VIERNES 2 DE JUNIO DE 2000
* Mi viaje feliz por la música* *
* Tito Puente *
Acabo de cumplir 74 años y 50 como músico profesional. Cosa que me tiene muy contento pues a través de todos estos años la gente en todos los lugares ha disfrutado la música que hago, que no es otra que nuestra música latina. Siempre he dicho que tengo un trabajo maravilloso porque tiene que ver más con la felicidad que con las penas. Ahora mismo estoy regresando de un tour por Europa y la excitación de esa gente me tiene emocionado. Aun en los lugares donde no entendían español, la barrera de la lengua fue secundaria. Ellos aman nuestra música porque tenemos los más grandes ritmos del mundo. Los géneros caribeños, por sus características de alegría, su cadencia y esa sabrosura inherente, hacen que la gente se olvide de los problemas y cosas personales. Por eso cuando veo que alguien sale a bailar con mi música soy el hombre más feliz de la Tierra y no hay nadie que altere ese estado de ánimo.
Comencé mi educación musical cuando era joven. Iniciando a los siete años con el piano y a la fecha sigo haciendo muchas de mis composiciones en el teclado. Después de unos años me dediqué a la percusión, la cual es el elemento más importante de nuestra música. Lo ha sido, lo es y siempre lo será. En Africa, hace cientos de años los mensajes (de nacimientos, casamientos, muertes y otros eventos importantes) eran comunicados por tambores. Los esclavos africanos trajeron aquellos ritmos al Caribe, en donde cada isla desarrolló su propio estilo. Hoy día, los instrumentos de percusión, como congas, bongós, timbales, claves, maracas, cencerros, chékeres, traen aquellos antiguos ritmos al público moderno por todas partes.
Estudié en la Escuela de Música Juliard, pero mucha de mi experiencia práctica viene de tocar en las calles del barrio de Harlem este, donde crecí y de los muchos salones de baile y centros nocturnos de la ciudad de Nueva York en donde toqué con infinidad de orquestas.
Mi primer compromiso profesional fue cuando tenía 13 años. Como sustituto un fin de semana en la orquesta de Noro Morales en el Stork Club, el cual era un lugar de primera clase en ese tiempo. Recuerdo que llevaba un esmoquin con uno de esos tiesos cuellos alzados, cada vez que me volteaba a la derecha para hacer una señal ese cuello empezaba a ser más y más incómodo. Llegué a casa esa noche con un extenso araño en mi cuello.
Por ese entonces yo estaba empeñado en hacer una música de avanzada, algo que fuera más allá de lo que habitualmente se escuchaba en aquellos salones de baile y clubes nocturnos de Nueva York. Cuando ingresé a la orquesta de Frank Grillo Machito absorbí mucho de ese estilo conocido como cubop. Un lingo endiablado que había propiciado Mario Bauzá al fusionar la música cubana con el jazz.
Ya con mi orquesta desarrollé muchas de esas ideas, y mientras tocábamos en los salones de baile fui afinando los detalles, descubriendo que la generación más joven, que no conocía cómo bailar de la manera como acostumbrábamos, seguía nuestra música, sintiendo el ritmo, levantándose y sacudiendo sus cuerpos, les gustaban muchos aquellos desarrollos. Muy pronto fuimos la orquesta de los chicos, encontrando una audiencia no latina en las universidades de los Estados Unidos.
mi orquesta y yo tocamos generalmente en salas de conciertos y auditorios de esas universidades. Recientemente estuve en la UCLA por una semana impartiendo seminarios sobre instrumentos latinoamericanos y arreglos. Al finalizar llevé a mi grupo al campus y estuvimos tocando alrededor del área con casi toda la población estudiantil escuchándonos.
A mí siempre me preguntan en qué estado de salud se encuentra nuestra música y la respuesta es siempre la misma. "está más saludable que nunca". Cuando comencé había en Nueva York un movimiento de música cubana muy importante. Recuerdo cómo Stan Kenton, Duke Ellington y Charlie Parker, entre otros, incluyeron instrumentistas latinos en sus respectivas orquestas porque decían que éstos, aparte de esa algarabía musical que brotaba de sus instrumentos, le imprimían más fuego a sus creaciones.
Esa situación no ha variado mucho. Ahora es muy común ver apellidos latinos entremezclados con los anglosajones o agrupaciones de latinos sólidas, con un sistema de interpretación que tiene por todo lo alto nuestra cultura musical.
La música latina no es una que le resulta indiferente a otros sectores. Hoy en día los compositores de música popular, particularmente los que hacen rocanrol, jazz o música disco, incluyen en sus arreglos muchos de nuestros ritmos. Pueden, por ejemplo, escuchar un ritmo lento enriquecido con un toque caribeño. Este puede ser reggae, calipso, merengue, mambo o un chachachá, que le da a ese arreglo una excitación extra, un color y textura especiales.
También nuestra música es susceptible de influencias. En ese sentido yo traslado muchas de esas ideas a lo que hago. Me gusta escuchar el folclor y tonadas de países extranjeros, como es el caso del mariachi mexicano, con el que tengo pensado hacer algo. Siempre trato de incorporar esa experiencia auditiva a nuestra cosa latina, claro que sin distorsionar su sentido porque lo que debe de privar es nuestro patrón rítmico. Siempre es así. Aun trabajando en el estudio de grabación con sintetizadores y computadoras, siempre tenemos que establecer primero nuestras percusiones. Después vamos al bajo y al piano, configuraciones y melodías.
He sido llamado el rey de la música latina y he recibido muchos honores. He hecho varias presentaciones en la Casa Blanca. Recuerdo la primera vez, cuando era presidente Jimmy Carter, los que me llevaron no me podían presentar como un simple ejecutante de timbal, así que me impusieron un título más apropiado a la ocasión: "el indiscutible embajador de la música latinoamericana". Piensen en eso, un "šrey!" y un "šembajador!". El reconocimiento personal está ahí y es muy recompensante. Estoy actuando y estoy comprometido. No me puedo retirar ahora, porque soy una de las personas que puede abrir puertas para nuestros jóvenes directores de orquesta. Si soy un éxito en los lugares a los que voy, allí estarán esperando que más gente regrese otra vez con nuestro tipo de música.
En resumen: mi vida ha sido un viaje feliz por la música. Ahora sólo deseo que lo que hagamos pueda ganar un mayor reconocimiento y llegar al top con las otras grandes músicas del mundo. Cuando alcance ese nivel, mucha de la gente estará feliz por ello, especialmente yo.
* Texto extraído del primer número de la revista Bembé, que el timbalero entregó ex profeso a la publicación.