MIERCOLES 31 DE MAYO DE 2000

Ť Imparte curso en España


Pitol: el escritor incipiente necesita hallar su vocación

Patricia Landino, especial para La Jornada, Madrid, 30 de mayo Ť Sergio Pitol tuvo la certeza de que sería dramaturgo, pero otros caminos lo llevaron a la narrativa. Por ello, su objetivo al impartir el taller Novelar la realidad, que comenzó ayer en la Casa de América de Madrid, no es imponer una forma de escribir sino ayudar al escritor a encontrar sus propios derroteros.

''El que empieza a escribir debe encontrar su vocación. Descubrir si tiene posibilidades de género. Encontrar las diferencias entre redacción y narración", aconsejó el autor de La vida conyugal, al presentar el taller literario que concluirá el 2 de junio. ''La redacción es racional y se intenta demostrar algo. En la redacción tiene que estar el escritor con todas sus potencias. Irracionalmente. Encontrar los subsuelos y fondos de la escritura."

Pitol habló de sus lecturas de infancia, que transcurrió en una hacienda veracruzana donde fue a vivir con su abuela y sus tías al quedar huérfano. ''No fui un niño normal. Estaba enfermo de malaria perniciosa, lo que me impidió tener una escolaridad convencional e influyó en una infancia triste por varias tragedias familiares", contó.

Luz del Amo, a quien Pitol conoció en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y dedicó su libro El desfile del amor, merecedor del premio Anagrama de novela 1985, presentó al escritor como alguien que, si bien se identificó con Juan García Ponce o Salvador Elizondo, más por sus lecturas que en su
escritura, no siguió una moda ni se encasilló en algún grupo o corriente literaria.

Pitol se definió como un personaje cuya realidad ha estado ''regida, tatuada, teñida" por la literatura, en cuya escritura han influido de manera determinante la traducción a distintos idiomas, así como el uso del lenguaje rígido y protocolario cuando era embajador de México en Praga.

"Me sentía oprimido, comprimido, encorsetado por el lenguaje diplomático en un país tan tieso como Checoslovaquia. Escribir empezó a pesar y aparecer un
idioma que no podía yo controlar. Zumbón, burlesco, cuartelario. Para soportar el día empecé a escribir de noche", y ahí comenzó la trilogía del carnaval, con El desfile del amor (1985).

Destacó la diferencia de edades de los participantes del taller. ''No hay edad para empezar a escribir. Hay extraordinarios escritores que comenzaron muy tarde", entre los que mencionó a Virginia Woolf, quien comenzó a escribir a los 40 años.