VIERNES 2 DE JUNIO DE 2000
Poder ciudadano y democracia
* Gilberto López y Rivas *
El proceso electoral que atraviesa el país ha dejado ya, a pesar de su incierto desenlace, algunas experiencias nuevas sobre las cuales es imperativo abrir espacios de reflexión. Una de ellas, quizá fundamental, radica en definir y delimitar a sus protagonistas con sus espacios de acción y sus reglas no escritas.
Este proceso se diferencia de otros a partir de, por lo menos, dos elementos fundamentales: el desempeño de los medios de comunicación y la gran ausencia de lo que debiera ser el actor fundamental de un proceso "democrático": la sociedad mexicana; los ciudadanos "comunes y corrientes" sobre quienes descansa la responsabilidad última de conducir, a través de sus representantes, el destino de la nación.
Nunca como antes, los medios masivos de comunicación han ejercido un poder sin cortapisas, sin criterios claros de equidad y sin delimitación en sus funciones y desempeño, estableciendo el campo de acción de los distintos candidatos a ocupar los puestos de elección popular; definiendo la discrecionalidad de la información de las distintas campañas; las reglas de un debate guiado más por la mercadotecnia que provoca el morbo del enfrentamiento y las riñas personales.
Los medios han logrado mercantilizar la política bajo el modelo de las campañas políticas estadunidenses y han sido los grandes triunfadores de los diversos "debates". La discrecionalidad con la que manejan la información ha llegado al límite de construir alianzas ficticias y correlaciones de fuerzas ajenas a la realidad.
Esta situación manifiesta el ejercicio de un poder más descarnado y evidente, al grado de que los candidatos del binomio PRI y PAN se han sometido dócilmente a una lógica efectista que ha sacrificado las ideas, la confrontación de proyectos y el diálogo, por la imagen publicitaria y el guiñol político.
La consecuencia más grave de este proceso ha sido la ausencia de la mayoría de los ciudadanos que el próximo 2 de julio tomarán una decisión de gran trascendencia, pero sin contar con los recursos y las herramientas más adecuadas para sopesar y reflexionar su voto.
Sin embargo, la actual coyuntura también ha enseñado que no es posible dejar pasar más tiempo sin acercar el gobierno a la gente. Esto, que pudiera sonar como una frase huera en medio de tantos discursos demagógicos e incongruentes, tiene el significado de asumir la responsabilidad de construir los canales y concebir las formas jurídico-políticas para el ejercicio de un poder ciudadano.
No se trata de que "el poder sirva a la gente", como se propone en el lema de campaña del candidato Labastida, como una dádiva proveniente de un ejercicio autocrático del mando, como una facultad inherente a alguien en particular, cuando el poder es en realidad una relación social que se ejerce en determinado contexto y bajo diversas circunstancias en las que se pone en juego la disputa de influencias de unos sujetos con respecto a otros.
En lugar de esta noción priísta del poder que nos remite a la manera tutelar, vertical, clientelar y corporativa que ha utilizado el régimen de partido de Estado para lucrar con las necesidades de la gente, proponemos un poder constructivo, imaginativo y creador que abra la posibilidad para crear espacios de participación permanente, vigilancia, cuestionamientos y crítica frente a las autoridades elegidas a través de las urnas. Estos pueden ser los gobiernos ciudadanos que López Obrador está proponiendo cuando señala la necesidad de que se otorgue a éstos recursos y atribuciones para constituirlos como una instancia más de la administración pública y el desarrollo social autogestionario.
Es importante recuperar el sentido genuino de la legitimidad proveniente de una voluntad ciudadana vertida a través del voto. Pero para ello, la historia reciente nos ha enseñado que dicha legitimidad se tiene que alimentar y enriquecer no a través del autoritarismo y los aparatos represivos del Estado, sino de la participación libre y cotidiana de los ciudadanos en los asuntos públicos.
El poder que hoy deben ejercer los ciudadanos para generar una transformación democrática del régimen político se debe expresar en la organización vecinal y sectorial, el referéndum, la consulta popular, la vigilancia y supervisión frente al desempeño de los funcionarios públicos con la consecuente facultad de la revocación de mandato. Propuestas, muchas de ellas, que aún quedan pendientes para una futura reforma política, pero que también dependen de la construcción de un gobierno y una cultura política alternativos que, en lugar de las prácticas clientelares y corporativas, hagan prevalecer el principio de mandar obedeciendo. *