JUEVES 8 DE JUNIO DE 2000
* Orlando Delgado *
El 3 de julio y los mercados
La contienda presidencial se mantiene sin un ganador claro; las encuestas, serias y por pedido, difieren en la determinación de quién puntea y con qué diferencia, pero en lo que se coincide es que dos fenómenos caracterizan la situación: la diferencia entre el primero y el segundo lugar es muy reducida, y aunque Cárdenas ha crecido sensiblemente no aparece aún como un contendiente ganador. Ciertamente, quedan todavía tres semanas de campaña y las preferencias de voto pueden modificarse; sin embargo, empieza a preocupar la situación poselectoral, así como sus posibles impactos en los mercados financieros y la evolución económica.
Para tener una visión de lo que puede suceder es necesario estimar cuáles son los escenarios más probables, a partir del estado actual de las preferencias electorales, considerando no sólo quién resulte ganador, sino con qué margen; igualmente, puede ser razonable suponer que este margen sea indicativo de la distribución de diputados y senadores entre los partidos.
Según una publicación financiera estadunidense, Latin American Strategy (30 de mayo), las probabilidades de que Labastida gane son de 60 por ciento, mientras que las de Fox son de 40 por ciento; estas probabilidades se bifurcan con base en si el triunfo es con un margen menor o mayor a 10 por ciento. Considerando esto, el Morgan Santley Dean Witter, editor institucional de esa revista, piensa que hay 70 por ciento de probabilidades de que Labastida gane con una "mayoría pequeña" y 30 por ciento de que lo haga con una diferencia grande; en el caso de Fox, las probabilidades de que gane con una mayoría corta son de 90 por ciento y sólo 10 por ciento de que lo logre con una diferencia mayor de 10 puntos porcentuales.
En consecuencia, según esta publicación, lo más probable es que quien gane lo haga con un margen reducido. Obviamente, puede diferirse de las estimaciones, pero parece razonable pensar que el resultado final será muy apretado, probablemente con una diferencia de 2-3 puntos porcentuales. Si el ganador fuera Labastida con alrededor de 38 por ciento de los votos, Fox lograra 35 por ciento y Cárdenas 24 por ciento, los reclamos panistas de fraude electoral serían inmediatos; esto sería inevitable, ya que es conocida la capacidad del régimen priísta de alterar la voluntad de los electores, comprando votos, secuestrando credenciales de elector, alterando los resultados en las comunidades en que pueda y haciendo todas las trapacerías necesarias para ganar las elecciones. Si el resultado fuera: 38 por ciento Fox; 35 por ciento Labastida; y 24 por ciento Cárdenas, aunque habría reclamos priístas, serían fugaces.
El PRI requiere no sólo ganar, sino convencer que lo hizo sin trampas o, por lo menos, sin trampas notorias; la oposición, ciertamente, no requiere eso; necesita solamente tener más votos que el partido oficial. En el segundo escenario, tras los gritos de Bartlett y algún otro dinosaurio, la victoria foxista en la Presidencia sería acompañada por un Legislativo con una amplia mayoría de partidos distintos al PAN, por lo que las Cámaras se convertirían en los espacios privilegiados de negociación de los aspectos relevantes. Por supuesto, el régimen priísta está haciendo lo posible para convencernos que el triunfo de un partido distinto es equivalente a votar por el caos; lo mismo dijo en 1994 R. Hernández, dueño de Banamex y entonces presidente de la Asociación de Banqueros, y ahora dice que Labastida requiere ganar con un margen amplio para evitar problemas.
Los indicadores relevantes del mercado financiero, aunque han tenido algunas variaciones, no han sido mayores: las tasas primarias se mantienen alrededor de 15 por ciento; el dólar se cotiza a 9 pesos 78, esto es una pérdida de 25 centavos en los últimos días; la bolsa tuvo la semana pasada una ganancia importante, el anuncio de Labastida de que ganará con un margen amplio ha hecho caer la bolsa; la inflación se mantiene en los niveles esperados; el crecimiento de la economía en el primer trimestre del año fue de 7.9 por ciento. Las variables reflejan presiones, pero se mantienen bajo control; sin embargo, los dirigentes patronales han advertido que los riesgos pueden aumentar y que la posibilidad de que ocurra un fraude electoral debe conjurarse, de lo contrario sería lamentable para la economía. El riesgo no es, como hace seis años, que pierda el PRI, sino que haya fraude; los dirigentes patronales, en consecuencia, advierten al PRI para que controle a sus huestes y evite el fraude. El escenario más complicado es, por ello, una victoria priísta con un margen reducido; ciertamente que gane el PRI con más de 10 puntos de diferencia evitaría cualquier riesgo financiero, pero nadie lo creería, lo que supone un riesgo más grave que el financiero.