LUNES 5 DE JUNIO DE 2000
* Sólo es administrativa, y "centraliza el poder"
La descentralización educativa "no es tal", según investigadores
* Presentó El Colegio de la Frontera un libro en torno al tema
Ciro Pérez Silva * La descentralización educativa "no es tal", pues "se descentraliza la administración, pero se centraliza el poder; los estados son llamados a implantar u operar la política proveniente del gobierno federal" o bien la descentralización ha significado "pedirle a los estados que realicen, a nivel local, el proyecto educativo nacional", en todo caso, afirman especialistas "es un proceso sin marcha atrás", coinciden ensayos de un grupo de especialistas de los seis estados de la frontera norte
Cumpliendo el rito centralista de tener que presentar en la ciudad de México un libro "para que éste exista", Víctor Alejandro Espinoza Valle, Sylvia Schmelkes, Carlos Ornelas y Beatriz Calvo comentaron el pasado jueves el texto Modernización educativa y cambio institucional en el norte de México, publicado por El Colegio de la Frontera Norte, que paradójicamente registra una visión de la descentralización educativa desde los estados.
Para Sylvia Schmelkes, el rumbo que asume la descentralización educativa depende de la historia política de la educación y de la coyuntura política de cada estado.Tres de las entidades eran gobernadas por el PAN al momento de relizarse los estudios, y las tres restantes eran entonces y son ahora gobernadas por el PRI.
Resumiendo los ensayos de varios investigadores sobre los efectos de esta descentralización en las seis entidades, Schmelkes destaca que el federalismo centralizó aún más la toma de decisiones; los gobiernos estatales, que tenían cierta autonomía, ahora están sujetos a la autorización central; el federalismo se presenta como concesión del gobierno central; la descentralización reprodujo el centralismo, concluyen.
Para Carlos Ornelas, el trabajo de siete autores a partir del análisis del cambio institucional que provocó la descentralización educativa revela conflictos políticos, de reglas del juego político más que del respeto a la norma, de relaciones laborales, de poder.
En la investigación sobre Chihuahua, comenta Ornelas, "se muestra cómo la burocracia tradicional de la Secretaría de Educación Pública y la de las dos secciones sindicales --la 8 y la 42-- defienden sus cotos a como dé lugar contra la aparición de cualquier actor externo".
Esto es revelador, insiste Ornelas, ya que pese a que el gobernador, electo por mayoría popular, tiene la facultad constitucional de designar a los funcionarios de alto nivel, "era tradición que el Departamento de Educación, que es la sección estatal, fuera de la 42, y lo sigue siendo, mientras que los servicios coordinados eran propiedad de la sección 8", estableciéndose con ello estructuras paralelas.
En Nuevo León, reseña Schmelkes, la problemática que dio origen al acuerdo para la descentralización educativa "no ha desaparecido ni disminuido". Para el autor del ensayo sobre esta entidad, la descentralización produjo la reafirmación de la centralización del poder por parte del gobierno federal y una saturación administrativa y técnica por parte de las autoridades educativas locales. Lo que sí ha logrado la descentralización, asegura el autor, es volver más complejo el marco institucional estatal.
Para Chihuahua la situación fue distinta, resume la investigadora. Ahí la descentralización se puso en marcha en septiembre de 1992, y el PAN toma posesión de gobierno en octubre del mismo año. "Descentralización --sobre todo transferencia de la relación laboral-- y alternancia generan conflictos casi irresolubles".
El poder se maneja discrecional y autoritariamente, con desconocimiento profundo de la historia local y de las necesidades educativas del estado. Se generan reacomodos, ajustes de fuerzas; se provocan falsas identidades entre proyectos educativos y proyectos partidistas, por lo que los resentimientos creados dificultan emprender un proceso educativo significativo para el estado. La experiencia de Chihuahua demuestra que no se puede reformar la educación sin los maestros.
También panista, Baja California se distingue por ser una entidad en la que el gobernador --Ernesto Ruffo-- no quería la descentralización. Este caso es analizado por el compilador del libro, Víctor Alejandro Espinoza Valle, quien afirma que el proceso descentralizador se ha caracterizado por "mantener la centralización del poder y de los recursos financieros, además de que la federación se reserva las funciones sustantivas del sistema".
Citando a otro investigador, Espinoza Valle considera que "se trata de construir el federalismo desde el centro". Los conflictos laborales se desplazan al ámbito estatal; se modifican, con la alternancia, las certidumbres de los resultados de negociaciones laborales y el magisterio valora de manera negativa la descentralización, pues a consecuencia de la misma no encuentra mejoras sustantivas en sus condiciones laborales y de vida.
"Estamos frente a un proceso de descentralización a medio camino: se ha avanzado en la desconcentración, mas no en la descentralización. Y la desconcentración no basta para un nuevo federalismo", concluye Espinoza Valle.