JUEVES 8 DE JUNIO DE 2000

* Astillero *

* Julio Hernández López *

Tres temas intocables hubo largo tiempo en los medios: el Presidente de la República, el Ejército y la Virgen de Guadalupe.

En los años recientes, la evolución democrática del país fue colocando cada vez más tales puntos tabú bajo el escrutinio de la opinión pública. Además, por sí mismos, cada uno de esos ámbitos ha ido produciendo una gran cantidad de escándalo: Carlos Salinas de Gortari llevó al abismo la figura presidencial, generales metidos al narcotráfico ensuciaron los galones antes real o aparentemente inmaculados, abades guadalupanos abrieron flancos de corrupción, simonía e incredulidad.

La prensa, la asignatura rezagada

Sin embargo, hoy, cuando se han abatido muchas de las murallas que protegían a las principales instituciones públicas de la crítica genuina, el único segmento que se ha quedado en el rezago es, justamente, el de los medios. Hoy es posible criticar al Presidente, a los militares y a la Iglesia católica, pero no de verdad a la prensa, a los periodistas, a los medios de comunicación.

Ese fuero virtual no sirve para garantizar libertades, a pesar de todas las alegorías y arrebatos líricos con los que suelen cantar a la libertad de expresión muchos de los mismos pervertidores del periodismo, sino para proteger excesos, abusos, negocios, enriquecimientos, chantajes, ignorancia, imprecisiones, descuidos...Tras la bandera de la libertad de expresión, de la libertad de prensa, suelen encubrirse los grandes negociantes que usan los medios como catapulta para abrir camino a sus verdaderos negocios importantes hechos al amparo del poder público.

(Que nadie toque ni con el pétalo de una precisión, de una corrección, de un comentario crítico, a un reportero o a un directivo, porque cae la ira divina de los medios sobre aquel insolente, para dejar ejemplo claro a los demás de que con la prensa nadie se debe meter. Cuando se hace uso de ellos para corregir o desmentir algo, los espacios destinados al lector suelen convertirse en arenas donde el periodista aludido se defiende como gato boca arriba para no aceptar bajo ninguna circunstancia los señalamientos hechos en su contra. No hay, por lo demás, legislación moderna, actual, que defienda al ciudadano de los eventuales abusos de la prensa, por lo cual con frecuencia se prefiere dejar pasar los excesos o las calumnias antes que iniciar una guerra de antemano perdida, en la que la honra o los intereses del lector habrán de ser peor tratados por el atrevimiento de protestar).

Las complicidades prensa-poder público

Ese cuadro de horror ha sido mantenido intocado por conveniencia del sistema. Los empresarios a quienes interesa más un permiso de construcción, una licencia, un contrato, una exención, son preferibles a los miserables quijotes que prefieren actuar con apego a la verdad. Los reporteros, y no se diga los columnistas, manipulables mediante entregas discretas de dinero en efectivo (práctica totalmente vigente) o contratos o negocios, son más aceptables para el régimen que los de criterio independiente y crítico. Las empresas periodísticas endeudadas con créditos blandos del gobierno, atrasadas en los pagos de los rubros básicos de impuestos, siempre dependientes del favor discrecional del poderoso, son más agradables.

El pragmatismo del PRD y del PAN

Pero sería absolutamente injusto cargar toda la tinta contra el sistema y su partido, el PRI, para explicar la red de complicidades que regulan a buena parte de los medios. Los partidos de oposición han tenido también miedo de enfrentarse a las grandes empresas difusoras de televisión y de radio. El PRD prefirió, por mero pragmatismo electoral, abstenerse de que en esta legislatura federal saliente se avanzara en la regulación democrática de la actividad de los medios. El PAN, por el contrario, sostuvo una postura más abierta y avanzada, a través del diputado y ahora candidato a senador, Javier Corral Jurado, cuyo trabajo fue frenado a última hora por los intereses de su partido al que, igual que al PRD, le asustó el costo de mantener un litigio con el poderoso periodismo electrónico en pleno proceso electoral.

Zedillo y Labastida

Dicho todo lo anterior, podrá entenderse el beneplácito con el que ayer este columnista se enteró de dos hechos insólitos: la virtual descalificación que el Presidente de la República ha hecho del sistema de calificación con el que se adjudican los llamados premios nacionales de periodismo, y la cuidadosa pero significativa exploración que Francisco Labastida ha hecho respecto a la posibilidad de establecer mayores regulaciones al ejercicio periodístico.

Uno de esos dos priístas, el presidente Zedillo, juzga hacia atrás, y ya cuando no tiene nada qué perder, cuando está por terminar su régimen, arriesga la posibilidad de cambiar las reglas de asignación de un premio que sobrevive entre otras cosas porque, a pesar del sistema discrecional, arbitrario, con el que se escoge y nombra al jurado, y a pesar de la aberración de que el presidente de ese jurado sea designado por la Secretaría de Gobernación, a pesar de todo ello logra aciertos como los de, en este año, premiar entre otros a profesionales como Nidia Marín, Francisco Olvera y el gran Trino, o a maestros como Alejandro Avilés.

El presidente Zedillo considera que el sistema de premiación vigente desde 25 años no tiene correspondencia con la evolución democrática que vivimos, y con las aspiraciones que el pueblo mexicano tiene actualmente. Por ello, ha abierto la puerta para que ese premio sea asignado mediante procedimientos ciudadanizados, sin intervención gubernamental. Lo hace ahora, explicó, porque antes corría el riesgo de parecer descortés. De cualquier manera, lo importante será que logre dar ese paso adelante.

Las plañideras, contra presuntas leyes mordaza

Labastida, por su parte (y quien sí tiene mucho qué perder, sobre todo a estas alturas electorales), ha esbozado su intención de avanzar en la regulación del ejercicio periodístico. Es previsible que se le echen encima los grandes empresarios del periodismo, los mismos que se envuelven en la bandera de la libertad de expresión y gritan mueras a presuntas leyes mordaza en cuanto hay intentos de someter a controles democráticos a una prensa que ellos prefieren así, presuntamente libre, para mejor hacer negocios, para mejor negociar asignaciones presupuestales subterráneas o tramposas.

Las dos propuestas, la de Zedillo respecto al premio periodístico, y la de Labastida respecto a avanzar en la regulación del ejercicio periodístico, deben ser analizadas con cuidado, desde luego, para que no permitan el establecimiento de candados o trampas que luego sirvan para censurar o amedrentar. Pero esos riesgos conjurables no deben ser pretexto para evitar que el periodismo sea tocado también por los grandes cambios nacionales. Pocas veces se tiene la oportunidad de coincidir en lo general con propuestas y palabras de Zedillo y de Labastida, mucho menos si el tema a tratar es el periodístico. Ayer, entre manteles y discursos, entre preseas y protocolos, fue uno de esos escasos días.

Astillero: Ayer se dieron vuelo las plumas cibernéticas del PRI, enviando a cuanta dirección les fue posible la nota de Excélsior en la que se reproduce un texto anónimo que habría circulado en la Cámara de Diputados con la lista de los presuntos financiadores de la campaña de Vicente Fox. La citada relación, junto con otros comentarios sórdidos respecto a aspectos personales del candidato panista, forman parte, indudablemente, de la guerra sucia que se ha desatado contra el guanajuatense... Por cierto, cooperativistas de la Casa Excélsior aseguran que esa empresa está en vías de liquidación y que, en agosto se realizará una asamblea para dar por finiquitada la sociedad que ha editado ese que llegó a ser uno de los principales diarios del país. Se habla de que el principal interesado en comprar lo comprable del periódico que se ha autonombrado "de la vida nacional" es el hombre que compra en México, y en otras partes del mundo, cuanto se puede comprar: Carlos Slim.

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