LUNES 5 DE JUNIO DE 2000
Sequías, más que un castigo divino
* Iván Restrepo *
En lo que va de este año, el clero ha organizado varias ceremonias en el norte del país para pedir a Dios, a la Virgen y a algunos santos de culto popular que llueva, que cese la sequía y haya agua suficiente para las siembras y el consumo humano. Cuando el primer huracán de la temporada no descargaba todavía abundante agua y humedad sobre parte del territorio nacional, las plegarias abundaron, así como una consideración inédita: Ƒpor qué El Altísimo es tan avaro a la hora de dar un elemento básico para la vida en el planeta? Tres ejemplos.
El obispo de Aguascalientes Ramón Godínez afirmó que la sequía que se registra en todo el país es un castigo divino por los pecados de la humanidad. Los fieles, aseguró el pastor de almas, deben interpretar la falta de lluvia como la voz de Dios que protesta por los pecados que atentan contra la vida humana: "En este planeta ha habido más muertes por abortos que por diferentes guerras desde terminada la Segunda Guerra Mundial". Y para aplacar la ira de Dios por tanto aborto, el obispo realizó en las 81 parroquias de Aguascalientes una Jornada Intensiva de Rogativas (misas, peregrinaciones a los santuarios regionales, oraciones y rosarios) en la que se pidió que termine la sequía. La entidad ha sufrido en los últimos años severos problemas por la falta de agua.
Cientos de peregrinos, encabezados por el gobernador de Zacatecas, Arturo Monreal, caminaron hasta el santuario del Santo Niño de Atocha, el más visitado del norte del país, para pedirle que haga llover. No es la primera vez que los creyentes visitan en Fresnillo la simpática imagen confiados en que hará el milagro de terminar con la sequía. El niño, por lo que se ve, anda desde hace varios años muy ocupado en resolver peticiones más urgentes.
En Sinaloa, el obispado de Culiacán exhortó a párrocos y feligreses a orar en toda ceremonia religiosa por la lluvia y el buen temporal. Antonio Ramírez, vocero del obispado, señaló que "la fe mueve montañas y esta gran fuerza espiritual de todos los sinaloenses, esta gran plegaria, va a generar resultados tangibles, va a traer lluvias". Para ello, se llevaron a cabo jornadas especiales de oración tanto en Culiacán como en Los Mochis, Guasave y Guamuchil.
Y por si no bastara lo anterior, el vocero anunció misas en los lugares donde más se necesita que haya agua: en las presas. Estas sufren desde hace años un paulatino agotamiento del líquido, al grado de que hoy el agua que almacenan representa menos de 12 por ciento de su capacidad; es muchísmo más lo que se extrae de ellas que lo recuperado por escurrimientos.
En siglos pasados, cuando no se conocían con certeza las causas de la sequía, la necesidad de conservar los bosques de clima frío y templado y las selvas para generar y garantizar las corrientes de agua, era frecuente que la Iglesia católica hiciera peregrinaciones con los santos más preciados hasta los lechos de los ríos o las montañas para pedirles que hicieran el milagro de llover. Cuando las plegarias y movilizaciones de los fieles no eran escuchadas, cosa muy frecuente, las imágenes de los santos eran destrozadas, arrojadas a las corrientes de los ríos en señal de repulsa por no obrar el milagro pedido.
Hoy sabemos que no es en el cielo donde se decide que haya sequía, que nazca el agua en las montañas, que llueva. Bien harían los obispos y los funcionarios peregrinos en recurrir a medidas más efectivas para evitar las tragedias que ocasiona la falta de líquido en diversas entidades del país. Por ejemplo, garantizar la salud ambiental de las áreas naturales donde nacen los ríos, que luego alimentan los embalses de las presas --es el caso de la Tarahumara, donde se originan cinco grandes cuencas hidrológicas que benefician a varias entidades--; evitar la erosión y la tala de árboles; inculcar el uso racional del agua en el agro, la industria y los asentamientos humanos; impulsar una vigorosa y efectiva campaña de reforestación. Estos son los milagros que desde hace décadas todos esperamos. *