La Jornada miércoles 7 de junio de 2000

PAGINA 9 Ť Lourdes Galaz
Historias de familia

Las relaciones Estado-prensa suelen ser, en el mejor de los casos, cordialmente tirantes. Tras bastidores y sin que el público se entere, en ocasiones tienen lugar verdaderas pujas entre funcionarios, líderes del Congreso, dirigentes partidistas y los directores o editores de los medios, ya sea para impedir la divulgación de una noticia o reportaje o para orientar el sentido de alguna información que se estima favorable al régimen o a algún grupo político... Cierto, las relaciones gobierno-prensa cambian cada sexenio, según el estilo personal del gobernante. En tiempos del presidente Luis Echeverría comienza a advertirse cierta apertura en los medios. Por lo menos en la prensa fue evidente el cambio. Antes, durante el conflicto estudiantil de 1968, la prensa vendida o amordazada mediante fuertes compromisos políticos o económicos con el Estado fue factor que incidió en la represión y derrota del movimiento (aquellas ocho columnas contra las movilizaciones del Excélsior dirigido por Julio Scherer, no se olvidan). Con los setenta llegó a los periódicos y la televisión (la presencia de la radio en la información comenzaba) una nueva generación de periodistas, egresados de universidades (la UNAM, la UIA) y escuelas (la Septién, la UFM) que cambiaron el ambiente en las redacciones y dieron un giro a la presentación de noticias, reportajes y entrevistas. Claro, los dueños y editores de los medios continuaron con la relación tirante, perversa, convenenciera con los personeros del gobierno; se pusieron de moda los jefes de prensa con línea desde la oficina de Comunicación de Palacio Nacional... En el sexenio de López Portillo, la reforma política del reyesherolismo impulsó la presencia de la oposición al gobierno y al partido de Estado y la generación de grupos políticos y sindicales pioneros en la transición de México a la democracia. La prensa ha sido partícipe, actora (Proceso y Unomásuno, 1977) y beneficiaria de los cambios sociales que se precipitaron en las últimas dos décadas del siglo pasado.

ilustracion central La relación prensa-gobierno en la administración de Miguel de la Madrid se distinguió por el activismo de los hombres del presidente: Carlos Salinas, Manuel Camacho, Emilio Gamboa y en menor medida Manuel Alonso (hoy director y accionista mayoritario de Unomásuno) impusieron una nueva forma de relación con los medios: cortejando y seduciendo a dueños y directores de diarios, a intelectuales, a concesionarios de la radio, ejecutivos y conductores de noticieros de televisión. La profesionalización del gremio periodístico, la apertura política y una creciente presencia de la sociedad en la toma de decisiones (democracia sindical, protestas callejeras, oposición legal al régimen con el voto en elecciones estatales -Chihuahua, San Luis Potosí, Yucatán- y federales de 1988) dieron paso al cambio en los medios, y grupos de periodistas se comprometieron en empresas con tendencia y objetivos distintos a los medios existentes (La Jornada, 1984). El movimiento social de 1988 -que se manifestó en las urnas el 6 de julio de aquel año- obligó a los medios a reflejar con mayor objetividad la realidad política y a convertirse en voceros de las organizaciones sociales, con todo y los compromisos económicos, políticos y de amistad que la mayoría de los dueños, directores y editores de las empresas periodísticas tenían con Carlos Salinas de Gortari y su equipo en el gabinete presidencial.

En el salinato la relación con los medios fue siempre tensa, de compromiso, mercantilista. De manera personal, Carlos Salinas comprometió a dueños y directores de los medios con su gobierno. También a ciertos columnistas y a los intelectuales de moda. Carlos Salinas llegaba con José Córdoba, Otto Granados, Emilio Gamboa y, eventualmente, con José Carreño, a cenar en familia a las residencias de los dueños de las televisoras, los grupos radiofónicos y las empresas periodísticas. El cortejo a los dueños de los medios, la seducción a los intelectuales y el abierto desprecio al gremio periodístico no impidieron que la prensa se comportara de manera independiente en el salinato. Y es que, ciertamente, las empresas de comunicación están en el mercado, y la prensa vendida dejó de ser un buen negocio para los empresarios periodísticos: la sociedad exige información veraz, objetiva. Los anunciantes exigen rating, circulación efectiva de diarios y revistas... Los días previos a la relección de la directora de La Jornada analizábamos la relación Estado-prensa en el sexenio que está por concluir. Y la directora Carmen Lira aceptaba: "Zedillo y los personeros de Los Pinos han sido respetuosos con la prensa; no es como en el pasado... tiene la piel más sensible la gente de los partidos políticos que los hombres del presidente". Y hoy que celebramos el Día de la Libertad de Prensa y la entrega de los Premios Nacionales de Periodismo en un acto republicano en la residencia presidencial, recuerdo esa efeméride en los tiempos del salinato. En 1993, cuando un jurado de periodistas que presidió don Alberto Domingo me distinguió, junto con otros cuatro compañeros, para recibir -con gran orgullo- un reconocimiento de la República, como establece la Ley de Premios y Recompensas, Carlos Salinas de Gortari se negó -en principio- a entregar los premios. León García Soler, miembro del jurado, advirtió al entonces presidente que la ley lo obligaba, y que los periodistas no aceptaban que un ujier (Patrocinio González Garrido) hiciera el trabajo. Salinas cedió, aunque la ceremonia fue tan privada que se hizo en un pequeñísimo salón de un rincón de Los Pinos, y en un ambiente tenso, enrarecido por acusaciones del ex procurador Carpizo contra el gremio y ciertos narcoperiodistas que jamás precisó. Y en un discurso severo, republicano, el periodista Alberto Domingo exigió claridad a Salinas; "ni impunidad ni privilegios", le dijo, y citó a García Soler: "No hay hora de cambio que no haya sido anunciada por el rescate valeroso de la libertad de expresión"... y hoy es nuestro día. šSalud a los premiados!

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