LUNES 5 DE JUNIO DE 2000
Ť El argentino anotó sin fallas 19 goles-rolas
El sol y Páez ardieron sobre creyentes en el arte del músico
Ť Clamor: šEn esta puta ciudad matan a pobres corazones!
Mónica Mateos Ť La calle, que es de todos, se llenó ayer de fieles, asoleados, impúdicos y desgarbados jóvenes, revolucionarios creyentes en la palabra y música de Fito Páez, a quien le bastó un firme acorde de guitarra para hacer estallar el coro: "šEn esta puta ciudad matan a pobres corazones!".
En el monumento a la Revolución, entre charcos a medio evaporar y lombrices de agua puerca totalmente retostadas, el primer domingo de junio fue escenario del concierto gratuito que ofició el músico argentino "lanzanetas".
Para abrir boca, el público presenció el autogol del arquero del Atlas, Félix Fernández, quien tomó el micrófono para leer una innecesaria y larguísima semblaza del cantante que, desde las 14 horas, tenía a miles aguardándolo.
Un poco soñoliento y con huellas de resaca llegó Fito frente al piano para meter sin fallo sus 19 goles-rolas en esa enorme portería en que se convirtió el arco del mausoleo patrio.
No lo hizo como si fueran pénaltis. Jugueteó con cada tiro, retozó desde el inicio de Cadáver exquisito, paladeando la letra: "Que algo cambie para no cambiar jamás, preferiría tu sonrisa a toda la verdad, todo es imperfecto: amor y... odio".
Luego dejó fluir la música del piano, la fatalidad colapsada en ternura, el cataclismo tecnicolor de sus mariposas, la arrogancia que en él, dice, no es tal sino carácter. "šGracias amores!", dijo al público, con esa mezcla de delicadeza y extravagancia que permea sus maneras. Así empezó nada más que a rocanrolear con temas como La rueda mágica, Vueltas en el aire y Bailando, y su guitarra amarilla muy cerca del pecho.
Sin una nube sobre el cielo capitalino, Páez ardió aún más la piel de quienes disfrutaron ser "presos de este sol" con la canción Brillante sobre el Mic. Transformado en un generoso mediocampista, con camiseta del equipo de su natal Rosario y todo ímpetu, Fito no cantó "nuevas" para que nadie tuviera el pretexto de quedarse callado.
El calor estaba a tope cuando llegaron los acordes de Actitud y despabilaron, al cien por ciento, al pibe que se lanzó de lleno: "Mi pelea es por estar a tu lado, es sólo una cuestión de actitud: cantar al mediodía aquí en el de efe... atreverse a atravesar el cielo... entender lo que está escrito en el viento".
Un saque de ternura llevó el tema 11 y 6 hasta las últimas filas, allá rumbo a Paseo de la Reforma, donde los acordes del piano parecían lluvia fresca y los vendedores de libros usados detuvieron su oficio unos segundos para acompañar el canto: "Eeellos sooolos, pueeeden másquel amor... y son más fuertes que el Olimpo".
Sin ningún presagio de chubascos, tranquila el alma por pura necedad, la calle y todos acompañaron a garganta batiente la declaración de principios de Fito, esa rola llamada Al lado del camino, en donde avisa: "Me gusta abrir los ojos y estar vivo, aquí en el de efe y tener que vérmelas con la resaca, vivir atormentado de sentido".
Cuando se logró desprender del piano, el flaco de la barriga para arriba (y un poco para abajo), se fue a menear todo frente al micrófono al compás de Algo mejor. Nalgas para allá, nalgas para acá, muy sexy todo él, con todo y el retacito-homenaje a Charly García de No voy en tren.
Entre los apretujones de las personas que estaban más cerca del escenario brotaba una rosa, seguida por una larga manta que decía "Bienvenido a México, Fito", y muchas cabezas sudorosas que se quedaron extáticas cuando empezó aquello que dice "y yo no buscaba nada... y te vi".
Los más listos aprovecharon el remanso del tumulto para comerse a besos, así, apretaditos en esa marea de cuerpos hirvientes.
Pasado el suspiro, el regalazo de Fito Páez a su incondicional público chilango fue Popotitos, chasqueando las rodillas y azotando al aire su mechón rizado.
La celebración alcanzó cúspide con El amor después del amor, que puso a bailar hasta a los policías que cuidaban el orden.
Ya deschongado, el público, más que caliente, a punto de llama, tronó como grito de guerra: "šEn esta puta ciudad matan a pobres corazones!".
Y volaron los chorros de agua sobre los cuerpos ardidos, giraron y giraron camisetas, un sostén cayó a los pies de Fito que raudo se lo puso como pudo.
"Estos conciertos en la calle y gratis son muy importantes para que la ciudad esté viva de verdad", declaró antes de convocar: "šAmérica Latina unida, jamás será vencida!", y encender, como despedida la Buena estrella, "y sentir que sí se puede ser feliz".