CHALCO: LLUVIAS Y POLITICA SOCIAL
Desde el sexenio pasado, con una regularidad exasperante, las temporadas anuales de lluvia ponen al descubierto la carencia de una política social gubernamental. Año con año las aguas provocan desastres en múltiples zonas marginadas del país y evidencian en ellas la falta de planificación, de infraestructura adecuada y de interés oficial. En esta ocasión la tragedia ha empezado por Chalco, en donde el desbordamiento del río La Compañía ha colocado a decenas de miles de personas en situación de damnificados.
La situación de emergencia obliga a prestar inmediato auxilio a las víctimas y requiere de acciones urgentes en este sentido por parte de las autoridades federales y estatales, así como por parte de la sociedad. Más allá de las tareas de rescate, salvamento y albergue de los damnificados, el desastre hará necesario un trabajo de reconstrucción de largo plazo y una política social que otorgue a los habitantes de esa zona conurbada las condiciones de vida que nunca han tenido.
La emergencia actual resulta especialmente indignante porque pone de manifiesto la frivolidad y la insustancialidad -por decir lo menos- de la política social del sexenio pasado, la cual convirtió a Chalco en el máximo escaparate propagandístico del Programa Solidaridad (Pronasol), hasta el punto que Salinas de Gortari decidió pasar allí sus últimas horas como presidente, el primero de diciembre de 1994.
Seis años antes, el voto de la zona había favorecido ampliamente al entonces candidato presidencial por el Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas. Salinas convirtió en una de sus grandes obsesiones sexenales el ganar para el régimen la voluntad electoral de los habitantes de Chalco. Con ese propósito faccioso, el gobierno federal realizó en ese enorme y miserable asentamiento humano obras e inversiones que, al menos en la propaganda, fueron cuantiosas. A mediados del salinato se presumía ya la supuesta hazaña gubernamental de haber sacado a Chalco de la marginación y la insalubridad y se mencionaba la zona conurbada como ejemplo de lucha contra la pobreza. Sin embargo, el Pronasol -antecedente inmediato del Progresa- era una mera operación propagandística cuyos operativos de corte asistencial tal vez maquillaron y solaparon la miseria, pero no la redujeron en forma apreciable.
Hoy es Chalco; el año pasado fueron Veracruz, Chiapas y Oaxaca; el antepasado fue Guerrero. Es exasperante que fenómenos meteorológicos perfectamente previsibles y regulares provoquen tragedias sistemáticas debido a la falta de planificación e infraestructura para enfrentarlos. Finalmente, resulta inadmisible que la propaganda oficial se jacte, una vez pasados los desastres, por la adopción de medidas de auxilio ante circunstancias dramáticas y dolorosas que, a fin de cuentas, habrían podido evitarse.
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