Luis González Souza
ƑAl cielo sin maestros?
TODOS DESEAMOS EL CIELO para México. Todos sabemos que el pasaporte al cielo se llama desarrollo. Todos decimos que la educación es la palanca del desarrollo, mucho más en la actual ''era del conocimiento''. Todos reconocemos que la clave de una buena educación son los buenos maestros.
Pero nadie, salvo ellos mismos, hacemos algo por nuestros maestros. Peor aún, los satanizamos cuando luchan, como ocurre ahora mismo. ƑY así queremos el cielo?
Todos los gobiernos neoliberales de nuestro país presumen de haber colocado a la educación en el centro de sus prioridades. Todos han lanzado grandilocuentes discursos el Día del Maestro. Sin embargo, ninguno ha tenido un ápice de congruencia. Muy por el contrario, todos han arremetido contra las luchas del magisterio e inclusive de los estudiantes. Es decir, contra los dos pilares de cualquier sistema educativo.
En esa virtual guerra contra la educación, el arsenal de nuestros tozudos neoliberales (más papistas que el Banco Mundial) va desde la asfixia financiera hasta el uso de macanas y barrotes. Todavía hoy siguen presos algunos de los casi mil estudiantes de la UNAM que cayeron en las garras de la PFP. No hace mucho, también fueron encarcelados varios dirigentes magisteriales que osaron manifestar su inconformidad dentro del Senado de la República.
La cárcel financiera es todavía más elocuente. Basta repasar algunos datos recopilados por maestros de la sección XVIII del SNTE (Michoacán) en su ''Programa Emergente de Rescate Educativo'' que, aparte de actual (mayo del 2000), es un dechado de inteligencia propositiva. De evidente aunque vergonzosa prioridad, el rescate bancario ha entrañado un gasto seis veces mayor al presupuesto asignado este año a la educación, unos 213 mil millones de pesos. Sólo el rescate de Serfin, para regocijo de unos cuantos, se ha devorado dos tercios de esa cifra, de la que en cambio dependen los casi 30 millones de estudiantes con que hoy cuenta el país.
De 1982 a la fecha, la proporción del PIB dedicada hoy a la educación (4.1 por ciento) registra un descenso de 2.5 puntos porcentuales. Los estragos sobre el derecho a la educación resultan obvios. Hoy tenemos más de 41 millones de habitantes que no han completado ni siquiera la primaria. Sin acceso a la educación media se encuentra 54 por ciento de los jóvenes cuya edad oscila entre los 13 y los 17 años. Y sin educación superior está casi 85 por ciento de los jóvenes que deberían tenerla.
Igualmente obvios son los estragos sobre el magisterio. Hasta el 15 de mayo pasado, que es cuando (re)comenzó la heroica lucha de los maestros, el salario para una plaza inicial de educación primaria era de 2 mil 939 pesos mensuales. ƑCuántos banqueros, cuántos políticos podrían vivir con eso? Vaya, Ƒcuántos vendedores ambulantes o tragafuegos? Es más, en lo que va de este sexenio, el salario real (con la inflación descontada) de todo el magisterio ha caído 70 por ciento.
ƑY así queremos una educación de calidad? ƑY así queremos que ahora los maestros, al igual que los estudiantes de la UNAM, permanezcan callados y paralíticos?
El día que ya ni siquiera haya movilizaciones estudiantiles ni magisteriales, el luto nacional será total. Querrá decir que la batalla por la educación terminó en derrota, en letal derrota para cualquier proyecto de nación. Una batalla que de por sí se pierde cada vez que un joven queda sin escuela, y cada vez que los afortunados se someten a una educación tecnocrática, a una simple capacitación mercantilista, o bien a una educación tan lastimosa como el nivel de vida de los maestros.
Por todo ello la lucha magisterial de estos días merece no sólo respeto. Merece aplauso y apoyo. Tanto más porque, a diferencia de otras luchas gremiales, ahora nos encontramos con un movimiento magisterial que pone por delante la defensa de todo nuestro sistema educativo. Es decir, la defensa de México en su derecho al desarrollo, al futuro.
Nación de siervos, o nación de gente pensante. País subyugado hasta en su sistema educativo, o país decidido a pensar por cuenta propia. Sociedad de robots, o sociedad de personas. Maestros-vendedores a estudiantes-compradores, o maestros y estudiantes dignos. Eso es lo que hoy se juega.
Los estudiantes de la UNAM y los maestros de la CNTE ya se definieron. Faltamos los demás. El dilema es simple: ƑO asaltamos el cielo intercultural de todos y con todos, o caemos al infierno de las naciones descerebradas?