* José Cueli *

El Zotoluco se perdió en el aire

La entrega de El Zotoluco sabía a sangre en las Ventas. La sangre sabía a religión, sabía a corrida de toros. La casta de los toros era tierno grito de muerte en sus pitones. La verdad intuida en la intimidad con el toro. El lamento furioso de la vida que se va en segundos. Ceremonia sagrada de este rito isidril, en la primavera madrileña. Trasfondo expresivo de la muerte, de donde suele salir el chorro de sangre que purifica.

En la plaza de toros madrileña los aficionados miraban la muerte desde dentro. La muerte hurgada en su razón existencial. En toda la fuerza del azar expresada en los giros de capotes y muletas. Liturgia de los toros, no de los toreros. Religión donde se adora y sacrifica al toro. El toro metáfora del demonio que se pierde en los pitones. En la brutalidad de sus afiliados cuchillos. En el poder mágico de su fuerza bruta. La expresión más siniestra de las fibras de la naturaleza.

Los toros lidiados por El Zotoluco nada tenían que ver con el toreo moderno, eran parte de una tradición religiosa. Los toros de encastada nobleza, la parte del drama más puro, que se perdió en el toreo por corrupto. Los toros que recorren la muerte, la gloria. Sólo por el gusto del juego vida-muerte en la mirada de unos ojos vivos; la poesía del toreo.

El Zotoluco torero, en Madrid, este viernes, luchó con la muerte en el juego de la línea recta y la curva, en el galleo viril del cuerpo. La muerte tocaba sus coplas fúnebres a la salida de los toros al ruedo. Los toros desnudaban de todo lo que tiene de falso, tramposo y falto de riesgo, el toreo actual y El Zotoluco valiente a carta cabal no pudo con esos encastados toros, desdibujando su triunfal presentación hace una semana.

El juego con los toros es comunitario y al mismo tiempo soledad. Los toros leña, músculo, casta y muerte. Son de muerte de los toros al aplastar a los toreros ųZotoluco, Abellan, R. Ordoñezų, en su galopar por el ruedo, al ir mirándolos. El sol de la tarde jugaba a calentar los toros en las últimas curvas de los pases imposibles. Momento peligroso del juego torero de El Zotoluco con la sangre hirviendo y los pálpitos del desamparo original del ser humano, desvelados a girones por la casta desatada de los toros que desbordaron a un temerario Zotoluco, que a falta de recursos toreros; encabritado y cojonudo, no podía abrirse paso entre los pitones del toro de Santiago Domecq y se perdía en los aires...