son drogadictos y degenerados (sic).

"Por último queda una fracción de auténticos nacionalistas (de derecha) que conforman el aparato de la Milicia Nacional Justicialista. Este grupo es conocido como la Triple M. Esta denominación se refiere a sus jefes. Sólo conocemos a uno, Martín Ciga Correa. Este grupo actuó en el caso de la Operación Colombo, efectuando el primer trabajo en forma perfecta", escribía en su carta.

La "operación perfecta" a la que se refería el chileno fue el hacer aparecer cinco cadáveres irreconocibles en los que se encontraron documentos falsos chilenos, para sustentar la versión de la dictadura pinochetista de que los 119 desaparecidos "estaban vivos en Argentina" y conspirando.

El nombre del Ciga quedó así unido al de Arancibia, pero también a la saga del crimen centroamericano, ya que formó parte del grupo de "asesores" de la contra en las bases creadas por Estados Unidos en Honduras.

La participación argentina contra la Nicaragua sandinista se gestó al calor de las relaciones fraternales entre Washington y la junta militar argentina desde los años 80. En agosto de 1981 se registran los pasos del oficial argentino Santiago Hoya, también vinculado con hombres de los escuadrones de la muerte de Guatemala, por Miami, para reunirse con jefes contras. Entonces, Hoya instó a la unidad de las fuerzas contrarrevolucionarias. En diciembre de ese mismo año, el entonces presidente Ronald Reagan firma la directiva 17 del Consejo de Seguridad Nacional, autorizando "operaciones secretas" en Centroamérica y el Caribe.

Otra pieza clave fue el agente de inteligencia argentino Héctor Francés, quien al ser detenido a fines de 1982 en Centroamérica, confirma la presencia de los militares argentinos no sólo en tareas de asesoría, sino también en acciones directas de sabotaje en Nicaragua.

Francés también reveló los nombres de los generales Santiago Villegas y Osvaldo Ribeiros. En el grupo más activo estaban Ciga y el general retirado Guillermo Suárez Masson, acusado actualmente en Italia por crímenes de lesa humanidad.

En esta guerra sucia trabajó además el general Roberto Roualdes, quien ha sido acusado de intervenir en el secuestro y desaparición de argentinos en Perú entre junio y julio de 1980, entre ellos la madre de desaparecidos Noemí Esther Gianneti de Molfino, quien luego apareció envenenada en un hotel de Madrid, el 21 de julio de 1980.

En septiembre de 1981, tal como relató Francés y recopiló el periodista español Enrique Yeves en su libro La contra, una guerra sucia, el agente Juan Carlos Galesio, quien había llegado a Panamá a fines de los 70 fingiendo ser un peronista perseguido, entregó a Francés y a Ciga Correa 100 mil dólares para sus planes con la contra.

El mismo Galesio, tratando de demostrar que él no "trabajaba" más con la dictadura, hizo circular luego un video donde un Ciga furioso por lo que consideraba una "traición" de Estados Unidos en la Guerra de las Malvinas en 1982, dejaba constancia de la actuación argentina en las bases de Honduras. Ahora, sorpresivamente, Ciga aparece detenido por Servini, aunque nadie sabe si está preso para que no diga más de lo que sabe, o para que confiese sobre los crímenes de lo que fue una verdadera internacional del terror.