MARTES 30 DE MAYO DE 2000

Punto crítico de la izquierda

 

* Marco Rascón *

El 3 de julio es el punto crítico de la izquierda para reconstituir el proyecto histórico, los movimientos sociales, la formación de cuadros, una nueva práctica basada en la autocrítica y la reconstrucción de las vías para la transformación política y social de México.

La experiencia será mucha si se reconocen los graves desvíos de estos años; si hay claridad respecto a que la UNAM fue paralizada para neutralizar a amplios sectores democráticos, que hoy estarían activos y a la ofensiva; si existe la convicción de que la dirección del PRD debe ser destituida de inmediato en esa fecha y llamar a un proceso de transformación, no para ocultar errores ni la incapacidad de los grupos internos que entrarán en disputa por los puestos y control del partido.

El PRD es hoy víctima de la cultura política que construyó a partir de 1994, cuando había que establecer alianzas pragmáticas y sin principios para ganar a toda costa elecciones. La derechización de la izquierda es consecuencia de los criterios políticos que se trazó el PRD a partir del tercer Congreso de 1995, donde se impuso la línea de la "transición pactada", que no cree en la fuerza de los votos, sino en la habilidad de los pactos al margen de la decisión de las urnas; que no cree en el derecho de la sociedad a polarizar las determinaciones, es decir, una decisión popular --aun electoral-- contra el régimen priísta es considerada ruptura peligrosa.

Mientras el PRD se abría hacia la derecha, paradójicamente se sumió en el sectarismo y la intolerancia más irresponsable hacia adentro. En este proceso destruyó su propia base social, corrompió a las organizaciones populares y los nuevos cuadros que formó surgieron del oportunismo y el sectarismo por puestos. Esto acabó con la discusión interna instalando la vieja cultura priísta "de la unidad", al mismo tiempo que se derechizaban sus tendencias y alianzas.

Tan aberrante como la "revolución institucionalizada" del PRI ha sido la "transición pactada" en el PRD. La crisis que hoy vive la izquierda entre la derechización y el fraude patriótico ha sido resultado de la ausencia de una política propia y consecuente con los principios nacidos en 1988. "Pactar" la transición y la tendencia al gilbertismo y el talamantismo han sido el origen de los errores que han llevado a perder la iniciativa política.

Después del 2 de julio es casi seguro que los segmentos políticos y sociales de la izquierda estarán divididos entre quienes optaron por respaldar a Fox y los que desean un referente propio a través de la reconstrucción de fuerzas sosteniendo convencidos el voto por Cuauhtémoc Cárdenas. Unos y otros arrastrarán pecados, pero también razones que crecerán en el futuro y serán base de nuevos agrupamientos políticos, uniones y divisiones frente a la nueva realidad.

La enorme confusión entre el electorado democrático ha sido resultado de los llamados a las alianzas totales con la derecha y luego al rompimiento, también total, cuando se discute en la calle la posibilidad de la derrota histórica del PRI. La confusión creció cuando sin una estrategia propia se hacían las alianzas más pragmáticas y confusas, se quemaban las relaciones históricas internas del PRD y se celebraba el aplastamiento de la legalidad interna, todo tipo de intolerancias, exclusión y rompimiento. La confusión ideológica crece cuando Fox y López Obrador hacen una campaña semejante en formas y poco contenido, pues ambos juegan al voto diferenciado y a ganar a toda costa.

La derrota electoral del PRI es buena señal para México, y no sólo para la izquierda, porque la derecha perdería su máscara. El inminente colapso priísta impone un reto para la reconstrucción ideológica, política y cultural de la izquierda ante el cúmulo de errores que ha generado la mayor crisis de perspectiva desde los años cuarenta, ante la sumisión al browderismo, que llevó a la alianza del PCM con Miguel Alemán en 1945 (el "nuevo PRI" de los cuarenta).

El 3 de julio es la oportunidad para la reconstrucción, por ello mismo no hay que sumirse ni en el pesimismo electoral ni en el triunfalismo; hay que reivindicar una izquierda desafiante. El momento es crucial si se acompaña de la derrota y desaparición del PRI y del pactismo; si significa disposición para enfrentar lo que será un cambio sin adjetivos y de neoliberalismo cruento, que sin el PRI podría reanimar a la ciudadanía a luchar de nuevo desde la izquierda y contra ese cambio sin rumbo. *