SABADO 3 DE JUNIO DE 2000
TUMBANDO CAÑA
El tesoro de la isla
Ernesto Márquez Ť La industria, la profesión y todo lo relacionado con la música en Cuba está viviendo días de gloria. El interés de las trasnacionales del disco por grabar a los artistas cubanos y la libertad que tienen éstos de contratarse con empresas extranjeras está posibilitando una inaudita promoción de ese talento fuera de la isla.
La cuarta Feria Discográfica Internacional de La Habana, Cubadisco 2000, que acaba de finalizar en la capital de Cuba, ha venido a demostrar que el boom de la música cubana en Europa, Asia y América no es una cosa que se haya dado a partir de un solo intento -en este caso el tan llevado y traído Buena Vista Social Club-, sino por la fuerza natural del quehacer musical cubano, que ha provocado que se hagan a un lado las restricciones políticas que impedían su comercialización.
Muchos creen que los primeros en dar el campanazo fueron los viejitos del Buena Vista, pero no. Los provenientes del jazz, como Chucho Valdés o Gonzalito Rubalcaba, y salseros de la talla de Los Van Van, la Charanga Habanera e Issac Delgado.
Desde mediados de los noventa se empezó a notar en el mercado internacional la presencia cada vez mayor de discos cubanos. Esto gracias a los convenios realizados en el exterior por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem) y la presencia en la isla de discográficas españolas que fueron pioneras en el descubrimiento del tesoro (musical) de la isla.
Empresas como Manzana, Caribe Productions y Magic Music fincaron sus reales en La Habana y con permiso del Instituto de la Música ficharon a lo más prominentes del quehacer sonoro cubano.
La compañía española Manzana creó el sello Eurotropical, en la que graban ocho solistas y grupos cubanos. Caribe Production, compañía radicada en Panamá, con más de 100 discos y líder en venta en la isla se ha afiliado a la EMI española para comercializar en todo el mundo sus productos. Magic Music, discográfica barcelonesa, puso hace dos años en marcha un ambicioso proyecto denominado La isla de la música, gracias al cual logró grabar a 34 artistas de toda Cuba, desde el son tradicional al jazz.
Las constantes giras de artistas cubanos por el mundo y las recientes propuestas al Grammy, con la obtención de algunas de estas estatuillas por parte de músicos veteranos y contemporáneos, ha alimentado el llamado boom de la música cubana, despertando a su vez el interés de casas discográficas, productoras independientes y también de las grandes multinacionales del disco, como Warner, Virgin y BMG, que a pesar del bloqueo empiezan a negociar en la isla.
Sin embargo, no todo ha sido miel sobre hojuelas, pues muchas de estas empresas apuestan por lo seguro y meten a sus estudios de grabación o compran licencias de quienes saben que van a vender sin mayores problemas.
"Grabar en Cuba cuesta", argumentan, y no todos tienen el caché en el extranjero de un Compay Segundo o de un Eliades Ochoa o de un Chucho Valdés como para que estas compañías, por bien intencionadas que sean, apuesten su dinerito en un proyecto del que no saben si van a recuperar algo.
Hay conciencia de que la música cubana, antes sólo reconocida por su calidad, puede convertirse a medio plazo en un gran negocio, y las autoridades empiezan a organizarse para explotar esa cantera que requiere de una mínima inversión.
"En Cuba hay muchos músicos y mucha música, y es urgente que nos pongamos a trabajar al respecto", nos dice Ciro Benemelis, director del Instituto de la Música. "Así como supimos industrializar y comercializar la caña de azúcar y luego el turismo, lo tenemos que hacer con esta expresión artística", asegura el funcionario cubano, quien revela que en la Egrem existe un registro de 12 mil músicos de toda la isla con un promedio de producción de 3 mil proyectos u obras anuales, "lo que nos da la dimensión del problema que tenemos que resolver.
Por lo pronto han creado la empresa Recsa, que se encarga de coordinar las acciones de las casas discográficas extranjeras establecidas en la isla. ''También se ha creado un grupo ministerial discográfico, presidido por el ICM'', afirma Benemelis. ''Con ello vamos a evitar pirateos y abusos de productores inescrupulosos que antes venían a la isla, grababan y engañaban a los músicos. Les hacían firmar contratos leoninos, les daban una miseria y no les pagaban regalías".
Pero como solos no pueden luchar contra ese gran monstruo, que es el pirateo indiscriminado que han sufrido sus artistas por culpa del embargo económico que les impide ejercer acciones legales por la violación del derecho autoral, le han pedido a la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) de España que sea la encargada de ejercer en nombre de los artistas cubanos la representación de sus derechos.
Así, la SGAE comenzó por atender a la elite de las diferentes áreas musicales, para luego seguir de cerca el imparable flujo de nuevos artistas. Cuando comenzó en 1992 tenía alrededor de 60 socios, hoy 800 artistas cubanos están inscritos en ella. Otro dato revelador es que en 1993 los 21 socios cubanos mayores recaudadores de la SGAE (Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Compay Segundo, los herederos de Lecuona y Miguel Matamoros, entre otros) recibieron por concepto de derecho de autor 470 mil dólares, cantidad que fue duplicada el año pasado.
En la reciente feria habanera del Cubadisco 2000 se establecieron alianzas con empresas discográficas y sociedades autorales para ampliar los beneficios a los músicos en activo. Pero lo que parece una solución se está convirtiendo en una bronca compleja, pues tales beneficios no alcanzarán para todos. No hay que olvidar que Cuba cuenta con 12 mil músicos censados y que la mayoría de ellos tiene nivel internacional y necesidad de divisa. Pero esa es otra historia, misma que trataremos de develar en la siguiente entrega.