* La ceremonia, foro para candidatos presidenciales en busca de reflectores

Blanche Petrich * El candidato del PRI a la Presidencia, Francisco Labastida Ochoa, jugueteó con los fotógrafos de prensa mientras duró el discurso del aspirante panista,Vicente Fox. Este quiso seguir el consejo de su asesor Juan Sánchez Navarro de portarse "serio", pero le ganaron las ganas de pararse detrás del priísta y tomarse ahí mismo la foto abrazando a su nuevo ayudante: Porfirio Muñoz Ledo haciendo su famosa "V". Los fotorreporteros querían más: "šBeso-beso-beso!", gritaban.

Muñoz Ledo, a quien le quedan menos de cinco días de jugar el rol de candidato, dejó al secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco, con la mano tendida, y el perredista Cuauhtémoc Cárdenas se negó a posar una foto estrechando la de Labastida.

Todo esto fue parte del espectáculo cinco estrellas que se escenificó ayer durante la comida del Día de la Libertad de Expresión. Mientras, en el podio se hablaba de tolerancia y alternancia.

El banquete estaba servido, humeante, alineado a lo largo de un presídium de más de 50 asientos acomodado a todo lo largo del enorme salón. El menú incluía seis candidatos presidenciales ųtres de ellos punterosų en plena recta final, una espectacular pasarela ųƑo el tercer debate?ų a 25 días de las elecciones. Los seis con hambre de reflectores y los portadores de los reflectores ųlentes, micrófonos, plumasų con sed de información.

Pero los anfitriones de la comida anual de la Asociación de Editores de Periódicos Diarios de la República Mexicana, es decir, los patrones de los reporteros, decidieron reincidir en el error, también anual, de cerrar el paso a los periodistas šen su mero día! Y dieron pie al primer episodio de la lucha estelar máscara contra cabellera que se libró en conocido hotel capitalino. Suerte que esa primera batalla fue la única que llegó al choque físico. Lo demás fueron puros gestos y palabras.

Reunión taquillera

El programa del acto de Aedirmex, la agrupación de empresarios del periodismo que ya no reúne a los diarios de mayor circulación a nivel nacional, viejo legado de los años del alemanismo, es sexenalmente taquillero desde que inauguró las presentaciones con los candidatos presidenciales hace seis años. Pero nunca como ahora.

Ya servida la sopa, empezaron los discursos. El primer turno tocó al dueño del diario Noticias, de Oaxaca, Ericel Gómez, quien al valorar el papel del poder mediático en las sociedades contemporáneas, apuntó que ''en esta época lo que no está en los medios no existe''. Elemental. Pero adentro del salón estaban los representantes de las empresas periodísticas y algunos cuantos reporteros, y afuera, bloqueados por los hombres-ropero de los servicios de seguridad del hotel, estaban los demás, el grueso de la infantería reporteril.

Acostumbrados a estas lides, encabezados como siempre por los hombres de cámara, los trabajadores del cuarto poder arremetieron contra la primera barrera que impedía el paso al pie de una escalera eléctrica. En el cómico lance los guardianes del orden retrocedieron un paso, que fue el definitivo, porque los escalones mecánicos los subieron y pegados a ellos ascendieron los reporteros. El segundo obstáculo fue una puerta cerrada. El remedio, el clásico portazo. Disparada a presión al interior del recinto, la periodística marabunta llegó hasta el borde mismo de la mesa principal, a un palmo de los ilustres comensales. Y éstos, obsesionados por la imagen, tuvieron que olvidarse de comer y masticar en público. Los chicos de la prensa fueron, así, un actor más en el escenario. La única que no entró fue la cortesía.

Los temas que atañen al proceso de la comunicación masiva no fueron, ni de lejos, el eje de las intervenciones, a pesar de que el vocero de Aedirmex había señalado el vacío que los candidatos han dejado en sus plataformas de campaña, que poco o nada han dicho a propósito de un nuevo marco legal para la actividad periodística.

Si acaso, en sus respectivos discursos, el secretario de Gobernación y el candidato del PRI coincidieron en su posición de dejar al libre juego los asuntos concernientes a la prensa. Sin nombrarla, se pronunciaron por la autorregulación.

Cárdenas rozó el tema, al hablar de la ''compleja batalla por la seriedad, la veracidad y la independencia'' que enfrentan los medios en la actual coyuntura. Gilberto Rincón Gallardo, del Partido Democracia Social, elaboró sobre una necesaria regulación que garantice el derecho de todas las voces a ser escuchadas y mencionó la figura del ombudsman de la prensa. Para los demás, el tema no existió.

A seis días de que venza legalmente el plazo para que pueda cumplir su anunciadísima adhesión al panista Fox, Porfirio Muñoz Ledo corrió con suerte. Le tocó el primer turno para hablar y lo quiso aprovechar regañando al presidente Ernesto Zedillo por no haber estado ahí presente para ofrecer garantías ''de que está dispuesto a entregar el poder, si fuese el caso, a un candidato de oposición''. Encarrerado en el tema de ''la transición democrática que exige la alternancia'' rebasó los cinco minutos de gloria y recibió una ligera rechifla.

Gestos y descortesías

Fue cuando regresaba a su sitio en la larga mesa, que Muñoz Ledo pasó sin mirar al titular de la Segob, que se había puesto de pie para saludarlo. A su encuentro ya venía ųdos cabezas más altoų su nuevo abanderado, Fox. El panista ya había librado su primer encontronazo con el director de Excélsior, Regino Díaz Redondo. Sentados codo a codo, habían sido interrogados, ambos, sobre la lista que el diario de marras publicó ayer mismo sobre los supuestos apoyos económicos de Fox. ''Es un periodismo muy poco profesional el de los de aquí...'', decía el candidato moviendo ojos y bigotes hacia su izquierda, en dirección a Díaz Redondo. A éste se le quedó un pedazo de solomillo atorado en la garganta.

Tocó turno a Labastida. Sin demasiada garra iba terminando su discurso, cuando decidió remover el hormiguero y se lanzó contra ''un candidato aquí presente'' cuyos simpatizantes, anónimos hackers cibernéticos, han lanzado por las carreteras del Internet agravios contra algunos líderes de opinión, ''un atentado a la libertad de expresión'', dijo el sinaloense. Desde una mesa central, ocupada por connotados priístas ųDulce María Sauri, Emilio Gamboa Patrón, Emilio Rabasa, entre otrosų, se levantaron entusiastas aplausos.

Pasaron al micrófono, ya sin mayores incidentes, Rincón Gallardo, que fue el campeón del aplausómetro; Cuauhtémoc Cárdenas ųel único en reconocer los ''nuevos espacios antes desconocidos'' que los medios de comunicación y sus trabajadores han abiertoų, y Manuel Camacho Solís, del Partido de Centro Democrático (PCD).

Faltaba Fox. Antes de que terminaran de anunciarlo, ya estaba parado al micrófono. Empezó prometiendo que seguiría el consejo de su amigo Sánchez Navarro. Y se ciñó estrictamente a un discurso serio.

Fue en ese momento cuando Labastida decidió, al fin, hacerles caso a los irreverentes fotógrafos que tenía frente a sí. ƑCambio de roles? Sale, pues. Y tomó la cámara de uno de ellos para disparar no menos de 15 placas del enjambre que lo rodeaba. Las risas, los empujones y los flashazos subieron de tono y acapararon la atención de los comensales. Los que estaban lejos se levantaron para averiguar la razón del escándalo. Pocos le prestaban atención. El panista aguantó vara. Dos o tres veces levantó la vista del texto que estaba leyendo para mirar la pelotera, pero concluyó sin mayor alteración. La foxmanía no estaba presente en ese recinto.

Cuando el banquete terminó, muchos se percataron que no habían tocado sus platos. Labastida, Cárdenas y Fox, los tres platillos fuertes, se retiraron en medio de apretujones y periodistas chacaleadores que aún se esforzaban en obtener algunas palabras más para su cosecha. Sin comitiva ni prensa, Muñoz Ledo quedó rezagado más de diez metros del grupo foxista que se retiraba escaleras abajo gritando: ''šYa ganamos!''. El bajaba también buscando aplausos. Levantó los brazos y exclamó: ''šLa patria se ha salvado!''